Portada » Arte » Velázquez: Evolución Artística y Obras Maestras
En la obra El Aguador, se observa al muchacho y a la vieja a través de la botella y la mano extendida de la vieja. El Aguador es la obra maestra de esta etapa. Le sirvió de tarjeta de visita a su llegada a la Corte. Los personajes son reales y la escena también lo es: una escena callejera. La escena está dividida por el eje vertical que separa la masa de la figura del hombre, envuelto en la capa, de la figura del niño, cuyo rostro emerge de la sombra, sirviendo como nexo de unión la copa que aparece en primer plano, al cuidar el pintor que la luz provoque sobre ella reflejos sobre el fondo oscuro de la ropa del niño. Este, y la figura que aparece en un segundo plano, han hecho pensar que no es solo una escena de género, sino que es posible que haya una referencia al paso del tiempo, a la fragilidad de la vida (representada por la fragilidad de la copa). Al igual que en la obra anterior, predominan los colores cálidos, achocolatados, característicos de esta etapa.
Son también de esta época Jesús en casa de Marta y María y La Adoración de los Magos.
En 1623, Velázquez viaja a Madrid y es nombrado pintor del Rey. Conoce la pintura flamenca e italiana de las colecciones reales y la pintura de Rubens, que llega a Madrid en 1628 en misión diplomática. Es una pintura de luz y color que va a influir mucho sobre la obra de Velázquez. Fruto de estas nuevas experiencias es El Triunfo de Baco o Los Borrachos, tema mitológico que Velázquez desarrolla en un tono burlesco e irónico. Composición simple, en aspa, con la figura de Baco en la parte central que recuerda a Caravaggio; a su lado, dos personajes de la mitología: los faunos. A la derecha, un grupo de personajes tomados del natural, picarescos, que recuerdan a los tipos de la etapa sevillana. Aparecen elementos nuevos: paisajes, cuerpos nacarados que nos hablan de la influencia de la pintura veneciana y los contactos con Rubens. La luz incide sobre los personajes todavía a modo tenebrista. Se produce la integración del espectador a través del personaje que ofrece el cuenco de vino.
Previamente a esta obra, había realizado el Retrato del Infante Don Carlos y el Retrato de Felipe IV, alegoría del poder. Hace un retrato distante, austero, marcando las distancias entre el monarca y el pueblo.
Durante su primer viaje a Italia, Velázquez conoce directamente la obra de Miguel Ángel y Rafael, y las esculturas antiguas recogidas en la colección de la Villa Médicis. Pinta La Fragua de Vulcano y La Túnica de José. Son las obras más académicas de Velázquez. En La Fragua de Vulcano, desarrolla un tema mitológico, pero desde un prisma personal. Posiblemente quiso representar de forma alegórica la envidia, la calumnia, el mal que hace la palabra. Vulcano, que acaba de recibir de Apolo la noticia de la infidelidad de su esposa, aparece ennoblecido en medio de la forja, en un ambiente que recuerda el tenebrismo y costumbrismo de la etapa sevillana. Hace un estudio de los gestos: estupor de Vulcano y sus ayudantes. Capta la vena humana, los matices psicológicos. Opone técnicas y elementos: frente al manto anaranjado y la pincelada suelta de la cabeza de Apolo, los tonos dorados y anaranjados del paisaje incierto, vaporoso (con claras referencias a la pintura veneciana). Vulcano y sus ayudantes son personajes tomados de la realidad, encerrados en una atmósfera tenebrista y costumbrista, con un trazado académico de los cuerpos, concebidos como un friso antiguo: los cuerpos son iguales, solo cambian las posiciones.
La crítica no se pone de acuerdo con la fecha en la que realiza los dos Paisajes de la Villa Médicis. Para unos son fruto del primer viaje a Italia, para otros son del segundo viaje. Son apuntes del natural: pinta la luz del día, los contrastes lumínicos e incluso usa colores complementarios. La pincelada es suelta, las manchas de color se yuxtaponen. El toque ligero, casi inmaterial, tiene claras repercusiones en la pintura del siglo XIX, primero en la escuela de Barbizon y posteriormente en los impresionistas.
Inicia su gran proyecto: la decoración del Palacio del Buen Retiro (1635). Velázquez actúa no solo como pintor sino también como decorador. Para los lados cortos del Salón de Reinos, realiza los retratos ecuestres de la Casa reinante y para uno de los lados largos, La rendición de Breda o Las Lanzas. Se completa la decoración con los trabajos de Hércules de Zurbarán y otros cuadros de batallas. Se intenta hacer un paralelismo de la grandeza de la Monarquía española (descendiente de Hércules) y el poderío de los Austrias, a través de los cuadros de batallas.