Portada » Historia » La Dictadura de Franco: Estructura, Ideología y Oposición en España (1939-1975)
Tras su victoria en la Guerra Civil y su nombramiento como jefe del Estado, Franco instauró hasta su muerte una dictadura militar (1939-1975). Su carácter totalitario queda patente en la figura de Franco como un líder, la existencia de un partido único, el monopolio de las instituciones por parte del Estado y la eliminación de cualquier tipo de oposición.
Su régimen se enmarca dentro de la ola de regímenes totalitarios inspirados en el fascismo que surgieron en la década de los 20-30 en Europa, y que fueron derrotados en 1945. El totalitarismo franquista nació como una dictadura inspirada en el modelo fascista italiano de Mussolini y el nazismo alemán enunciado por Adolf Hitler. Su carácter centralista del Estado lo llevó a cabo con el control de los medios de comunicación, sujetos a una rígida censura y utilizados como un aparato de propaganda franquista.
Los pilares ideológicos del franquismo fueron:
Contó con el apoyo de instituciones como la Iglesia, que legitimó la sublevación y recuperó sus privilegios, así como el control de la educación reforzado con la firma del Concordato en 1953 (la relación con la Iglesia se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II). La Iglesia proporcionó cuadros dirigentes a través de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP) y, posteriormente, del Opus Dei, organización ultraconservadora a la que pertenecían los tecnócratas que dirigieron la apertura al exterior desde los años 60.
El Ejército, leal a Franco hasta el final con figuras como Carrero Blanco, y la Falange (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista – FET de las JONS), se encargó de dotar al régimen de sus bases ideológicas y procuró el apoyo social gracias a cuatro organizaciones de masas:
En cuanto a los grupos sociales, contó con el apoyo de la oligarquía económica, la burguesía de provincias y pequeños campesinos tradicionalistas. El resto de la sociedad se acomodó a la dictadura en silencio y al margen de la participación política. Los monárquicos, que apoyaron inicialmente a Franco, se distanciaron a medida que el franquismo se consolidaba como régimen, sin dar paso a la restauración monárquica que ellos esperaban. Lo mismo ocurrió con los carlistas.
La consolidación del régimen fue posible gracias al exilio y la instauración de una dura represión (ejecuciones, encarcelamientos y depuración) para lo que se promulgaron leyes como la de Responsabilidades Políticas (1939), de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940), para la Seguridad del Estado (1941) o la de Represión de Bandidaje y Terrorismo (1947), para lo que se contó con la Brigada Político Social.
Tras la Guerra Civil se estableció en España una dictadura militar y se sustituyó el sistema republicano (democrático, descentralizado y laico) por uno autoritario, centralizado y católico en el que Franco reunía todo el poder, era Jefe del Estado (caudillo de España), de Gobierno, del Ejército y del partido único (FET y de las JONS, denominado desde 1943 Movimiento Nacional). Este régimen permaneció desde 1939 hasta 1975 y se institucionalizó a través de las Leyes Fundamentales.
De 1938 son la Ley de la Administración General del Estado, por la que Franco asume el poder legislativo, y el Fuero del Trabajo para regular las relaciones laborales a través del sindicato vertical; en 1942 se promulga la Ley de Cortes que establece una cámara consultiva; en 1945 el Fuero de los españoles que recogió derechos y deberes; y en 1947 la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, gracias a la cual nombrará como su sucesor al rey Juan Carlos I.
La evolución del régimen estuvo muy condicionada por la política internacional. En un primer momento, España se declara neutral, pero en 1939 se firma el acuerdo de asociación al Eje Berlín-Roma-Tokio; se pasa a la no beligerancia, en la que, sin participar activamente en la guerra, muestra su apoyo logístico a las tropas alemanas, enviando la División Azul. En 1943 se vuelve a la neutralidad. A partir de 1945, la situación es de aislamiento internacional, se rechazó su entrada en la ONU, se calificó al régimen como fascista, se retiraron embajadores y España fue excluida del Plan Marshall.
