Portada » Lengua y literatura » El Barroco en España: Literatura, Pensamiento y Sociedad en el Siglo XVII
El Barroco heredó un país que se encaminaba hacia la bancarrota, con una población diezmada por los diferentes episodios de peste que asolaron Europa y que se cobraron la vida de un millón de personas. A esto hay que añadir el gran número de moriscos que fueron expulsados de la Península por orden de Felipe III (1609) y que representaban buena parte de la mano de obra agraria y comercial. La pobreza era la tónica general en un país con una economía eminentemente agraria. En definitiva, España pasa el ecuador del siglo XVII totalmente debilitada y con la pérdida de su hegemonía mundial. Esta sensación de desengaño, derrota y descontento será la característica general del pensamiento barroco. Un pesimismo que se verá reflejado en todas las expresiones culturales de la época.
Las características principales del pensamiento barroco son:
En el siglo XVII se heredan muchos de los temas del Renacimiento, pero abundan los morales y religiosos y se añaden los de tipo satírico, burlesco, crítico y filosófico.
Las nuevas obras literarias también incorporarán la tradición popular, muy rica culturalmente, pero en un contexto de elevado nivel formal. En esto, en la forma, radica la innovación respecto a la etapa anterior.
El siglo XVII destacará literariamente por tres aspectos concretos:
Tras la publicación del Lazarillo de Tormes hubo unos años de vacío en el género picaresco. Fue a finales del siglo XVI, concretamente, en 1599, cuando Mateo Alemán (1547-1615) publicó su famosa novela Vida de Guzmán de Alfarache.
A la obra de Mateo Alemán siguió, entre 1603 y 1608, la novela de Quevedo La vida del Buscón llamado don Pablos. También Cervantes hizo una pequeña inmersión en este género; concretamente, en tres de sus novelas, pertenecientes a las Novelas ejemplares, se hace referencia a la figura del pícaro.
Dentro del género de la prosa, pero lejos de la novela picaresca, cabe destacar la narrativa didáctica de Baltasar Gracián (1601-1658), célebre por sus tratados prácticos con intención moral. Su obra más célebre es El Criticón (1651-1657).
Si hay un género que destaca en el siglo XVII por su innovación y popularidad es el teatro, que aporta nuevos temas, se adapta al gusto del público y se representa en locales acondicionados para la ocasión, los corrales de la época.
En los corrales de comedias, por lo general, no había asientos, y el público permanecía en pie durante todo el espectáculo, excepto la nobleza, que ocupaba balcones y ventanas. Se llamaban así porque inicialmente ocupaban los patios interiores de las casas, los corrales.
El encargado de la renovación teatral de la época fue Lope de Vega.
Si nos centramos en su obra teatral, Lope de Vega es autor de trescientas catorce comedias. En su Arte nuevo de hacer comedias (1609) explica las características y la finalidad de su teatro. La renovación lopesca respecto del teatro de épocas anteriores se resume en los puntos siguientes:
Los temas más importantes del teatro de Lope de Vega son el amor y la defensa del honor. Recuperar la honra perdida es de suma importancia, aunque sea a costa de la vida. También destaca su defensa de la monarquía: el rey siempre aparece como alguien cabal, capaz de solucionar los problemas e impartir justicia.
En sus obras siempre suelen aparecer unos personajes arquetípicos: el noble, que normalmente abusa de su poder y es merecedor de castigo; la dama, que es objeto de amor y, por tanto, de conflicto; el caballero, que suele ser el esposo o el padre de la dama; el galán, que es atractivo, valiente, idealista y apasionado; el villano, alguien perteneciente a una clase inferior, el pueblo llano, que suele simbolizar la honradez; el gracioso, a menudo con funciones de criado, el contrapunto del galán y, el rey, personaje al que todos respetan.
Las obras de Pedro Calderón de la Barca, que representa la culminación del teatro barroco, guardan unas características propias. El teatro de Calderón alterna las formas heredadas de Lope de Vega con un teatro más intelectual en el que los personajes se vuelven cada vez más complejos e individualizados, hasta el punto de convertirse en símbolos. Sus obras más conocidas son El alcalde de Zalamea (1651) y La vida es sueño (1636).
En el panorama de la lírica del siglo XVII se pueden establecer dos tendencias:
Góngora romperá el equilibrio entre contenido y forma a favor de esta última. Su estilo personal y original está caracterizado por una gran artificiosidad y por el uso de ornamentos cultos, como las citas mitológicas, los hipérbatos, los cultismos… Góngora fue el creador del culteranismo: la forma vence al contenido, lo difícil es lo realmente bello.
Góngora alternó en su poesía dos tendencias opuestas. Por un lado, una idealización absoluta de la vida, un canto supremo a la belleza para huir de la realidad. Por otro, un acercamiento a la realidad más cotidiana, incluso en su cara más negativa y desagradable. Son poemas que resaltan lo grotesco, que ironizan y transforman lo que ven en caricatura: letrillas, romances satíricos, sonetos humorísticos…
Quevedo es uno de los poetas más famosos y representativos de la poesía del Barroco. Fue un hombre enormemente interesado por los asuntos de su época, interés que se ve reflejado en su extensa obra, tanto en prosa como en verso. Inmerso en esa sociedad de contrastes que le tocó vivir, es un autor, delicado y cruel a la vez, que alterna los más bellos poemas de amor con la sátira y la crítica.
Quevedo está considerado uno de los mejores autores de poesía amorosa, que a menudo relaciona con la muerte. Fue él quien creó el conceptismo, es decir, la asociación de dos ideas lo más distantes posible. Su obra poética se puede agrupar en tres bloques temáticos: