Portada » Historia » Evolución de España en el Siglo XIX: Economía, Sociedad y Cultura
Durante el siglo XIX, España experimentó profundas transformaciones económicas que buscaban eliminar las trabas del Antiguo Régimen y liberalizar el mercado de la tierra. Para ello, se implementaron medidas como:
La desamortización consistió en la expropiación por parte del Estado de tierras eclesiásticas (manos muertas) y municipales (propios y comunales) para su posterior venta en subasta pública. El Estado se hacía cargo de los gastos del culto y el clero, mientras que los municipios recibían un porcentaje de las ganancias. Este proceso no logró los resultados esperados en términos de redistribución de la tierra.
Precedida por la disolución de órdenes religiosas en 1835, esta desamortización buscaba:
Se criticó por no repartir las tierras entre los campesinos, beneficiando principalmente a la burguesía. La mayoría de las tierras expropiadas eran eclesiásticas.
Durante el Bienio Progresista, esta desamortización se centró en tierras municipales, con el objetivo de reducir la deuda pública y financiar infraestructuras como el ferrocarril.
A pesar del aumento de la superficie cultivada, la producción creció poco debido a los bajos rendimientos, y persistieron las crisis de subsistencia.
La industrialización en España fue tardía en comparación con otros países europeos, concentrándose principalmente en Cataluña y el País Vasco. Este retraso se debió a varios factores:
La expansión del ferrocarril fue clave para la modernización económica, aunque llegó con retraso. La primera línea fue Barcelona-Mataró, seguida de Madrid-Aranjuez. El primer ferrocarril en territorio español se construyó en Cuba (1837). La Ley General de Ferrocarriles de 1855 impulsó el desarrollo ferroviario, alcanzando 5145 km en 1866. La falta de capital nacional llevó a una fuerte participación de capital extranjero, incentivada por la reducción de aranceles a los países inversores.
La revolución liberal transformó las relaciones sociales al eliminar los privilegios estamentales e igualar a todos ante la ley. Sin embargo, España en el siglo XIX presentaba una marcada dualidad social:
La población española creció a un ritmo más lento que la de otros países occidentales. A partir de 1860, España entró en la «transición demográfica», caracterizada por un descenso de la mortalidad y una alta natalidad. La población aumentó de 11 millones en 1797 a 18,5 millones en 1900, con mayor crecimiento en la periferia que en el interior. El éxodo rural se intensificó a partir de 1870, provocando una importante emigración a América y Europa.
La industrialización y el liberalismo configuraron una nueva organización social basada en la riqueza:
La débil y tardía industrialización explica el escaso desarrollo del movimiento obrero hasta el siglo XIX. Las primeras manifestaciones fueron revueltas luditas en Barcelona en la década de 1830. En la década de 1840 surgieron las primeras asociaciones de socorro mutuo. Durante el Bienio Progresista se produjo la primera huelga general y se formaron los primeros sindicatos de clase. En Andalucía hubo levantamientos campesinos pidiendo una reforma agraria. La Gloriosa (1868) y el Sexenio Democrático permitieron la legalización del movimiento obrero y la difusión de ideas socialistas y anarquistas.
Primeras manifestaciones: Influencia del socialismo utópico y de la Primera Internacional. Giuseppe Fanelli introdujo el anarquismo de Bakunin en España. En 1870 se fundó la Federación Regional Española (FRE), que adoptó la huelga como forma de lucha. En 1871, Paul Lafargue impulsó el marxismo y la creación del PSOE por Pablo Iglesias. Las diferencias entre marxismo y anarquismo llevaron a la expulsión de los anarquistas de la Internacional. Tras un periodo de clandestinidad durante la Restauración, la Ley de Asociaciones de 1881 permitió la legalización de las organizaciones obreras. En 1879 se fundó la Agrupación Socialista Madrileña, núcleo originario del PSOE. En 1888 se creó la Unión General de Trabajadores (UGT).
A lo largo del siglo XIX, la sociedad española se modernizó y adoptó el modelo capitalista en las grandes ciudades. Sin embargo, el poder de los caciques seguía siendo fuerte en el ámbito rural. El desarrollo del movimiento obrero fue una expresión de rechazo a esa dependencia.
