Portada » Geología » Estructura y Formación de los Volcanes: Un Análisis Completo
El cono volcánico se forma por la superposición de estratos de lava y de materiales piroclásticos. La cámara magmática es una bolsa situada entre 3 y 30 km de profundidad donde se acumula el magma. La chimenea es el conducto que comunica la cámara magmática con el cráter, por donde asciende el magma que será expulsado en forma de lava. Suele haber una chimenea principal y otras secundarias o adventicias. El cráter suele tener forma de embudo, por donde se expulsa al exterior la lava y los demás componentes sólidos y gaseosos.
Las erupciones volcánicas ocurren cuando el magma procedente del interior de la Tierra escapa a través de las fisuras del terreno y sale a la superficie. Esto puede durar unas pocas horas o permanecer activo durante decenas de años. La erupción volcánica es el conjunto de fenómenos que tiene lugar cuando el magma alcanza la superficie terrestre.
El magma al enfriarse puede originar diversos productos:
Estos fragmentos sólidos se denominan piroclastos y reciben distintos nombres según su tamaño:
Según la naturaleza de la lava y del contenido en gases del magma, se han descrito distintos tipos de erupciones volcánicas:
La peligrosidad de un volcán se mide por el índice de explosividad volcánica (IEV), que depende de la cantidad de material emitido y de la altura que alcanza la columna de gases y piroclastos.
En un supervolcán, el magma no encuentra vía de escape a la superficie, por lo que se acumula en la cámara magmática en el transcurso de miles de años, aumentando la presión y adelgazando el techo de la cámara, hasta que vence la resistencia del techo, explota y provoca una supererupción, con la terrible ferocidad equivalente a más de 1000 bombas de Hiroshima.
La formación de la Tierra en el sistema solar, nuestro planeta y el resto del sistema solar deben su existencia a una primitiva supernova, que es la fase explosiva y el terrible estallido final de una estrella gigante. En el holocausto nuclear de la supernova se sintetizan los elementos químicos más pesados que se dispersan por el espacio intergaláctico, junto con el resto de los elementos originados en el interior de la estrella, y constituyen el polvo cósmico.
El Sol y el Sistema Solar, hace 4600 millones de años, se formaron a partir de las partículas de polvo cósmico generadas por una supernova. La onda expansiva generada por la gigantesca explosión de una supernova situada en el extremo de uno de los brazos de nuestra galaxia, la Vía Láctea, tal vez originó la compactación de una inmensa nebulosa de gas y la enriqueció con polvo cósmico. La nebulosa comenzó a girar y se transformó en un gigantesco disco de materia aplanado y comprimido.
Más tarde aparecieron turbulentos remolinos, causados por inestabilidades gravitatorias, que dividieron en porciones el primitivo disco aplanado de gases y polvo:
Al principio, los planetesimales colisionaron entre ellos y, tras múltiples impactos, dieron lugar a masas rocosas cada vez mayores y muy calientes, hasta formar el planeta en estado de fusión. Durante los primeros 500 años de existencia, la Tierra experimentó un intenso bombardeo de meteoritos y cometas que mantuvieron las masas rocosas bajo condiciones de temperaturas muy elevadas. Más tarde, conforme los impactos se fueron haciendo menos frecuentes, la superficie de la Tierra fue enfriándose y quedaron atrapados en su interior gases que solo pudieron escapar a través de fisuras de la corteza.
La gran actividad volcánica de la Tierra primitiva arrojó al exterior inmensas cantidades de vapor de agua que, al condensarse, formaron el agua de los mares y océanos. De esta manera, la Tierra se fue enriqueciendo del agua procedente de dos fuentes: la que aportaron los cometas y meteoritos y la que procedía de la actividad volcánica. Otros gases también liberados por las emanaciones volcánicas fueron retenidos por la fuerza gravitatoria del planeta y formaron la atmósfera primitiva, carente de oxígeno y rica en vapor de agua, amoniaco, metano, nitrógeno y otros gases.
No solamente nuestro planeta y el resto del Sistema Solar deben su existencia a primitivas supernovas, también la materia orgánica que contiene procede de estos antiguos colosos, cuya luminosa extinción creó los gérmenes de la vida. En este sentido, cabe decir que todos los seres, vivos e inanimados, somos polvo de estrellas.