Sin embargo, con la Guerra Fría, se iniciaron las conversaciones con EE.UU. y en 1953 se firmó el Concordato con la Iglesia y en 1955 el país ingresó en la ONU. La imagen del fin del aislamiento es la visita de Eisenhower a España en 1959, aunque fue rechazada por la CEE. Los éxitos se vieron empañados por la pérdida de las últimas colonias de Marruecos y Guinea y la crisis diplomática con el Reino Unido por Gibraltar. En los años 70, España estaba tan debilitada internacionalmente que no pudo evitar la invasión marroquí del Sáhara (Marcha Verde).
La dictadura atravesó diferentes etapas caracterizadas por el predominio de unas familias sobre otras. El primer franquismo comenzó como una dictadura totalitaria dominada por militares y Falange (Serrano Suñer). Sin embargo, a partir de 1943, ante la posibilidad de que el Eje perdiera la guerra, Falange irá perdiendo importancia; se sustituye la simbología fascista y se da una orientación más católica.
Esta etapa está caracterizada por el aislamiento internacional y la autarquía, lo cual supuso la introducción de cartillas de racionamiento, el auge del mercado negro, la aparición del estraperlo, la escasez y la miseria.
El gobierno formado por Franco el 25 de febrero de 1957 y los de la década de los 60 supusieron una segunda etapa con un claro predominio de los llamados tecnócratas del Opus Dei. Se completa la institucionalización del régimen con la Ley de Principios del Movimiento Nacional, que define el régimen como una monarquía tradicional, católica, social y representativa (1958) y la Ley Orgánica del Estado (1967). Aunque los principios del régimen permanecerán inamovibles, se inician relaciones internacionales y se promulga la Ley de Prensa que suprime la censura previa y la de Libertad Religiosa. En 1969, Franco nombra sucesor al Príncipe Juan Carlos de Borbón.
En 1968 se abrió la posibilidad de crear asociaciones políticas dentro del régimen y a partir de este momento el franquismo se divide en aperturistas (Fraga Iribarne, a favor de adaptar el régimen a la realidad social), el Búnker (inmovilistas) y conservadores de Carrero Blanco (partidarios de reformas que no modifiquen los principios fundamentales). En 1973, por primera vez se separan los cargos de Jefe de Estado y Jefe del Gobierno, cargo que cayó en manos de Carrero Blanco (asesinado por ETA en 1973) que sería sustituido por Arias Navarro. A partir de los años 70, los acontecimientos se precipitarán, aumentan las huelgas, la conflictividad social, actos violentos y, en consecuencia, la represión y la presión internacional sobre el régimen. Con el fallecimiento de Franco el 20 de noviembre de 1975, se hizo patente que España tenía un régimen obsoleto, alejado totalmente de la realidad y de la sociedad civil, dividido y repudiado internacionalmente.
Hasta los años 60, la estructura social española se basaba en una población rural, dominada por una oligarquía agraria, con una pequeña clase media urbana y la Iglesia como institución influyente. Era una sociedad inspirada en los valores tradicionales católicos: religión, familia, patria y orden.
En los años 60, el desarrollo industrial triplicó la renta nacional y aumentó la producción y la competitividad. Los factores que influyeron en el comportamiento de la nueva sociedad fueron:
La emigración de mano de obra a Europa supuso la llegada de capitales, que mejoraron el déficit público. Casi dos millones de españoles optaron por emigrar a países europeos (Alemania, Francia, Suiza y Bélgica), solo un 11% emigró a Latinoamérica. Se produce también el éxodo rural; unos 4 millones de personas procedentes de Andalucía, Extremadura, ambas Castillas, Aragón o Galicia se trasladaron a las zonas industriales como Madrid, Cataluña, País Vasco, Valencia y áreas turísticas. En 1970, ya el 66% de la población vive en núcleos urbanos, aumentando los problemas en las ciudades (suburbios, pueblos periféricos, etc.). A partir de los años 60, la población activa se distribuye de la siguiente manera: 29% sector primario, 37% secundario y 34% terciario. El aumento del sector secundario estuvo acompañado de la lucha obrera y sindical, pese a su clandestinidad.
