Portada » Filosofía » Nietzsche: Crítica a la Metafísica, Muerte de Dios y Voluntad de Poder
Una de las características del pensamiento de Nietzsche es la crítica a la metafísica occidental y los valores de la sociedad, por lo que podría ser un rupturista, pero debido a su crítica al predominio de la razón (disminución de aspectos temporales, frágiles y cambiantes de la vida) afirmamos que es vitalista, ya que la vida no puede ser considerada mediante conceptos y categorías, sino que debe ser vivida y aceptados sus cambios. La metafísica tradicional considera a la realidad como algo fijo e inmutable, aprendido por el hombre y donde sólo hay una verdad. Pero, en la historia de la humanidad, esto no siempre ha sido así. Nietzsche alaba la vida de los antiguos griegos que daban importancia a la razón, deseos e instintos. El autor afirma que en la antigua Grecia hay un equilibrio entre Apolo (para él representa mediante la belleza, lo racional) y Dioniso (representa los instintos desatados, lo irracional). Ambos eran dioses muy adorados en Grecia y para el autor, los griegos eran capaces de vivir combinando las características de ambos.
Pero, con la llegada de Sócrates y al papel dominante de la razón en su filosofía se produce un abandono de la vida dionisíaca en favor de la apolínea: la manera adecuada de vivir es aquella donde la razón manda y los instintos se reprimen. Al mismo tiempo empieza a considerarse que aquello que percibimos en nuestra vida cotidiana (con los sentidos) como cambiante y diferente es aparente, ya que en realidad las cosas son estables e inmutables. Todo esto provoca que se realice un juicio valorativo sobre la vida y la considera negativa ya que toda la importancia cae en las ideas y conceptos (como vemos el mundo mediante la razón), mientras que el mundo como lo sentimos es juzgado como irreal y aparente. La razón de esto es que el ser
humano quiere escapar de la posibilidad de las cosas (su verdadera esencia) para sentir que tiene el control del mundo en el que vive, así el miedo a la vida se convierte en una especie de dictadura de la razón. Pero, la realidad está en constante devenir y es tal cual la percibimos. Por tanto, las categorías y teorías de los filósofos anteriores no son válidas y no existe la verdad absoluta. El autor afirma que el lenguaje es una de las herramientas que utiliza la razón para imponer su visión de la realidad, y en este sentido el funcionamiento del lenguaje tiene tres problemas:
La ciencia también es criticada por su tendencia a matematizar toda la realidad (para el autor es más que simples números: aspectos como pasión o amor no son tenidos en cuenta por la ciencia) y además la utiliza el Estado para controlar a las masas (métodos de propaganda).
La metafísica tradicional considera a la realidad como algo fijo e inmutable, aprendido por el hombre y donde sólo hay una verdad. Pero, en la historia de la humanidad esto no siempre ha sido así. Nietzsche alaba la vida de los antiguos griegos que daban importancia a la razón, deseos e instintos. El autor ilustra esto afirmando que en la antigua Grecia hay un equilibrio entre Apolo (para él representa mediante la belleza, lo racional) y Dioniso (representa los instintos desatados, lo irracional). Ambos eran dioses muy adorados en Grecia y para el autor, los griegos eran capaces de vivir combinando las características de ambos. La evolución de la tradición metafísica en occidente acaba cristalizando en el surgimiento de la figura de Dios como máximo exponente de aquello que es perfecto, fijo e inmutable. La frase “Dios ha muerto” sirve al autor para explicar el proceso de aconfesionalidad que se ha ido produciendo en Occidente desde el final de la Edad Media, con una progresiva pérdida de la importancia de la religión. Esto lleva a que Dios no exista. Esta muerte simboliza la caída de las ideas y valores que habían destacado hasta entonces. Dios es la afirmación de la Idea de Bien de Platón o el Primer Motor Inmóvil de Aristóteles. Su predominio implica que el mundo se viera como objeto diseñado por una razón perfecta (ignorando el caos de la vida). Si Dios muere, primero la humanidad pierde su referencia pero luego será libre de creer y de realizarse plenamente como considere. El autor usa el concepto de “resentimiento” para referirse a una visión negativa de la vida nacida en el seno de la religión judeocristiana y provocada por la impotencia: el sacerdote (al ver aquello que no puede hacer; dones que carece, riesgos que no toma, placeres que no puede tener) califica esas
