Portada » Psicología y Sociología » El Individualismo en la Posmodernidad: La Era del Vacío y la Indiferencia
Las estructuras de la modernidad se disuelven. La política, tanto en sus candidatos como en la acción política, se reduce a una personalización extrema, donde la imagen de marketing cobra un auge sin precedentes. Se busca la proximidad con los políticos, y la comunicación política se centra en seducir mediante grandes puestas en escena, más que en convencer con argumentos. Este cierre cognitivo, provocado por la saturación de imágenes, disuelve la estética en torno a lo individual, llevando lo público al ámbito de la individualidad.
La era del vacío, provocada por el capitalismo, se caracteriza por la paradoja de tenerlo todo y, al mismo tiempo, no tener nada. La euforia y la desesperanza de vivir al límite son sus sellos distintivos. El capitalismo funciona a través del libido, y Narciso, símbolo del individualismo desprovisto de moralidad, se erige como el símbolo de nuestro tiempo. El hombre político da paso al hombre psicológico, y las estructuras sociales, sostenidas por las personas, se desligan de las grandes ideas. En política, la seducción prevalece sobre el discurso.
La lucha por la individualidad y el narcisismo plantea la compleja pregunta de cómo construir políticas sin solidaridad. En el mercado, se observa una pluralidad de intentos económicos, mientras que la democracia liberal sostiene la igualdad de derechos y valor para todos. La excesiva deconstrucción de la historia da lugar al encuentro de los relatos mínimos. La socialización global y el posmodernismo coexisten en un contexto donde el poder del Estado nacional se evapora, dando paso a lo global. La sociedad se diluye en la globalización, ante la ausencia de instituciones capaces de afrontar estos desafíos. Es crucial crear instituciones equivalentes a nivel global para contrarrestar la política errática y el poder global. Los medios de comunicación representan el mundo como una serie de fenómenos breves, pasando rápidamente de uno a otro.
El proceso de personalización, en contraposición a la socialización disciplinada, configura una sociedad flexible basada en la información, las necesidades, el sexo, el culto a los factores humanos, la naturalidad, la cordialidad y el sentido del humor. La gestión de comportamientos ya no se basa en la tiranía de los detalles, sino en el mínimo de coacciones y el máximo de elecciones privadas posible, con el mínimo de austeridad y el máximo deseo. Las instituciones se adaptan a las motivaciones y deseos individuales, y la imagen rigorista de la libertad desaparece, dando paso a nuevos valores que promueven el libre despliegue de la personalidad íntima, la legitimación del placer y el reconocimiento de las peticiones singulares. El ideal moderno de subordinación del individuo a las aspiraciones colectivas se ha pulverizado.
Esta transformación de la vida, unida a la revolución del consumo, ha permitido el desarrollo de los derechos y deseos del individuo, estableciendo el derecho a la libertad como un imperativo en la vida cotidiana. El posmodernismo se caracteriza por la indiferencia de la masa, la pérdida del optimismo tecnológico y científico, y la destrucción de los puntos de referencia y los sentidos únicos. La gente se centra en el presente, en vivir el aquí y el ahora. Sin embargo, no hay una carencia de sentido, sino un valor cardinal que perdura: el individuo y su derecho a realizarse, a ser libre.
El narcisismo, símbolo de la individualización total, se centra en la realización emocional de uno mismo. El individuo, desconectado y replegado en su intimidad, no se asimila a una estricta despolitización, sino que también participa de un entusiasmo relacional, particular, como se evidencia en la proliferación de asociaciones, grupos de asistencia y ayuda mutua. La última figura del individualismo no reside en la independencia social, sino en la ramificación en colectivos con intereses miniaturizados e hiperespecializados. El narcisismo, a nivel de la solidaridad de microgrupos y en redes situacionales, reafirma su apatía por los objetivos universales, replegándose en la agrupación con los idénticos.
La modernidad, obsesionada por la producción y la revolución, da paso a la posmodernidad, obsesionada por la información y la expresión. El emisor se convierte en el principal receptor. La seducción, ajena a la alienación de las conciencias y al engaño, modela un proceso sistemático de personalización que consiste en multiplicar y diversificar la oferta, proponer más para que el individuo decida más, ejerciendo su libre elección y entregándose a la satisfacción de sus intereses propios.