El desarrollo económico permitió mejoras sociales como el sistema de prestaciones sociales y sanitarias; aumento de la escolarización y reducción del analfabetismo (Ley General de Educación de 1970), mejoran la alimentación y la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa. Se produjeron también cambios en la mentalidad de los españoles, hacia 1970, la sociedad de consumo se había establecido y habían cambiado ciertos hábitos como la asistencia a actos religiosos, nuevos hábitos de relación social y sexual, aceptación de modas, la música (rock, pop), ocio (guateques y discotecas), costumbres y movimientos culturales foráneos.
En cuanto a la economía del primer franquismo, es intervencionista y autárquica (autosuficiente y aislada del exterior), lo que provoca un retraso económico, estancamiento y crisis de subsistencia.
El Estado interviene económicamente creando un sector industrial público a través del INI (Instituto Nacional de Industria), regula los precios y limita las importaciones. Esto supuso un encarecimiento de los productos básicos y se instalaron el tráfico de influencias, la corrupción y el amiguismo. La ineficacia de este sistema, el racionamiento y el riesgo de quiebra llevó a Franco en 1957 a formar un nuevo gobierno tecnocrático que inicia medidas de liberalización económica y diseñan un plan en 1959 (momento en que se había ingresado en la OECE, FMI y Banco Mundial) que se apoya en dos ejes: el Plan de Estabilización que buscó el saneamiento de la economía, disminuyó el gasto público, redujo la inflación y fomentó las exportaciones devaluando la peseta y la liberalización económica y la apertura hacia el exterior fomentando inversiones extranjeras.
El Plan de Estabilización de 1959 tiene unos efectos iniciales negativos debido a la política de austeridad (se congelan salarios, se cierran empresas y aumentan los impuestos y la inflación), pero a partir de 1961 comienza un período de crecimiento económico gracias a la existencia de una mano de obra abundante y barata, a la instalación de empresas extranjeras, a la llegada de divisas procedentes del turismo y los emigrantes. La dictadura encontró en el desarrollismo un nuevo elemento legitimador, aunque sus carencias fueron importantes: crecimiento insuficiente para proporcionar empleos (lo que provoca la emigración hacia Europa), los bajos salarios que mantuvieron la renta per cápita baja, falta de recursos públicos; industrias de escaso nivel tecnológico y desequilibrios territoriales, para lo cual el Estado puso en marcha los Planes de Desarrollo (1962), dirigidos por el tecnócrata López Rodo, orientados a ordenar los recursos económicos para obtener un crecimiento mayor y equilibrado. Se pretende conjugar el interés estatal con el privado y potenciar zonas poco desarrolladas. Hubo tres planes (centrados en la industria, agricultura, educación, vivienda y transportes; el último paralizado por la crisis del petróleo de 1973). No cumplieron sus objetivos, pues se acabó invirtiendo en las zonas más rentables y, aunque aumentó la inversión pública (transportes, carreteras, vivienda…), no consiguió solucionar los problemas del país.
La oposición a la dictadura de Franco comenzó desde el mismo final de la Guerra Civil y evolucionó a lo largo de toda la etapa. Estuvo protagonizada por grupos ideológicamente distintos, de los cuales el PCE fue el más activo y organizado (actuó en universidades y ambientes sindicales y aumentó las reivindicaciones de forma gradual a lo largo del franquismo). La respuesta del régimen siempre fue la misma: la represión.
El exilio fue la única salida para gran parte de quienes perdieron la guerra y supuso una importante pérdida demográfica, económica e intelectual. Los exiliados tuvieron que adaptarse a los países de acogida en situaciones especialmente dramáticas y con la Segunda Guerra Mundial a punto de estallar. Tras la guerra, la mayoría de los exiliados huyó hacia Francia, y más tarde el estallido de la guerra mundial les dispersó hacia América Latina. Otros se sumaron a la resistencia contra los nazis y miles de ellos acabaron en los campos de concentración (4500 republicanos muertos en Mauthausen). Muchos comunistas emigraron a la URSS y lucharon en las filas del Ejército Rojo.
En la inmediata posguerra, el régimen desató una durísima represión para asentar las bases del nuevo Estado y liquidar cualquier disidencia. Miles de españoles fueron encarcelados y fusilados bajo la cobertura de la Ley de Responsabilidades Políticas (1939), de Supresión de la Masonería y el Comunismo (1940), Ley para la Seguridad del Estado (1941) o la Ley de Represión del Bandidaje y el Terrorismo (1947), lo cual explica que durante los primeros años la oposición se dedicara solo a sobrevivir. En 1944 se produce el retorno de algunos republicanos que habían combatido con la resistencia francesa, que reforzaron los maquis organizados por el PCE y anarquistas que actuaron hasta los años 60, aunque nunca supusieron un peligro real para el régimen. Su principal acción fue el intento de invasión del Valle de Arán en 1944 que fracasó.