cosas como malas imponiendo su criterio a los demás. Así, sus reproches se convierten en leyes éticas válidas e inmutables. A su vez, utiliza a Dios como recompensa y amenaza haciendo que “ser bueno” se base en omitir los instintos y ser igual que el resto. Esto hace que para el autor las personas sean mediocres, busca que nadie sobresalga y debemos tener compasión por los que no pueden valerse por sí mismos, además, se le da más importancia a la vida tras la muerte que a la vida actual. Se prohíben así una serie de valores que se consideraban buenos en la sociedad griega (energía sexual, plenitud vital, pasión, individualidad…) para promover valores antes vistos como malos (ayuno, abstinencia, humildad, sacrificio, obediencia). A este proceso el autor lo llama “transvaloración de todos los valores” afirmando que tenemos que hacer una segunda transvaloración para restablecer la situación y volver a afirmar la vida. Nietzsche no propone una eliminación de la moral, sino una moral que afirme la vida. La vida es la fuente de todo valor: fuerte el que la acepta y débil el que la desprecia. La alegría es la señal y el efecto de lo bueno, eso que da alegría es bueno y te hace bueno, idea totalmente opuesta a la idea judeocristiana del mundo concebido como “valle de lágrimas” y su alabanza al sufrimiento. Para el autor, la moral que propone está religión es una moral de esclavos, opuesta a la moral de los señores y que proclama la importancia de la fuerza e impulso vital.
La metafísica tradicional considera a la realidad como algo fijo e inmutable, aprendido por el hombre y donde sólo hay una verdad. Pero, en la historia de la humanidad esto no siempre ha sido así. Nietzsche alaba la vida de los antiguos griegos que daban importancia a la razón, deseos e instintos. El autor ilustra esto afirmando que en la antigua Grecia hay un equilibrio entre Apolo (para él representa mediante la belleza, lo racional) y Dioniso (representa los instintos desatados, lo irracional). Ambos eran dioses muy adorados en Grecia y para el autor, los griegos eran capaces de vivir combinando las características de ambos; el hombre posee razón pero también instintos y deseos.
Todo lo anterior provoca que se realice un juicio valorativo sobre la vida y la considera negativa ya que toda la importancia cae en las ideas y conceptos (como vemos el mundo mediante la razón), mientras que el mundo tal y como lo sentimos es juzgado como irreal y aparente. Según el autor la razón de esto es que el ser humano quiere escapar de la posibilidad de las cosas (su verdadera esencia) para sentir que tiene el control del mundo en el que vive, así el miedo a la vida se convierte en una especie de dictadura de la razón, pero, la realidad está en constante cambio y es tal cual la percibimos. El autor afirma que el lenguaje es una de las herramientas que utiliza la razón para imponer su visión de la realidad y la ciencia también es criticada por su tendencia a matematizar toda la realidad. En referencia a la muerte de Dios del autor, si Dios muere, primero la humanidad pierde su referencia pero luego será libre de creer y realizarse como considere. La voluntad de poder se trata del impulso continuo de superación, de querer ser más.
El autor afirma que el mundo puede entenderse como voluntad de poder. Esta voluntad actúa en tres niveles: físico, biológico y psicológico (todo humano tiene una voluntad y busca imponerla, no es algo a lo que podamos renunciar, como dice la religión judeocristiana).
Asimismo en lo que se refiere al individuo, la voluntad de poder se puede llevar a cabo:
Para ilustrar aún más esta idea en su obra “Así habló Zaratustra” el autor expone la metáfora de las tres metamorfosis del espíritu, según la metáfora el espíritu tiene tres fases:
El autor afirma que el hombre debe intentar dar lo mejor de sí mismo sin conformarse con lo que ya ha conseguido. El superhombre es, además, todo lo contrario al “último hombre”, aquel que, tras la muerte de Dios, es incapaz de crear sus propios valores, y en su lugar se conforman con aquellos que le son impuestos por la sociedad, sean cuales sean.
