Portada » Filosofía » Santo Tomás de Aquino: Un Puente entre la Filosofía y la Teología
Santo Tomás de Aquino aborda temas como Dios, la relación entre este y el hombre, así como la relación entre esencia y existencia. También trata el problema de los universales, frente al que adopta una postura moderada. Influido por el agustinismo filosófico, trata de dotar de una base razonada a la fe, basándose en Aristóteles.
Santo Tomás diferencia entre la razón, que se ocupa de argumentos razonados, y la fe, que es otorgada por Dios y constituye un acto de asentimiento. Fe y razón no se contradicen, ya que ambas provienen de Dios, y al razonar correctamente se ha de llegar a la fe.
Gracias a esta armonía entre fe y razón, la razón ayuda a la fe demostrando las verdades reveladas, como la existencia de Dios o la inmortalidad del alma. De igual forma, la fe ayuda a la razón aportando al pensamiento filosófico ciertos conceptos fundamentales.
También llamada teodicea, la teología trata de explicar la existencia de Dios. Santo Tomás se propone no aceptar la verdad revelada de su existencia, sino que ofrece razones para ella.
El ser humano conoce por los sentidos, pero mediante estos no puede conocer a Dios, ni tampoco mediante la lógica ni las matemáticas. Santo Tomás acude a las cosas creadas para explicar a Dios y rechaza el argumento ontológico (una idea perfecta debe contener en sí la existencia).
Tomás de Aquino propone cinco vías para demostrar la existencia de Dios. Todas comparten la misma estructura y recurren a las cosas creadas para llegar a la existencia de Dios:
El proceso demostrativo tiene dos partes: todo tiene una causa (principio de causalidad), y la imposibilidad de un regreso indefinido plantea la necesidad de una causa primera, un motor inmóvil, un creador que ha de ser Dios.
Una vez demostrada la existencia de Dios, hay que preocuparse por su esencia. Santo Tomás establece tres caminos para hablar de la esencia divina:
Dios está compuesto de todas las cosas buenas presentes en los seres creados, elevadas al infinito, y no de las cosas malas. Es una inteligencia subsistente, no necesita de nada para existir.
La ontología tomista tiene como conceptos centrales la sustancia, el accidente y la teoría de la potencia del ser. La sustancia es el ser accidental (feo, guapo). Los seres creados son contingentes y no existirían si no existiera el creador, que, por lo tanto, es necesario. La esencia es el conjunto de sus notas constitutivas, como, por ejemplo, la razón del hombre.
La existencia se lleva a cabo cuando se actualiza la esencia. Por lo tanto, si ayer existía y hoy no, es que no se ha actualizado. En Dios, la esencia es el propio ser; en él, esencia y existencia van unidas, ya que su esencia es el hecho de existir.
La materia es creada y ordenada por Dios, que es ex nihilo (proviene de la nada).
El hombre se compone de cuerpo y alma, que están unidas (hilemorfismo), aunque el alma puede existir por sí sola y es inmortal e inmaterial.
Hay cierta semejanza entre el hombre y Dios, aunque la imagen del hombre no es perfecta. Solo las criaturas intelectuales son a imagen de Dios, y en las demás especies solo habrá un vestigio de este.
El entendimiento humano es inmaterial, aunque trabaja con cosas materiales, ya que está dotado de sensibilidad, que es el principio para empezar a conocer. Santo Tomás relaciona dicho entendimiento con el alma, aunque esta necesita un cuerpo para conocer, ya que percibe lo sensible del mundo mediante los sentidos.
La unión entre cuerpo y alma limita la esencia de cada objeto (las parcelas del conocimiento), de forma que se puedan llegar a conocer seres y esencias.
Encontramos el entendimiento dividido en entendimiento agente, que es individual y actúa sobre imágenes que la imaginación ha creado a partir de datos sensibles, abstrayendo lo universal de ellos, permitiendo llevar a cabo el procedimiento para ir de lo sensible al conocimiento de universales. Gracias a ello, el entendimiento paciente pasa de la potencia al acto de conocer.
Santo Tomás defiende que el universal solo existe en la mente, aunque tiene un fundamento en la realidad, que es la esencia, el fin de las cosas.
La ética de Santo Tomás es teleológica, y su fin es Dios. Todos los bienes particulares se ordenan en un bien supremo, que es Dios. El fin del hombre es la felicidad (eudemonismo), y esta se corresponde con Dios y la visión de este en la otra vida.
La ley natural es la ley de Dios (eterna e inmutable), y la ley moral es la de los hombres. Santo Tomás plantea que la ley natural ha de ser a su vez la ley de los hombres (ley moral) y que tanto la filosofía como la ética están subordinadas a la ley divina (ley natural).
La ley positiva ha de derivarse de la ley natural y buscar el bien común (no puedes matar porque tienes que conservar la especie), que consiste en la buena producción y justa distribución de los bienes económicos, la paz social y el perfeccionamiento moral. El hombre es un animal social por naturaleza; el Estado es necesario para la realización del ser humano.
Tomás de Aquino defiende que el mejor medio de gobierno es la monarquía, moderada por la aristocracia, y que el Estado ha de subordinarse a la Iglesia y, por lo tanto, la filosofía, a la teología.