Portada » Geografía » Transformación y Declive de la Minería en España y la Región Cantábrica
En los años ochenta, el carbón dejó de ser competitivo, lo que provocó algunos cierres. En 1986, con la entrada de España a la Comunidad Económica Europea y la firma del tratado de la CECA, se limitaron las ayudas estatales a la minería no rentable. Durante los siguientes 23 años, el sector experimentó una continua restructuración. El Plan Carbón, desde los años noventa, se enfocó en reducir explotaciones, plantillas e inversiones. Actualmente, solo quedan tres empresas: HUNOSA, en la cuenca central, y UMINSA y CARBONAR (privadas) en la zona del Narcea, que subsisten gracias a las subvenciones y la obligación estatal de comprar parte de su materia prima en España.
Esta obligación de compra ha sido la única justificación para mantener la minería y reducir la dependencia energética del exterior. Sin embargo, las empresas que no cumplan con los nuevos requisitos de emisiones deberán reducir su producción. A finales de 2014, terminó la obligación de las eléctricas de consumir carbón nacional, y a partir de 2018, las empresas mineras no competitivas deberán cerrar, mientras que las competitivas deberán devolver las ayudas recibidas.
En 2015, finalizaron las ayudas a las minas a cielo abierto, aunque algunas alcanzaron la rentabilidad. El actual Plan Carbón probablemente acabe con la minería de carbón en la región cantábrica y casi en el resto de España para 2018. Existen tres tipos de ayudas:
A finales del siglo XIX, la producción minera en Cantabria experimentó un gran avance, alcanzando su punto álgido al inicio de la Primera Guerra Mundial. La mayor parte del hierro se exportaba a Europa (Inglaterra y Alemania). Con el inicio de la guerra, la producción se detuvo debido a la peligrosidad de los transportes y el aumento de sus costes. El hierro fue declarado material de contrabando. Tras la guerra, la producción no se recuperó. Gran Bretaña desarrolló un horno que producía acero sin necesidad del mineral español, y Alemania buscó minas en Suecia y el norte de África, de mejor calidad y más baratas. En los años veinte, la dictadura de Primo de Rivera impuso el consumo de mineral español, pero sin gran efecto. Altos Hornos de Vizcaya adquirió casi todas las minas del norte en los años cincuenta, pero a finales de los setenta, la utilización de mineral extranjero y chatarra provocó otro declive. En 1989, cerró la última mina de hierro en Cantabria (Cabárceno) y en 1994 en Vizcaya.
La minería del zinc en la región cantábrica tuvo una evolución diferente. A mediados del siglo XIX, comenzaron las explotaciones, con las minas más ricas en Cantabria (Reocín, Udías, El Soplao y Picos de Europa). Numerosas pequeñas empresas operaban según las fluctuaciones del mercado. Solo la mina de Reocín, bajo la Real Compañía Asturiana, mantenía una gran producción constante al consumir su propia producción. Introdujo la modernización y la maquinaria, convirtiéndose en un monopolio a finales del siglo XIX.
La Primera Guerra Mundial supuso un momento crítico, aunque menos grave que para el hierro. En el crack del 29, la demanda de zinc cayó notablemente. A partir de los años cuarenta, solo Reocín se mantuvo activa gracias a un sistema de lavado inventado por su ingeniero, que se utilizó mundialmente. La mina permitía una gran mecanización, pero la autarquía limitó la exportación. En los años cincuenta, la coyuntura favorable reabrió casi todas las minas de Cantabria, hasta los años setenta, cuando se agotó el mineral. Solo Reocín continuó, con una gran explotación a cielo abierto desde 1976 (que destruyó el pueblo). Cerró en 2003.
Actualmente no hay actividad minera de hierro ni zinc en España.