Portada » Filosofía » Descubriendo los Enigmas Fundamentales de la Metafísica
Este concepto se remonta a Parménides, filósofo griego presocrático y antecedente de Platón. Propone una división de la totalidad de la realidad en dos mundos:
Para Platón, el mundo inteligible representa la verdadera realidad, mientras que el mundo sensible, percibido a través de los sentidos, es mera apariencia. Las cosas materiales son copias de ideas eternas, captadas a través del alma y no de los sentidos.
Se considera metafísico todo discurso que establece esta dualidad, donde existe algo más allá de la apariencia que le sirve de fundamento, causa u origen. La verdadera realidad, que expresa una verdad, se encuentra más allá de la apariencia. Solo lo real puede ser considerado verdadero; las apariencias no.
La realidad sensible es acusada de ser insuficiente, contradictoria e incompleta. Lo percibido no tiene en sí mismo su propio fundamento.
Ejemplos de esta dualidad: Eidos, sustancia y accidente.
Este problema, transmitido de Parménides a Platón, es una constante en la historia del pensamiento. Se opone un mundo inmutable a otro en constante transformación. Se busca explicar el cambio constante al que están sometidas las cosas y se plantea la existencia de una realidad permanente detrás de los cambios, algo que permanezca idéntico a través de las transformaciones.
Parménides negaba la existencia del mundo en devenir. Heráclito, por otro lado, afirmaba que «todo fluye, nada permanece», que lo único constante es la impermanencia. Comparaba el tiempo con un niño que juega, construyendo y destruyendo castillos de arena. Para Heráclito, no hay ser.
Heráclito era considerado el filósofo de la melancolía, en contraste con Demócrito, el filósofo de la risa. Hegel, filósofo del devenir, sostenía que la historia y el tiempo son la manifestación del espíritu, que es el absoluto. No todo es estático, sino que está en evolución. El tiempo es la materialización del espíritu. La verdad está en el todo.
La sustancia se define como lo que es en sí y por sí, el sustrato permanente donde ocurren los cambios. Es un principio unificador de los accidentes, según Aristóteles. Sin embargo, los críticos afirman que la sustancia es simplemente el conjunto de sus accidentes, sin una entidad subyacente. Los sofistas negaban la existencia de una sustancia como soporte de los cambios, un ser invariable. Descartes, a diferencia de los sofistas, afirmaba la existencia de algo invariable. La sustancia sería un principio unificador. Hume negaba la existencia del yo, argumentando que solo percibimos cualidades, pero nunca el yo en sí mismo, poniendo en duda la identidad personal.
Tradicionalmente, se ha considerado la existencia de una sustancia inmaterial, inextensa, simple e inmortal junto al cuerpo. Autores como Platón y Descartes defendieron la existencia de esta sustancia inmaterial, opuesta a la material.
Descartes hablaba de dos sustancias: Res extensa (materia) y Res cogitans (la otra sustancia, el pensamiento). Era dualista, aceptando la existencia de dos sustancias.
Platón postulaba la existencia de dos mundos: el de las ideas (razón) y el de las cosas sensibles (sentidos).
Para Descartes, solo lo medible es real. Distinguía entre cualidades primarias (la extensión) y cualidades secundarias (colores, olores), consideradas subjetivas.
Pensadores materialistas como Epicuro y Demócrito negaron la existencia del alma, afirmando que la mente deja de existir cuando el cuerpo perece.
Hume argumentaba que solo observamos conjunciones constantes de fenómenos, donde un fenómeno (causa) va acompañado de otro (efecto). Sin embargo, nunca observamos conexiones necesarias, solo regularidades. Podemos concebir que el futuro sea distinto a lo previsto, por lo que no podemos afirmar la universalidad de estas conexiones.
Para Hume, la causalidad es una creencia basada en la costumbre, no en la razón, sino en la imaginación. No existen conexiones necesarias en la naturaleza.
La existencia de Dios, considerada una creencia, se intentó demostrar racionalmente mediante pruebas a priori. Se destacan dos argumentos:
Crítica de Kant al argumento ontológico: La esencia no implica la existencia. Que algo sea lógicamente o conceptualmente posible no significa que sea real.