Los republicanos exiliados a México desarrollan una importante oposición política al franquismo, se mantuvieron instituciones políticas de la República y de los gobiernos catalán y vasco que intentaban obtener el apoyo de las democracias europeas. Por otro lado, los monárquicos encabezados por D. Juan de Borbón reivindicaban el restablecimiento de una monarquía democrática.
Los cambios económicos y sociales en contraste con el férreo control político y la restricción de libertades del régimen tuvieron como consecuencias el aumento de reivindicaciones. Los principales focos de oposición fueron:
En cuanto a la oposición política, en 1962 tiene lugar el Contubernio de Múnich, congreso en el que participaron todos los partidos democráticos. Esto fue respondido por el régimen con una fuerte campaña en prensa y organización de manifestaciones, acusándoles de traidores. También se reactivó el nacionalismo catalán y vasco, donde nace la organización terrorista ETA.
Al final del franquismo, el inmovilismo del régimen y las transformaciones sociales provocaron el aumento y diversificación de la oposición, dentro y fuera del país. La lucha obrera y sindical, protestas estudiantiles y los conflictos vecinales cobraban fuerza. En los 70 nacen el FRAP y el GRAPO, organizaciones terroristas de izquierda radical y ETA asesina a Carrero Blanco. La crisis de 1973 genera paro y acentúa las movilizaciones y conflictividad social. El “búnker” (partidarios de mantener intacto el régimen franquista) impone a Arias Navarro como presidente del Gobierno (enero, 1974). El nuevo presidente genera esperanzas de apertura, que se desvanecen con el cese de ministros aperturistas. Caen las dictaduras de Portugal y Grecia en 1974 y España es la única dictadura en una Europa plenamente democrática. La debilidad del franquismo era tal que Marruecos aprovechó la agonía de Franco para invadir el Sáhara Occidental (Marcha Verde). El 20 de noviembre de 1975 muere el dictador y en un ambiente de total incertidumbre, que dará paso a la Transición Española.
El nuevo régimen impuso la llamada cultura del nacional-catolicismo. La inmensa mayoría de los intelectuales, científicos, profesores y escritores se habían exiliado o habían sido depurados. Algunos no vivieron para contarlo, como el poeta Federico García Lorca, que murió asesinado durante la guerra, y Miguel Hernández, que falleció durante su encarcelamiento. La actividad cultural estuvo sometida a una rígida censura. En este periodo desarrollaron su labor autores franquistas y falangistas como Pemán, Dionisio Ridruejo, Antonio Tovar y Pedro Laín (estos tres últimos acabaron con los años mostrándose críticos con el régimen). Continuaron su tarea los poetas de la Generación del 27 que no se exiliaron como Dámaso Alonso, Aleixandre o Gerardo Diego. A partir de la década de los 60, el sombrío panorama empezó a cambiar, con autores como Ferlosio, Miguel Delibes, Ana María Matute o Camilo José Cela, en la novela; poetas como Blas de Otero; en el teatro, Buero Vallejo; o en la filosofía, figuras como Julián Marías o Aranguren. En el mundo del arte, hay que destacar a Dalí, Antonio Saura, Antonio Tapies, el escultor Eduardo Chillida y el cineasta García Berlanga. En el exilio, numerosos escritores y artistas continuaron su obra: poetas como Juan Ramón Jiménez, Cernuda, León Felipe, Pedro Salinas, Jorge Guillén o Alberti; novelistas como Max Aub y Ramón J. Sender; músicos como Falla o Pau Casals; filósofos como Ortega y Gasset o María Zambrano; historiadores como Américo Castro o Sánchez Albornoz; científicos, como Severo Ochoa; artes plásticas, Picasso, Joan Miró y el director de cine, Luis Buñuel. Su labor en los países de acogida fue muy importante y de gran influencia.