Portada » Arte » Arte Griego: Orígenes, Características y Evolución
La importancia del arte griego radica en que sus conceptos estéticos se convertirán en la base de la cultura occidental. Grecia recibió muchos elementos del mundo oriental que clasificó y, ampliándolos, los devolvió a Oriente. Educó a Roma e influyó sobre el judaísmo y el cristianismo. Por eso, Occidente ha aceptado los valores griegos como los únicos posibles y, por lo tanto, las obras de arte se han juzgado de mayor o menor perfección de acuerdo con un modelo clásico que obedece al ideal de belleza y verdad griegos.
El Arte Griego en la antigüedad tiene como característica fundamental un alto idealismo estético, lo cual implica que el arte no representa la realidad cruda y directa, sino una visión idílica y perfecta que se percibe por el uso de la proporcionalidad y el equilibrio de los elementos, así como por su interés en reflejar en las obras artísticas las líneas de la figura humana a la perfección, tanto en el dibujo como en la escultura. El cuerpo humano, para ellos, es el fundamento esencial de toda belleza y toda proporción. A esta tendencia se le denomina antropocentrismo.
Los griegos se interesaron muy pronto por los problemas de organización, primero de espacios limitados —el templo, por ejemplo— y, enseguida, del conjunto de una ciudad. Desde la época arcaica aparece una preocupación por el trazado en cuadrícula de las calles y edificios. Sin embargo, es a partir del siglo V a. C. cuando comienzan a ponerse en práctica las teorías de Hipodamo de Mileto, con la aplicación de un plano en forma de damero en el trazado de las ciudades de reciente fundación o reconstrucción: el Pireo y Olinto en el s. V, Priene y Mileto en el IV a. C. No obstante, parece ser que ya en las colonias griegas se da el plano en cuadrícula u ortogonal, y estas son anteriores a Hipodamo, fundamentalmente las ciudades de Italia colonizadas por los griegos desde el s. VII a. C. En todo caso, el trazado hipodámico de las calles o lo más regular posible será desde entonces una constante en el urbanismo griego.
Es evidente que la fórmula política del Estado-ciudad requiere la construcción de recintos y espacios urbanos racionalizados, según lo demandan las diversas funciones de la polis. Surge así una variada tipología de edificios:
En el ámbito religioso, el témenos, recinto sagrado, engloba toda una serie de construcciones destinadas a la realización de sacrificios al aire libre, de fiestas religiosas, con vías sagradas procesionales, «tesoros» votivos, oráculos y también templos. El templo es el edificio-tipo griego, hacia el que canalizan todos sus esfuerzos. El precedente se encuentra en el megarón micénico: cámara rectangular, precedida de un vestíbulo. El templo sólo está destinado a alojar la imagen del dios, es la morada de la divinidad, materializada en la estatua. No constituye, por tanto, un lugar de culto ni de congregación de fieles; de ahí sus proporciones, generalmente reducidas, en contraste con la megalomanía del arte del Próximo Oriente. Las celebraciones y rituales se hacen fuera, donde también se coloca el altar (ara). Por eso, para los helenos, el templo tenía valor fundamentalmente por su exterior, por el modo en que se construía su envoltura: lo que más les importaba era la columnata exterior.
Los templos son de planta rectangular, constan de una cámara principal, cella o naos, un vestíbulo o pronaos, y una columnata que rodea el edificio, el peristilo o perístasis. Suelen descansar sobre un basamento escalonado —estereóbato— cuyo último escalón se denomina estilóbato. Pueden tener un porche posterior simétrico a la pronaos que es el opistódomos, habitualmente al este. El espacio entre el muro interior y la columnata se llama sekos.
Tipos de Templos:
El templo díptero tiene dos filas de columnas. Tholos es el templo circular (cubierta cónica).
A diferencia de la arquitectura egipcia y mesopotámica, la griega busca proporcionar los edificios a la escala del hombre. No es sólo el espacio interno el que se cuida, sino la concepción del edificio como parte de un conjunto —aparición del urbanismo, como vimos— y el aspecto externo —ya hemos dicho que en el templo cuenta poco el espacio interior— con sus valores plásticos: arquitectura modelada, «escultórica», pintada en la mayoría de las ocasiones. Que la arquitectura griega está regida por la proporción, las matemáticas (las medidas áureas, el canon o módulo) lo prueban, en primer lugar, los llamados órdenes clásicos: Orden es el conjunto de reglas de construcción de un edificio. Todas y cada una de las partes del mismo están sometidas a una interrelación, a unas normas estrictas, numéricas, en las que radica la armonía. Aunque afectan a todas las partes, lo más significativo de los órdenes es la forma y medida de las columnas y entablamentos. Es una arquitectura siempre arquitrabada, de apariencia más serena por su estructura de horizontales y verticales. El material suele ser piedra o mármol (del Pentélico), de sillares regulares. La policromía de los edificios era nota característica y aspecto hoy olvidado. Y buscaban la armonía visual, no rigidez meramente numérica, mediante correcciones ópticas: curvatura de entablamentos, inclinación de las columnas hacia dentro, éntasis, desigual distancia de los intercolumnios, etc. De todas estas características, el Partenón es resumen y punto culminante que merece un estudio aparte.
La escultura griega impresiona por haber conseguido llegar a una de las mayores alturas de la Historia del Arte; con la circunstancia, además, de que sólo poseemos una mínima parte de las obras que realizaron, ya que la mayoría ha desaparecido y de muchas sólo nos quedan copias romanas, algunas de no muy buena calidad. Por lo que la información ha tenido que ser completada por los datos de los escritores antiguos. De antemano, también convendría romper la falsa idea del color que muestran hoy: se trataba de escultura policromada. La mayor parte de las esculturas están muy relacionadas con la arquitectura, por estar destinadas al adorno de los templos. De ahí su carácter religioso y que sus temas preferidos sean la ilustración de los mitos griegos con las pintorescas historias de sus dioses y los hechos valerosos de sus héroes. Pero recordemos que los griegos conciben a sus dioses a imagen y semejanza de los hombres: tienen pasiones y pensamientos humanos y, sobre todo, tienen forma humana. Una estatua de un dios es satisfactoria si tiene un aspecto completamente humano, aunque sin los inevitables defectos que todo ser humano posee. Por eso buscan la belleza física del cuerpo humano, pero una belleza idealizada, concebida como una proporción entre las partes, como una anatomía armoniosa en la que se prescinde de lo individual o accidental.
El arte helenístico (fines s. IV – s. I a.C.). La expansión del mundo griego sirvió para la difusión de su cultura en las nuevas ciudades que se crean: Pérgamo (Asia Menor), Alejandría (Egipto), Antioquía (Siria), etc. En estos centros se mezcla la tradición clásica y el arte de las civilizaciones orientales dentro de una concepción de la vida, ya no basada en ideales elevados, sino en el goce de la misma o, simplemente, en la realidad cotidiana que inspira a los artistas. La cultura griega, al tiempo que se contamina de rasgos orientales (egipcios, mesopotámicos, persas), se universaliza. En consecuencia, el arte de este periodo representa la extensión de las formas clásicas, pero que abandonan el sentido ideal para dejar paso a un creciente naturalismo e individualismo, que tienen su fuente cada vez más en la experiencia de los sentidos y no en el intelecto. Además, es un arte que busca la exaltación del poder y prestigio de los príncipes helenísticos.