Portada » Filosofía » Descartes y el Racionalismo: Sustancia, Método y la Dualidad Humana
René Descartes fue un influyente filósofo, matemático y científico francés, considerado el «Padre de la Filosofía Moderna». Su vida transcurrió en una Europa que, tras el Renacimiento, experimentaba profundos cambios políticos, sociales y culturales. El auge de la burguesía y la consolidación de los estados modernos, sustentados en la confianza en la razón, marcaron su época. En este contexto, las dudas sobre la posibilidad de un conocimiento objetivo de la realidad situaron el problema del conocimiento en el centro de la reflexión filosófica. De esta inquietud surgieron dos grandes corrientes: el racionalismo, iniciado por Descartes en el siglo XVII, y el empirismo, que enfatizaba la experiencia sensorial como base del conocimiento.
Descartes, en su proyecto cartesiano, buscó la unidad de todas las ciencias a través de un método único, inspirado en las matemáticas. Este método, concebido como un conjunto de reglas claras y sencillas para evitar el error, debía comenzar por los cimientos de la filosofía: la metafísica. Previamente, era necesario establecer las reglas del método y unas normas morales.
Una vez sentadas las bases, Descartes construyó su metafísica, distinguiendo tres sustancias:
Para Descartes, existen tantas sustancias como ideas claras y distintas pueda concebir nuestra mente. Dado que el entendimiento posee una idea clara y distinta de la sustancia pensante (alma) y de la sustancia extensa (cuerpo), ambas son consideradas distintas e independientes. De aquí se deriva su visión dualista del ser humano, compuesto por estas dos sustancias.
El alma, sustancia pensante, puede existir sin el cuerpo; es decir, la muerte del cuerpo no implica la muerte del alma. Su atributo principal es el pensamiento, que engloba toda actividad mental (dudar, entender, imaginar, etc.). Descartes argumenta que podemos imaginar no tener cuerpo, pero no podemos imaginar no pensar, pues al dejar de pensar, dejamos de existir. Esta concepción no sería cuestionada hasta el siglo XX con el psicoanálisis de Freud, que postuló la existencia de actividad mental inconsciente.
El cuerpo, sustancia extensa, está sometido a las leyes naturales por ser materia. Su atributo principal es la extensión, que se manifiesta a través de la figura y el movimiento. Descartes demuestra la existencia de los cuerpos, o sustancias extensas, a partir de la existencia de Dios, la evidencia y la correspondencia entre algunas ideas y una realidad externa al pensamiento.
Las dos sustancias que componen al ser humano son absolutamente heterogéneas. Sin embargo, es evidente que existe una comunicación entre alma y cuerpo. Descartes recurre a la glándula pineal, situada en el cerebro, como punto de interacción, pero esta explicación resulta insuficiente y poco clara, dejando abierto el problema de la comunicación entre sustancias.
El universo cartesiano es mecanicista, y la única forma de salvar la libertad humana es separando la sustancia pensante del resto de la naturaleza. El ser humano es libre porque posee alma, y es el alma lo que lo define. En la naturaleza mecanicista, en cambio, no hay libertad, ya que todo sucede por necesidad. El yo, como sustancia pensante, posee dos facultades: el entendimiento (o razón) y la voluntad (o facultad de querer). La voluntad se caracteriza por ser libre, una idea innata y la mayor perfección del ser humano. La libertad, para Descartes, no consiste en la indiferencia ante la decisión, sino en elegir lo que la razón propone como bueno y verdadero. El error se produce cuando la voluntad acepta sin evidencia suficiente, excediendo los límites del entendimiento. Esta sumisión de la voluntad a la razón puede verse perturbada por las pasiones, emociones que afectan al alma pero tienen su origen en el cuerpo. Las pasiones son involuntarias y a menudo están en desacuerdo con la razón, provocando el sometimiento del alma. Descartes no propone eliminarlas, sino ordenarlas y someterlas a la razón, de modo que guíen al ser humano hacia el bien.
La teoría antropológica de Descartes, y en general su filosofía, ha creado una profunda división en el ser humano, incluso más radical que la planteada por Platón. Otros filósofos racionalistas intentarían salvar este abismo. La motivación última del racionalismo no es solo el conocimiento teórico de la realidad, sino también una preocupación por el ser humano, por la orientación de la conducta humana hacia una vida plenamente racional. El objetivo último de Descartes es fundar la libertad en la razón, para alcanzar la felicidad y la perfección humanas.
Descartes es considerado el iniciador de la filosofía de la subjetividad y de la conciencia, conceptos que serían cuestionados a finales del siglo XIX por autores como Marx, Nietzsche y Freud, quienes interrogaron algunos de los pilares fundamentales de la cultura occidental.