Para poder garantizar de algún modo la validez del conocimiento humano, Descartes se ve obligado a afirmar la existencia de otras ideas innatas además del “yo pienso”. Para ello recurre al concepto de sustancia (muy utilizado por Aristóteles y filósofos en adelante). Hay tres sustancias que divide en dos tipos:
Estas tres sustancias son los tres objetos principales del conocimiento humano. Hay que dejar claro que lo que nosotros conocemos no son las sustancias en sí, sino sus atributos que son las cualidades y propiedades de la sustancia. Los modos son las distintas maneras en que se manifiestan las sustancias. De las tres sustancias postuladas por Descartes la primera en quedar demostrado como hemos visto es el yo.
Partiendo de la base de que es seguro que nosotros existamos, para demostrar la existencia de Dios, Descartes recurre a tres argumentos:
Una vez probada la existencia de Dios se demuestra la existencia del mundo: dado que Dios es un ser bondadoso, no permitiría que las
ideas de mi mente sean falsas todo el tiempo, por lo que, el mundo que percibo con los sentidos y analiza con mi mente existe (además, esto implica que siempre que apliquemos el método cartesiano podemos conocer el mundo).
La realidad física puede explicarse en base a movimientos producidos por choque o contacto, como si fuese una máquina (mecanicismo). Para Descartes, al contrario que para Aristóteles, el movimiento realizado por los cuerpos físicos no tiende ningún fin. Tampoco podemos afirmar la existencia de cualidades como los colores o sonidos , ya que son meramente subjetivos. Tampoco existe el vacío , el movimiento se produce en un espacio lleno (en este sí coincide Aristóteles). Descartes afirma que el ser humano es el único ser en el que conviven a la vez dos sustancias finita: la sustancia pensante y la extensa, ya que para él, el resto de los seres vivos no tienen alma (son solo una sustancia extensa), y funcionan simplemente como máquinas complejas de acuerdo a su concepción física mecanicista del mundo*. Influenciado por el descubrimiento de la circulación sanguínea realizado por el médico inglés William Harvey, afirma que el corazón actúa como centro de calor y, según el pensador francés, la diferencia de temperatura entre la sangre que entre la sangre que entra y la que sale del corazón explica el movimiento de los animales. A esta forma de concebir a los seres se le denomina “mecanismo biológico”.
Para Descartes las tres grandes leyes de la física son:
Es un concepto clave, se trata del impulso continuo de superación, de querer ser más, lo que sería en realidad la esencia de la vida. El autor afirma que el mundo puede entenderse como voluntad de poder. Esta voluntad actúa en tres niveles.
Asimismo en lo que se refiere al individuo, la voluntad de poder se puede llevar a cabo:
Para ilustrar aún más esta idea en su obra “Así habló Zaratustra” el autor expone la metáfora de las tres metamorfosis del espíritu, según la metáfora el espíritu tiene tres fases:
La teoría del eterno retorno está relacionada con lo anterior, se basa en la idea, ya postulada por los estoicos, de que la vida pudiera ser un ciclo eterno en el que todo se repitiera constantemente. Si esto fuera así, el autor afirma que debemos amar tanto la vida como querer que se repitiera constantemente, intentado ser nosotros mismos, aceptando nuestras forma de ser y todos los momentos de la vida, tanto pasada como futura. “Nihilismo” proviene del latín “nihil” (vacío). El autor afirma que existen dos tipos de nihilismo, relacionados con los dos tipos de voluntad de poder existentes:
El autor afirma que el hombre debe intentar dar lo mejor de sí mismo sin conformarse con lo que ya ha conseguido. El superhombre es aquel que es capaz de autoafirmarse y darse a sí mismo sus propios valores, estableciendo para sí mismo una moral de señores. Lograrlo implica llevar al ser humano más allá de sí mismo, basándose únicamente en la voluntad de poder positiva gozando de la vida sin restricciones. Al haberse producido la muerte de Dios, todas las posibilidades están abiertas, y podemos entregarnos a la vida sin reservas e intentar siempre ser más, dominando las pasiones en lugar de eliminarlas. El superhombre es, además, todo lo contrario al “último hombre”, aquel que, tras la muerte de Dios, es incapaz de crear sus propios valores, y en su lugar se conforman con aquellos que le son impuestos por la sociedad, sean cuales sean.