Portada » Filosofía » Ética, Política, Razón y Fe en el Pensamiento de Santo Tomás de Aquino
Santo Tomás de Aquino, al igual que Aristóteles, plantea una ética eudaimonista y teleológica. Para Aristóteles, el hombre actúa por un fin, un bien supremo: la felicidad, que se alcanza mediante la contemplación racional del motor inmóvil. Santo Tomás coincide en que el hombre feliz contempla el bien supremo, pero para él, este bien es Dios. Todos los bienes y fines están subordinados a Dios, el bien del que dependen todas las cosas. Sin embargo, Dios no puede ser contemplado en esta vida, por lo que Santo Tomás considera la ética de Aristóteles imperfecta, ya que esta última puede alcanzarse en vida.
Ambos filósofos concuerdan en que hay un fin último para todas las acciones humanas: la felicidad. La diferencia radica en que Santo Tomás identifica la felicidad con la contemplación beatífica de Dios, algo inalcanzable por las propias fuerzas del hombre, requiriendo la ayuda divina. La felicidad terrenal es incompleta, pero despierta en el hombre el deseo de contemplar a Dios. Dios nos da sus leyes para guiar nuestra vida.
Dios nos ha revelado mandamientos a través de los apóstoles. Por encima de esta Ley Divina se encuentra la Ley Eterna, la ley de Dios que solo Él conoce completamente. Nosotros conocemos una parte, la que Dios nos ha revelado (Ley Divina). La Ley Eterna se manifiesta en cada ser como Ley Natural.
Los seres no inteligentes se rigen por leyes físicas, mientras que los seres inteligentes se rigen por la ley moral. Las virtudes nos ayudan a seguir los mandatos divinos. Santo Tomás destaca cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Santo Tomás adopta la estructura general de la doctrina política aristotélica, añadiéndole las exigencias del cristianismo. Para Aristóteles, la felicidad (sabiduría) era tarea del Estado. Para Santo Tomás, la felicidad (visión beatífica de Dios) se alcanza en la vida eterna y es tarea de la Iglesia. Surge entonces el problema de las relaciones Iglesia-Estado.
El gobernante está sometido a la Ley Natural y no puede transgredirla ni obligar a sus súbditos a hacerlo. Su poder proviene de Dios, quien lo otorga al pueblo, y el pueblo lo delega en el gobernante. Si el gobernante busca solo su propio bien, se convierte en tirano. Existen formas de gobierno buenas (aristocracia, monarquía, democracia) y malas (tiranía, oligarquía, democracia demagoga).
Para Santo Tomás, razón y fe son dos órdenes distintos, pero complementarios. El orden de conocimiento natural procede de la razón humana, dando lugar a la filosofía, con sus propias leyes y métodos. El orden sobrenatural procede de la revelación y la fe, un conocimiento oscuro por naturaleza. Algunas verdades son accesibles a la razón, otras la exceden. Ambos conocimientos provienen de Dios, por lo que no hay contradicción entre ellos. Santo Tomás rechaza la teoría averroísta de la doble verdad. La razón puede servir a la fe para aclarar, explicar y defender los misterios de la revelación. Esta colaboración resulta en la teología. Hay dos tipos de teologías: la teología racional o natural (Dios como objeto, perspectiva racional) y la teología cristiana o sobrenatural (fundamento en la doctrina revelada y la fe, usa la razón).
Tanto Platón como Santo Tomás dividen la realidad en dos ámbitos: Platón en mundo sensible y mundo inteligible; Santo Tomás en mundo sensible y Dios. Para ambos, el mundo inteligible/Dios se conoce a través de la razón. Para Platón, el mundo de las Ideas es eterno, y el mundo sensible fue creado por el Demiurgo a partir de una materia preexistente. Para Santo Tomás, Dios es el Ser Inteligente y Eterno que creó el mundo de la nada y lo cuida. Para Platón, los sentidos desempolvan las ideas innatas. Para Santo Tomás, la mente está vacía al nacer, el conocimiento empieza por los sentidos, y la inteligencia extrae las ideas universales. Para Platón, conocer es recordar; para Santo Tomás, abstraer y razonar.