Portada » Historia » La Guerra Civil Española: Un Conflicto Decisivo
El principal objetivo de la insurrección militar era controlar los principales núcleos de población y ganarse a las tropas más cualificadas. El 17 de julio, el general Mola, al mando de la guarnición de Melilla, venció a la resistencia de militares y grupos obreros, haciéndose con el control de la ciudad, tomando también Ceuta y Tetuán. El día 18, Franco embarcó en Canarias a bordo del Dragon Rapide y se dirigió a Tetuán para ponerse al mando del ejército de África.
La tarde del 18, Casares Quiroga dimitió y Azaña dio la jefatura a Martínez Barrio con el objetivo de pactar con Mola. Pero el general no aceptó y se pronunció el día 19. El fracaso de Martínez Barrio provocó su dimisión, siendo José Giral el encargado de formar un nuevo gobierno el día 19. Su primera decisión fue la de entregar armas a las organizaciones obreras y sindicales. Los sublevados habían conseguido las principales ciudades de Castilla, Galicia, Navarra, Aragón, Andalucía occidental y los archipiélagos. Sin embargo, Andalucía oriental, Levante, Cataluña, Aragón y toda Cantabria seguían fieles a la República. En el País Vasco, el PNV declaró su lealtad a la República.
El general Sanjurjo, que iba a liderar la sublevación como comandante en jefe, murió en un accidente de avioneta el día 20 cuando partía desde Portugal. El general Mola tuvo, por tanto, que planificar y coordinar desde su puesto de mando en Pamplona todas las acciones.
La mayor parte de los oficiales se habían sublevado, y las unidades estaban prácticamente desarticuladas. La República sí contaba con el apoyo de la Armada. Así, el día 20, la escuadra se dirigió a Tánger para bloquear e impedir el traslado del ejército de África, algo que no pudo impedir debido al apoyo alemán e italiano a través de un puente aéreo el día 5 de agosto. Tras la muerte de Sanjurjo, el bando nacional quedó en manos de un puñado de generales, sin una clara jefatura.
El retraso en la llegada a Madrid permitió al gobierno de la República organizar la defensa de la ciudad y enviar a Cartagena todo el oro y plata del Banco de España. El día 18, las tropas sublevadas iniciaron un doble ataque desde el sur y el oeste, encontrándose con una defensa encarnizada, gracias a la llegada de material bélico soviético. El 2 de noviembre, Franco controlaba el sur de la ciudad, por lo que el gobierno abandonó la ciudad y se trasladó a Valencia, provocando la indignación de la población.
A partir de 1937, la guerra cambió de manera drástica, sobre todo por la entrada en liza de tropas extranjeras. El bando nacional estuvo apoyado por la Legión Cóndor (alemana) y el Corpo di Truppe Volontarie (italiano), mientras que el bando republicano estuvo apoyado por las Brigadas Internacionales.
Tras el fracaso que supuso el primer intento de tomar Madrid, Franco decidió realizar una maniobra envolvente sobre la ciudad. El convencimiento de que tomar Madrid era una tarea muy complicada llevó al bando nacional a proseguir la guerra por otros frentes. Franco se dirigió al norte cantábrico, donde tenía una clara ventaja, dando así un duro golpe a la República, al quitarles los importantes suministros mineros e industriales. Mientras tanto, la República trató de frenar el avance con ataques disuasorios en otros frentes. Tras la toma de Guipúzcoa, Franco se dirigió a Vizcaya, donde la resistencia fue muy fuerte. Por ello, y con el objetivo de minar la moral de la población, el 26 de abril se produjo el bombardeo de la ciudad de Guernica, un punto de enorme significación para el nacionalismo vasco.
El 3 de julio, en plena campaña vasca, el general Mola moría al estrellarse su avión cerca de Burgos, por lo que Franco se hizo indiscutible a partir de ese momento. La pérdida del norte fue un duro golpe para el bando republicano, ya que minó la moral de sus tropas, quedando claro que la guerra estaba casi perdida.
En un último intento de evitar la toma de Madrid, el ejército republicano, comandado por el general Vicente Rojo, inició un ataque por sorpresa de la ciudad de Teruel, que estaba en poder rebelde desde el levantamiento. La ciudad volvió a ser recuperada el 25 de febrero, quedando muy diezmado el ejército republicano, sobre todo por el apoyo permanente que los nacionales recibían de sus aliados.
La República necesitaba un golpe de efecto que recuperara la moral de lucha, ya que aún tenía esperanzas de que un conflicto europeo enfrentara a Francia y Gran Bretaña contra Alemania y eso restara apoyos al bando nacional. Pero después de la Conferencia de Múnich en septiembre de 1938, Europa había vuelto a ceder ante Hitler, por lo que el desánimo volvió a cundir entre los republicanos. Gran Bretaña y Francia temían a los comunistas del Gobierno de Juan Negrín, y la URSS, tras el pacto germano-soviético, terminó admitiendo el triunfo del fascismo en España.
Los intentos de llegar a acuerdos con Franco se hacían muy complicados, ya que solo aceptaba una rendición sin condiciones, sin atender a la única petición de Negrín: el compromiso de no emprender represalias contra los vencidos.
El 28 de marzo, las tropas de Franco entraron en Madrid y los frentes que estaban activos se terminaron rindiendo. La guerra finalizaría el 1 de abril de 1939.