Portada » Historia » La Dictadura de Primo de Rivera: Un Análisis Histórico
La razón principal de la victoria del golpe de 14 de septiembre fue que no sólo en el Ejército sino en la sociedad española no había quien estuviera dispuesto a luchar por el Gobierno. El rey aceptó el golpe de Estado del general Primo de Rivera como hecho consumado. El Gobierno liberal en el poder muestra una actitud pasiva. Los catalanistas tienen una actitud de reserva y atención. El problema social desatado sobre todo en Barcelona lleva a la burguesía a buscar en el nuevo sistema una solución. El Partido Socialista y la UGT no se oponen. La opinión pública lo recibe con entusiasmo. La razón estriba en que la regeneración, ese objetivo ansiosamente perseguido en décadas anteriores, parecía hacerse ahora viable en la figura de un general recibido como un auténtico Mesías. La única oposición vino de un grupo de intelectuales como Unamuno, Pérez de Ayala y Azaña.
La dictadura, que siempre se concibió como un régimen temporal, se divide en dos etapas:
Se controló el orden público declarando el estado de guerra e imponiendo la censura. Su espíritu regeneracionista le lleva a la destrucción de la oligarquía y el caciquismo. Para ello se elaboró el Estatuto Municipal, obra de Calvo Sotelo, en un sentido marcadamente democrático y autonomista, ya que permitía el voto femenino y la elección democrática de alcaldes, pero estas reformas fueron rechazadas. La absoluta totalidad de los alcaldes seguirían nombrados por el Estado, a través del Ministerio de la Gobernación. El propósito regeneracionista quedaba pues por completo incumplido. Si se provocó la crisis del caciquismo fue por marginar del poder a los partidos del turno. La aprobación del Estatuto sólo supuso el aumento del gasto y, por tanto, la mejora de las infraestructuras municipales. Entre 1923 y 1924 se quiso poner en marcha lo que Joaquín Costa había denominado política quirúrgica. Se disolvió todos los Ayuntamientos y Diputaciones y se nombró a unos delegados gubernamentales en cada partido judicial para que se encargaran de su inspección. En esencia, su actuación fue superficial. Como dijo Azaña, el regeneracionismo, si de verdad quería serlo debía nacer de una movilización espontánea hecha en un clima de libertad. La dictadura redujo la libertad y con ello dificultó el regeneracionismo. Nada cambió en la verdadera entraña de la vida política nacional.
Con este mismo espíritu de regeneración se formó un partido único, la Unión Patriótica (UP), que pretendía no sólo terminar con la vieja política sino procurar una nueva, pero nunca se prohibió el resto de partidos. La UP se fundó en abril de 1924 para que fuera una organización de apoyo al régimen. Era un ejemplo perfecto de imprecisión, sin un papel y contenido ideológico claro. Primo de Rivero llegó a definirla como un partido político, pero apolítico, que ejerce una acción político-administrativa. Tradicionalistas, católicos y conservadores nutrieron principalmente sus filas. Fue tan circunstancial como el Gobierno y desapareció con él.
La mayor popularidad se consiguió en el terreno militar al terminar con la guerra de Marruecos. En principio, se había declarado partidario de abandonar la empresa marroquí, consciente de su impopularidad, sobre todo entre las clases populares, y de la escasa capacidad técnica del Ejército español. Pero las circunstancias impusieron el cambio de política de Primo de Rivera. Los errores de Abd-el-Krim causaron dicho cambio y el éxito de Primo de Rivera. El líder rifeño atacó a los franceses, provocando la acción coordinada de Francia y España. El desembarco de Alhucemas (IX-1925) se saldó con un éxito espectacular. A partir de ese año Marruecos dejó de ser un problema. Fue el mayor triunfo de Primo de Rivera y explica su voluntad de permanencia.
En diciembre de 1925, el general imaginó un paso hacia la normalidad en forma de constitución de un Directorio civil. Como necesitaba compaginar su autoritarismo con liturgias parademocráticas e influir también sobre la voluntad del monarca, escenificó una especie de plebiscito informal de adhesión a su régimen. Al año siguiente convocó una Asamblea Nacional consultiva, no elegida, que fue presentada como un procedimiento para facilitar la vuelta a la legalidad. Sus miembros pertenecían todos ellos a la derecha conservadora y redactaron un proyecto de Constitución autoritaria que contenía limitaciones al ejercicio de los derechos. Como este proyecto no satisfacía al Dictador ni a sus colaboradores, se planteó de nuevo el problema de cómo conseguir que el régimen adquiriera legalidad. En realidad lo que hizo el dictador fue afirmar su voluntad de permanencia en el poder sin indicar un camino preciso para salir del régimen dictatorial.
A partir de 1925 se fue produciendo una creciente separación entre la vida política oficial y la sociedad catalana. La dictadura promulgó un Estatuto Provincial muy restrictivo respecto a la autonomía regional. En 1925 se disolvió la Mancomunidad y en 1926 se prohibió expresamente cualquier intento del catalanismo político de reanudar su propaganda política. Más decisiva en el enfrentamiento fue la agresión dictatorial contra la lengua y las instituciones sociales catalanas, que causó indignación en la sociedad catalana, pues, como dijo Cambó, el catalanismo tiene su origen más en los sentimientos que en los intereses materiales. La consecuencia fue que el catalanismo burgués y posibilista representado por Cambó fuera desplazado por el más radical de Macià, convertido por la dictadura en símbolo de resistencia nacional.