Capítulo II: La Indiferencia Pura (La Era del Vacío, Lipovetsky)
Palabras Clave: Desierto, indiferencia, apatía, espectáculo, Narciso.
La modernidad trajo consigo el desierto, los genocidios, las guerras, formas de aniquilación y amenazas absolutas. En la posmodernidad, el desierto es paradójico: sin catástrofe, sin tragedia ni vértigo. Se manifiesta en la deserción de las masas en el corazón de las metrópolis contemporáneas.
«¿Quién cree aún en el trabajo cuando conocemos las tasas de ausentismo y de turno ver, cuando el frenesí de las vacaciones, de los fines de semana, del ocio no cesa de desarrollarse, cuando la jubilación se convierte en una aspiración de masa, o incluso en un ideal?» (Pp.35)
El saber, el poder, el trabajo, el ejército, la familia, la iglesia, los partidos han dejado de funcionar globalmente. Existe un despojo de su grandeza anterior a las instituciones. No obstante, estas funcionan por inercia, en el vacío, sin adherencia ni sentido, no hay allí otra cosa que un desierto apático.
La indiferencia, pero no la angustia metafísica, caracteriza esta nueva apatía. Nietzsche, con su «A nadie le importa», anticipa dos líneas de reacción ante el oscurecimiento europeo: un nihilismo pasivo (inanidad universal) y un nihilismo activo (autodestrucción). Esta nueva apatía deja atrás la nostalgia y angustia del existencialismo.
«El desierto ya no se traduce por la rebelión, el grito o el desafío a la comunicación, sólo supone una indiferencia ante el sentido, una ausencia ineluctable, una estética fría de la exterioridad y la distancia, pero de ningún modo la distanciación» (Pp.37-38)
Importancia del espectáculo
La máquina de la enseñanza se ve neutralizada por la apatía escolar, la atención dispersa y el escepticismo.
«Es ese abandono del saber lo que resulta significativo, mucho más que el aburrimiento, variable por lo demás, de los escolares. Por eso, el colegio se parece más a un desierto que a un cuartel, donde los jóvenes vegetan sin grandes motivaciones ni intereses« (Pp. 39)
La abstención de la ciudadanía y el estilo espectacular de los políticos (animación, debates personalizados) son la norma.
«La política ha entrado en la era de lo espectacular, liquidando la conciencia rigorista e ideológica en más de una curiosidad dispersada, capturada por todo y nada» (Pp. 39)
Se anuncia el redescubrimiento de valores.
«Ese sería el posmodernismo, la vuelta a lo regional, a la naturaleza, a lo espiritual, al pasado. Después del desarraigo moderno, el regionalismo y la ecología y ante todo el retorno a los valores que por lo demás cambia cada 6 meses, oscilando de la religión a la familia, de la tradición al romanticismo, en la misma indiferencia general hecha curiosidad y tolerancia». (Pp. 40)
«El momento posmoderno es mucho más que una moda; explicita el proceso de indiferencia pura con el que todos los gustos, todos los comportamientos pueden cohabitar sin excluirse, todo puede escogerse a placer» (Pp. 41)
Ser cosmopolita y regionalista a la vez, o la lógica del ecologismo, es la consagración de la lógica de la indiferencia. Alienta el proceso de personalización y liberación del espacio privado.
«El posmodernismo no es más que un grado suplementario en la escalada de personalización del individuo dedicado al self-service narcisista y a combinaciones caleidoscópicas diferentes.» (PP. 41)
La indiferencia designa una nueva conciencia, no una inconsciencia; disponibilidad, no exterioridad; presión, no depreciación.
La alienación se produce por la mecanización del trabajo, induciendo una apatía por el campo de las posibilidades y el libre servicio generalizado en la posmodernidad, comenzando allí la indiferencia pura. Alienación (Marx) ßà División del trabajo à Indiferencia pura.
El suicidio es incompatible con la era de la indiferencia: por su solución radical o trágica, inversión extrema de la vida. El laxismo del suicidio no corresponde al laxismo posmoderno.
El individuo puro, Narciso en busca de sí mismo, es propenso a desfallecer o hundirse en cualquier momento.
«La Libertad, como la guerra, ha propagado el desierto, la extrañeza absoluta del otro». (Pp. 48)