Portada » Psicología y Sociología » Desarrollo socioemocional en la etapa infantil: Claves para educadores
El desarrollo de los afectos y las relaciones es un objetivo fundamental en la escuela infantil. El niño necesita relacionarse con sus iguales y con los adultos, recibiendo afecto para fortalecer su autoestima. El afecto proporciona seguridad, base para la autonomía y las relaciones futuras. Responder a las necesidades afectivas de un niño es tan importante como responder a cualquier otra necesidad. A través de la interacción social, los niños conocen y expresan sus emociones y las de los demás, aprendiendo a gestionarlas.
Si bien las emociones parecen ser un asunto familiar, su desarrollo es primordial en la escuela. No se trabajan con unidades didácticas específicas, sino que se integran en la dinámica diaria.
Los docentes deben conocer los estilos de apego de los niños para guiarles en nuevas formas de relación. Comprender las necesidades individuales según su estilo de apego, sus emociones, estados de ánimo y demandas de afecto es crucial. El educador juega un papel importante en la autoestima infantil, el desarrollo, control y expresión emocional y conductual. Hablar con los niños sobre las emociones propias y ajenas, sus causas y consecuencias, favorece la comprensión y el control emocional. El juego simbólico en el aula fomenta la empatía y la comprensión de los estados afectivos de los demás.
El tipo de apego permite comprender el comportamiento infantil. En la etapa 0-3, los niños establecen apego con su maestra, lo que puede confirmar un apego seguro preexistente o transformarlo en uno. El niño amplía sus vínculos más allá del ámbito familiar. El conocimiento de las emociones permite al educador atender las necesidades individuales de cada niño.
Los niños son sensibles a los comentarios y comparaciones en público, lo que impacta en su autoestima. Los educadores deben valorar a cada niño en relación consigo mismo, sus capacidades y avances personales, evitando comparaciones. Los adultos tienen mecanismos para recomponer su autoestima, pero los niños en la etapa 0-6 no pueden responder a las críticas, internalizándolas como su propia imagen.
La coordinación social en el juego evoluciona a lo largo de la etapa infantil. Los más pequeños se involucran en juego solitario, de espectador y paralelo. A medida que crecen, aparecen los juegos asociativos y cooperativos. El juego debe ser una herramienta habitual, no un premio. A través del juego, los niños expresan y resuelven conflictos, muestran su mundo interno y liberan tensiones. Esto guía al educador en la selección de actividades y juegos. Los cuentos son valiosos para el desarrollo emocional, ya que los niños se identifican con las historias, aprendiendo a reconocer, expresar y controlar sus emociones.
Existen tres tipos de agresividad: instrumental (hasta los 2 años), motivada por la disputa de objetos o espacio; reactiva (alrededor de los 3 años), como respuesta a un ataque o frustración; y hostil (a los 5 años), con intención de dañar. Cada tipo de agresividad requiere una respuesta educativa diferente. Ante un niño agresivo, la escuela debe identificar el problema y establecer estrategias conjuntas con la familia, entendiendo la agresividad como un síntoma, no como el problema en sí. Se debe implementar un programa de trabajo que enseñe conductas alternativas y promueva la empatía. Los varones suelen ser más agresivos debido al tipo de juego que prefieren. Aunque es difícil cambiar los roles de género en el juego, es importante promover la igualdad. La mejor manera de combatir la agresividad es fomentar la conducta prosocial. Los adultos deben modelar un comportamiento no agresivo, mediando en los conflictos y buscando soluciones pacíficas.