Portada » Geografía » Transformación Económica y Social de España: 1957-1973
Durante los gobiernos de Franco a partir de 1957, se produjo una transición del dominio de los principios falangistas al predominio de los tecnócratas, vinculados al Opus Dei. El crecimiento económico se convirtió en la principal garantía de estabilidad social. El objetivo primordial era incorporar criterios de racionalidad y eficacia a la gestión del Estado para asegurar la continuidad del régimen. Este reformismo técnico buscaba, sin cuestionar la dictadura, una salida a la grave situación económica y social derivada de la autarquía.
Este cambio de rumbo se debió a la mala coyuntura económica de finales de 1950: agotamiento de las reservas del Banco de España, subida de la inflación, desequilibrio presupuestario, presión de los organismos internacionales y aumento de las protestas sociales. A esto se sumó la etapa de recuperación económica en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.
El Plan de Estabilización de 1959 tenía como objetivos el fin del intervencionismo estatal de los años precedentes y la supresión de los obstáculos a la liberalización comercial y financiera.
Sus ejes de actuación fueron:
A cambio de estos compromisos, diversos organismos internacionales concedieron préstamos a España. Estas medidas pretendían incorporar a España a los mercados internacionales para un crecimiento económico posterior.
Se crearon tres Planes de Desarrollo Económico y Social de vigencia cuatrienal, bajo la dirección de la Comisaría del Plan de Desarrollo, liderada por Laureano López Rodó. La planificación económica indicativa buscaba impulsar desde el Estado el crecimiento de la economía española, programando la actividad del sector público y ofreciendo información y previsión a los inversores privados.
Las líneas de desarrollo incluían:
Si bien se logró dotar a la iniciativa privada de infraestructuras y materias básicas, contribuyendo al crecimiento industrial en un marco económico favorable, la ejecución de los planes estuvo más condicionada por los intereses de grupos económicos cercanos al poder, lo que resultó en una inversión ineficaz.
El crecimiento económico se vio propiciado por una buena coyuntura económica internacional, la inversión de capital extranjero con la instalación de empresas extranjeras, los ingresos del turismo, las remesas de emigrantes, los reducidos costes laborales y el gasto público en infraestructuras. Este crecimiento se frenó en 1973 con la crisis del petróleo, derivada de los enfrentamientos entre palestinos e israelíes, que provocó un aumento en los precios del petróleo y afectó especialmente a Europa, frenando la emigración española.
El sector industrial fue el motor central de la expansión económica española. La mejora de la productividad, impulsada por bajos salarios, importación de tecnología, inversión de capitales extranjeros, y el aumento del peso de los sectores de bienes de equipo, conllevó a una disminución de precios, favoreciendo las exportaciones y la subida de salarios. Esto, junto con la difusión de la compra a plazos, aumentó la demanda de bienes de consumo duraderos.
Los sectores industriales que lideraron el proceso fueron la industria química, energética, siderúrgica, construcción naval y automovilística. También crecieron otras de bajo contenido tecnológico como la de vestido, calzado y muebles. Las zonas con tradición industrial (País Vasco, Cataluña y Asturias) siguieron creciendo, y se produjo una expansión en nuevas zonas (Madrid) y nuevos enclaves industriales (Valencia, Sevilla, Vigo, Burgos, etc.).
En 1960, la agricultura tradicional, basada en abundante mano de obra con bajos salarios, oferta adaptada a un mercado con escasas necesidades alimenticias, y un amplio minifundismo que coexistía con grandes latifundios mal trabajados, entró en crisis.
Las nuevas oportunidades de trabajo en la industria provocaron un éxodo rural, disminuyendo la mano de obra campesina y aumentando los salarios. Los empresarios iniciaron un proceso de mecanización y uso de abonos químicos para intensificar los cultivos, lo que redujo aún más la ocupación en el campo y aumentó la emigración. La demanda de comestibles se diversificó, disminuyendo el consumo de cereales y legumbres en favor de productos ganaderos y hortofrutícolas.
El gobierno estimuló la concentración parcelaria y la construcción de regadíos, transformando el campo español: disminuyó la población activa agraria, desaparecieron pequeñas explotaciones y mejoraron los sistemas de producción.
Se produjo la tercerización de la economía con un intenso proceso de urbanización, aumento de las redes de distribución y comercio, y mejora de los medios de transporte y comunicación. El boom turístico, con la llegada masiva de turistas atraídos por el clima, las playas y los precios baratos, generó una elevada fuente de ingresos y un aumento de la actividad hotelera y de servicios.
El sector bancario creció gracias a la inversión de capitales en empresas industriales y la obtención de abundantes beneficios, favorecido por la prohibición de la banca extranjera en España, aunque esto limitó la competencia y frenó la modernización de la banca española.
El comercio internacional aumentó el volumen de importaciones y exportaciones, modificando su composición. La principal exportación fueron bienes acabados al extranjero, resultando en una balanza negativa, donde el valor de las importaciones superaba al de las exportaciones. Este déficit comercial se compensaba con ingresos del exterior (turismo, remesas, etc.), generando un saldo positivo en la balanza.
La favorable coyuntura internacional permitió abrir amplios mercados, obtener energía a precios reducidos y abastecerse de tecnología más avanzada. España recibió recursos para equilibrar el déficit de las importaciones de maquinaria. Diversos países absorbieron la mano de obra excedentaria del sector agrario, evitando que el desempleo frenara el crecimiento, y las remesas equilibraron la balanza de pagos.
A pesar del aumento del PIB, superior a la media europea, y de la renta per cápita, que mejoró el nivel de vida, existieron limitaciones:
En la década de 1960, la tasa anual de crecimiento de la población fue la más importante del siglo, debido a una disminución de la mortalidad (sobre todo infantil) y una elevada natalidad, gracias a las mejores condiciones de vida. Las mejores expectativas económicas, la inexistencia de métodos de planificación familiar y la política natalista del franquismo mantuvieron una alta tasa de fecundidad. Este boom demográfico se reflejó en una pirámide de edades con un aumento de jóvenes entre 0-14 años y mayores de 65.
La mecanización y modernización de la agricultura provocaron un éxodo rural debido a las condiciones de vida miserables, la escasez de empleo y la falta de perspectivas de futuro. Las zonas agrícolas (Andalucía, Extremadura, las dos Castillas, Murcia y Galicia) fueron las principales proveedoras de emigrantes, principalmente a Francia, Alemania, Suiza y Bélgica.
Las migraciones interiores aumentaron hacia zonas de mayor dinamismo económico (Madrid, Cataluña, País Vasco y Valencia). Estos desequilibrios demográficos y económicos provocaron que las grandes urbes industriales y sus periferias crecieran sin las infraestructuras necesarias, dando lugar al chabolismo.
El desarrollo de la economía industrial y la expansión del sector servicios transformaron las estructuras socio-profesionales, consolidando la sociedad capitalista industrializada. Los sectores asalariados se ampliaron y diversificaron, y la clase media aumentó su peso.
La distribución sectorial de la población activa cambió: los activos agrícolas pasaron del 50% al 21%, los industriales aumentaron del 24% al 38% y los de servicios del 25% al 41%. Creció el número de obreros industriales, se incrementaron las clases medias y se consolidó la burguesía urbana, junto con el crecimiento de profesionales autónomos, funcionarios y profesionales cualificados para la gestión industrial o financiera.
La sociedad se transformó en varios aspectos:
El progreso social y el cambio de pautas culturales debilitaron los apoyos sociales del régimen, dando lugar a un nuevo tipo de oposición que reclamaba la democratización, libertades políticas y una sociedad más abierta, en línea con los movimientos de Europa.