El siglo XIX en España, al igual que en el resto de Europa, estuvo marcado por la Revolución Liberal, que supuso una aceleración histórica y la ruptura con la sociedad estamental. Triunfó la mentalidad burguesa, y dos movimientos culturales representativos de la transición entre el Antiguo Régimen y el orden burgués fueron el Neoclasicismo y el Romanticismo. Ambos se enfrentaron al sistema señorial y se basaron en la libertad, el individualismo y la renovación. El Neoclasicismo priorizaba la razón, mientras que el Romanticismo daba prioridad al sentimiento.
La Guerra de la Independencia marcó un periodo de auge cultural, con figuras como Martínez de la Rosa, Larra y Espronceda, que eran a la vez literatos y políticos. El ascenso del liberalismo en la década de 1830 fue paralelo al triunfo del Neoclasicismo. El Sexenio Democrático trajo consigo la apertura al exterior y la llegada de corrientes como el positivismo, el krausismo y el darwinismo. En literatura, el Realismo, con autores como Galdós y Clarín, fue la corriente más significativa.
Surgieron nuevos centros de ocio como los cafés, destacando «La Fontana de Oro», y los ateneos, donde se formaban los futuros políticos. La fiesta de los toros era popular entre todas las clases sociales.
El enriquecimiento de la aristocracia y parte de la burguesía con las desamortizaciones creó una élite rentista que no invertía en actividades productivas. Esta élite impuso su mentalidad conservadora, manteniendo muchos de los privilegios señoriales bajo la forma del caciquismo. La Iglesia ejercía un fuerte poder ideológico sobre estos grupos. En la segunda mitad del siglo, surgió una mentalidad más democrática que buscaba romper con los privilegios de clase y promover la participación de otros sectores sociales. Los pilares de la mentalidad conservadora eran el prestigio social asociado a la posesión de tierras y la aversión a la pobreza. Con la Restauración, se volvió al sistema anterior, con periodos más democráticos.
En el siglo XIX se desarrolló la idea ilustrada de que la educación era fundamental para el progreso social. La Ley Moyano de 1857 estableció la primera ley de educación, dividiendo la enseñanza en primaria, secundaria y universitaria. Se estableció un sistema dual, estatal y privado. La implantación de la educación primaria y secundaria redujo progresivamente el analfabetismo. En 1900, la mayoría de la población estaba escolarizada en primaria. En 1906-1907, la escolarización era obligatoria hasta los 9 años. En 1900 había un instituto por capital de provincia, pero solo el 16% de los alumnos accedía a la secundaria. Los estudios universitarios eran uniformes y centralistas, con unos 17.000 estudiantes y sin libertad de cátedra.
En la segunda mitad del siglo, surgió la polémica entre el krausismo, una filosofía que intentaba conciliar el racionalismo con la ética humanista, y el tradicionalismo católico. Se crearon instituciones privadas como la Institución Libre de Enseñanza (1876), fundada por Francisco Giner de los Ríos, basada en los principios del krausismo, y las Escuelas del Ave María (1878), fundadas por el padre Manjón, con un enfoque religioso y orientadas a sectores marginales. En 1901, Francisco Ferrer Guardia fundó la Escuela Moderna, la primera experiencia pedagógica relacionada con el movimiento obrero, que rechazaba la pedagogía tradicional y defendía el racionalismo moral.
La prensa experimentó un gran desarrollo, especialmente durante el Trienio Liberal y la Restauración. La Ley de Prensa de 1833 impulsó el crecimiento del número de periódicos y de la prensa política. Otros medios de difusión cultural fueron las academias y los museos, destacando el Museo del Prado, inaugurado en 1819 con las colecciones reales donadas por Isabel de Braganza, y el Museo Arqueológico Nacional (1867). También destacaron instituciones privadas como el Ateneo y el Liceo Artístico y Literario. En el ámbito artístico, destacaron el Romanticismo, con su exaltación del costumbrismo, la novela histórica y el retrato burgués, y el Realismo, con su reflejo en la novela, la pintura y la arquitectura historicista. En música, surgió la zarzuela.