Portada » Filosofía » Crítica de Nietzsche a la Tradición Occidental
Lo apolíneo y lo dionisíaco son los dos principios que componen la realidad y la vida. Están representados en la tragedia griega como Apolo, el dios de la luz y la razón, y Dionisio, el dios del vino y la voluntad irracional.
La raíz del error prolongado de la razón filosófica occidental es la metafísica dualista. Esta parte de una valoración negativa del mundo y de la vida, colocando todo valor y fundamento en un mundo trascendente. Para Nietzsche, la multiplicidad que nos enseñan los sentidos presenta el mundo tal y como es, el único mundo que hay. La realidad es dinámica, inagotable, fluida, cambiante y múltiple, es puro devenir.
La metafísica occidental califica de apariencia y falsedad la multiplicidad del mundo que nos presentan los sentidos. El ser, para ellos, es algo fijo, inmutable y eterno que no puede manifestarse en el mundo de los sentidos. Entonces, hace falta crear un mundo a la medida del ser entendido así, un mundo suprasensible y trascendental. De este modo, a la multiplicidad del ser se opone el único mundo verdadero, que es trascendente. Este es el error fundamental de la metafísica: la dualidad de mundos, el sensible y el inteligible, el verdadero y el falso, con la antítesis de valores que conlleva.
El mundo trascendente y supraterrenal se presenta como una base verdadera, trascendental, segura e incontestable. Nietzsche desenmascara lo que se encuentra tras este desprecio del mundo y la concepción del ser como algo eterno: la necesidad de estabilidad y seguridad frente a un mundo que, en tanto devenir, multiplicidad y cambio, se concibe como caos.
La base de la moral occidental es el platonismo. El cristianismo no es sino un platonismo para el pueblo. El platonismo coloca el fundamento de la realidad en el mundo trascendental, que luego pasa a ser el más allá religioso, mientras que ve en el mundo de los sentidos el mundo de la perdición y el pecado.
La moral cristiana tiene pretensiones de validez universal, por lo que ha de contar con un fundamento trascendente, dado por Dios y no por el hombre. Por el contrario, el hombre debe darse a sí mismo sus leyes y valores morales, que serán efímeros y contingentes, pero humanos y no trascendentes.
Nietzsche califica la moral cristiana de contranaturaleza. Es una moral que se opone al sentimiento de plenitud de la vida, a su fuerza y exuberancia, estableciendo leyes y normas contra los instintos. Es, sobre todo, una moral de renuncia. Los valores virtuosos cristianos, denominados valores del rebaño, empobrecen la vida y sitúan al hombre por debajo de sí mismo. Constituyen el ideal ascético del cristianismo, que es una negación de la vida.
Lo que subyace en el cristianismo y que ha conducido a buscar mundos trascendentes es el resentimiento contra la vida. El resentimiento ha creado los valores de Occidente y es el causante del nihilismo.
Nietzsche llevó a cabo un análisis histórico y etimológico del origen de los valores bueno (gut) y malo (böse). Al principio, bueno designaba lo noble y malo lo plebeyo, con un carácter estamental. Pero hubo un cambio histórico en el cual se invierten los valores, dándoles un nuevo sentido moral: bueno como bondadoso y malo como malvado. Se produce así una trasmutación de los valores: la moral de los señores es suplantada por la voluntad de los esclavos. Esta moral se ha impuesto en Occidente y ha creado una civilización enemiga de la vida.
La cultura occidental ha supuesto que el lenguaje nos permite un conocimiento objetivo sobre la realidad. Pero Nietzsche afirma que los conceptos no son más que ficciones convencionales formadas a base de negar la diversidad y las diferencias reales entre las cosas, momificando al ser y ocultando la verdad, que es diversa y múltiple.
El método genealógico de Nietzsche descubre la génesis del concepto. Los conceptos tienen un origen metafórico y, por lo tanto, son creados por el hombre y carecen de objetividad. Cuando el concepto se hace común por un pacto entre los hombres, se acuerda que designa la realidad y capta la esencia de las cosas. Entonces, se lo considera verdadero, y mentira lo que salga de esta convención.
De este modo, Nietzsche demuestra que el lenguaje no constituye un conocimiento objetivo y real. La historia de la filosofía es un error filológico: el de confundir lenguaje y realidad.