Portada » Filosofía » Dualismo Antropológico y Método Cartesiano: La Búsqueda de la Verdad en Descartes
Descartes plantea la existencia de un cuerpo y un alma que conforman al ser humano, pero ¿son un todo real? ¿Cómo se unen? Descartes propone la glándula pineal como solución, pero ¿es válida o deficiente? También nos plantea la duda de si somos libres o estamos sujetos a las leyes físicas.
Descartes define una sustancia como un ser o naturaleza dependiente de la res infinita o Dios.
Al proponer al humano como un conjunto de res extensa (cuerpo), captada por los sentidos y totalmente infiable en el ámbito gnoseológico, y res cogitans o sustancia pensante (alma), sustancias contrarias entre sí, Descartes justifica cómo se unirían tales sustancias y si hay dependencia entre ambos entes dependientes de la res infinita. Para la unión sustancial, propone que estos entes, opuestos, conforman al ser humano en la glándula pineal. Esta respuesta es deficiente y se puede desmontar cuestionando dónde se halla el alma.
Otra cuestión es la dependencia. El cuerpo es sensible y corruptible ya que está sujeto a las leyes físicas por ser sustancia extensa. El alma, al ser sustancia pensante, no está sujeta al mecanicismo, por consiguiente, es inmortal y libre. Así, el cuerpo necesita del alma para vivir, aunque el alma no necesite del cuerpo, solo a Dios.
El mecanicismo es el lastre de la sustancia extensa, dependiente de Dios y de las leyes físicas. El alma solo depende de Dios y es libre e inmortal. Se justifica por las pasiones involuntarias e irracionales. Estas pasiones hacen que el alma pueda ejercer su libertad, pues tiene voluntad y entendimiento, pudiendo escoger una opción u otra.
Referente a las pasiones, estas no tienen naturaleza buena ni mala, somos nosotros quienes se la atribuimos. Por lo tanto, para Descartes, pueden servir como ejercicio de control (de claras influencias estoicas e incluso cristianas) del alma racional, y como no se puede permanecer indiferente a las elecciones, siempre se ejercerá la libertad. Este es un claro convencimiento cartesiano, pues según él, que el ser humano (con alma) sea libre es una de sus características más relevantes, que lo diferencian de los animales, que no poseen voluntad.
Descartes propone un dualismo antropológico similar al de Platón con elementos propios como el mecanicismo, la libertad, las pasiones o la unión encefálica. Propone una solución, no definitiva, y muchos autores propondrán sus teorías referentes a la antropología, algunas superando la cartesiana. La antropología cartesiana es una aceptable solución al problema, por lo que se le llama el filósofo moderno.
La filosofía de Descartes gira en torno a la elaboración de un método para dotar a la filosofía de una forma de conocer que garantice un conocimiento real y verdadero, poniendo fin a las discusiones entre filósofos. Este método lo extrae de las ciencias (geometría y aritmética) que conservan su rigor y veracidad, pretendiendo utilizarlo para todos los ámbitos del conocimiento, alcanzando verdades irrefutables.
El método se basa en la intuición y la deducción de la realidad. Tiene las siguientes fases:
Descartes necesita un fundamento para asegurar que el método no falla. Aquello que da garantía de un razonamiento verdadero es su punto de partida, las ideas innatas. Estas ideas son verdaderas porque alguien verdadero, real y perfecto las ha puesto en nosotros: Dios. Las ha puesto para que el conocimiento del mundo no sea erróneo. Si no tuviéramos la certeza de que un ser perfecto nos otorga esta capacidad, nunca tendríamos la seguridad de que nuestros pensamientos fueran correctos. Por lo tanto, las únicas ideas de las que nos podemos fiar son las innatas, que al proceder de Dios son verdaderas, y no de las adventicias y facticias, que al proceder de los sentidos y la imaginación no tienen garantía de certeza. Por ello era importante para Descartes demostrar la existencia de Dios, justificando la existencia de las ideas innatas y de que el mundo es real.
Los argumentos que utiliza Descartes para demostrar la existencia de Dios son:
La existencia de uno mismo está demostrada a partir de la duda metódica. Para saber que existimos no nos hace falta Dios, para todo lo demás sí. Si está claro que dudamos y dudar es pensar, y para pensar hay que ser, existimos: cogito, ergo sum es el principio de la filosofía cartesiana.
Para conocer la verdad y la realidad debemos apoyarnos en las ideas innatas que proceden de Dios. Para Descartes, Dios es la garantía de no equivocarnos en el descubrimiento de la verdad. Para lo único que no hace falta Dios es para saber que existimos. El mundo subjetivo de nuestras ideas resulta cierto gracias a la garantía de la bondad de Dios.