Portada » Filosofía » El paso del Mito al Logos: La Filosofía Presocrática y el Giro Antropológico
El origen de la filosofía occidental se sitúa en la Grecia arcaica, en el siglo VII a. C., con los primeros filósofos, los presocráticos, provenientes de colonias en Asia Menor. Durante siglos, los mitos explicaban la realidad, pero con los cambios socioeconómicos, los mitos dejaron de ser suficientes. Surge entonces el lógos, una forma racional de explicar la realidad, marcando el nacimiento de la filosofía.
Tanto el lógos como el mito intentan explicar los fenómenos del mundo, tanto su funcionamiento como su origen, pero la diferencia está en el modelo que siguen. El mito consiste en una narración llena de metáforas, símbolos y personificaciones, con carácter poético y cuyo elemento predominante es la imaginación. Por el contrario, el lógos es un discurso que explica los fenómenos por medio de argumentos y conceptos, y en el cual el elemento predominante es la razón.
Los presocráticos se preocuparon principalmente por la naturaleza, entender de qué están formadas todas las cosas y el porqué de cómo son. Su reflexión se centra en torno a la physis y se caracteriza por la idea de que todos los seres tienen en común un principio último, el arjé, que subyace como única materia originaria de la multiplicidad de las cosas y que sería también la causa que produce los cambios en la naturaleza.
En su búsqueda del principio de las cosas, los presocráticos pueden clasificarse en monistas y pluralistas. Los monistas piensan que hay un único principio que explica todas las cosas, mientras que los pluralistas defienden que hay una diversidad de principios.
Tales afirma que el agua es el elemento primario del que surgen todas las cosas. Es un elemento material, pero también es principio activo, por lo que el agua es physis y arjé. Tales defiende la doctrina del hilozoísmo (hyle: materia, zoé: vida), según la cual el agua (y, por lo tanto, el universo) tiene vida propia, por lo que experimenta cambios espontáneos que dan lugar a la formación de todas las cosas a partir del agua.
Fue discípulo de Tales, y se opuso a su maestro en tanto que defendía que debía haber un elemento aún más primigenio que el agua, porque Anaximandro no consideraba posible que del agua surgieran otros elementos como el fuego o la tierra. Es por esto que Anaximandro va a defender que el elemento primario y el principio activo de la realidad es el ápeiron. El ápeiron es tanto physis como arjé, y significa lo ilimitado e indeterminado. Al ser algo infinito y sin límites, puede dar lugar a todo lo que existe en el mundo.
Anaxímenes defiende que el elemento primario es el aire, pues es el que ofrece más posibilidades de transformación. El aire tiene dos procesos de transformación: la condensación y la rarefacción. Si el aire se condensa se origina lo frío, el agua; y si se enrarece, se origina lo caliente, el fuego. El alma es también un compuesto de aire.
La escuela fundada por Pitágoras defiende la idea de que toda la realidad consiste en números. Son los números los que crean el orden del cosmos definiendo y delimitando lo indefinido. La forma esencial de los objetos es su forma matemática. Los elementos de los números son lo par (ilimitado e imperfecto) y lo impar (limitado y perfecto), y de la unión de ambos surge la Unidad o el Uno. La Unidad es el origen de todos los números.
Empédocles parte de cuatro elementos primarios que conforman la physis: agua, tierra, fuego y aire. Estas cuatro sustancias se mueven gracias a dos principios: el Amor y el Odio. En la lucha y oposición de ambos principios, surgen las cosas concretas de la mezcla de los elementos.
Según Anaxágoras, las unidades mínimas de la realidad son las homeomerías, que se entienden como partículas elementales. Son distintas unas de otras, porque cada una tiene cualidades diferentes, y gracias a esto dan lugar a las diferentes cosas de la realidad. Además, el arjé que gobierna todas las cosas es el Nous, una inteligencia universal que actúa de forma ordenada según su plan.
Leucipo y su discípulo Demócrito defendieron que el elemento primario de la physis eran los átomos, que son indivisibles y completamente iguales en cuanto a materia, pero diferentes en su forma y posición. Los átomos chocan en el vacío, pero no hay nada que gobierne el choque entre ellos, sino que se trata de un funcionamiento mecánico que ocurre por azar.
Parménides, en el siglo VI a. C., fundó la metafísica junto a Heráclito. Sostenía que los sentidos son engañosos porque nos muestran cambio y diversidad, que en realidad no existen. Según él, solo la razón puede alcanzar la verdad. A partir de esto, concluye que el cambio es imposible, ya que no hay transición entre el Ser y el No-Ser, dado que el No-Ser no existe. El Ser es inmutable, eterno y perfecto, y todo cambio o pluralidad es una ilusión de los sentidos.
Heráclito, contemporáneo de Parménides, sostenía una visión opuesta. Mientras rechazaba también las apariencias y confiaba en la razón, para él todo está en constante cambio. Creía que lo único permanente es el devenir, y que todo fluye. La realidad está gobernada por la lucha constante entre opuestos, como día y noche o invierno y verano, y de esa tensión surge el cambio. Heráclito describe la verdadera realidad como un fuego en eterna transformación, simbolizando el dinamismo perpetuo del cosmos.
En el siglo V a. C., los persas invaden Grecia, resultando derrotados en las Guerras Médicas en las batallas de Maratón, Platea y Salamina. Tras estas victorias, Pericles instaura la democracia en Atenas, lo que impulsa su crecimiento comercial y cultural. En la democracia directa, la participación ciudadana se basa en la educación y la oratoria, en lugar del linaje aristocrático. Este siglo marca un giro intelectual hacia el humanismo, donde los filósofos, como Sócrates y los sofistas, se enfocan más en cuestiones éticas y políticas que en los fenómenos naturales, lo que se conoce como el giro antropológico.
Los sofistas, considerados maestros de la sabiduría, llegaban a Atenas para enseñar la técnica del discurso, valorada para el éxito social y político. Abandonaron el estudio de la naturaleza y se centraron en los asuntos humanos, diferenciando entre physis y nómos, argumentando que las leyes son convencionales y temporales. Su pensamiento se caracteriza por el relativismo y el convencionalismo, lo que conduce al subjetivismo y escepticismo, pues cada persona tiene su propia verdad. Protágoras y Gorgias destacan en esta corriente, que prioriza lo útil sobre la verdad. Enseñaban retórica y dialéctica, valorando más la forma de expresar ideas que su contenido, en contraste con Sócrates, que valoraba la verdad y la justicia por encima del éxito pragmático.
Protágoras defendía que el conocimiento no es universal, porque considera el conocimiento no como una verdad objetiva independiente de los seres humanos, sino como nociones de las personas sobre las cosas. Por lo tanto, al depender el conocimiento de los sujetos que conocen, la verdad es distinta para cada persona. El conocimiento se individualiza en cada sujeto. De esta manera, Protágoras dirá: “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, y de las que no son en cuanto que no son”.
Nace aproximadamente en el 470 a. C., y durante gran parte de su vida fue maestra de retórica. Pericles la convirtió en una de las mujeres de confianza de su gobierno en vista de su inteligencia, y ella le ayudó a volverse un gran orador. Llegó a fundar una escuela de filosofía en Atenas a la que podían acceder también mujeres y que fue visitada por otros intelectuales famosos, como el propio Sócrates, que frecuentó a menudo su escuela para consultar a Aspasia y debatir con ella.
Fue una defensora de la igualdad entre hombres y mujeres. Para ella, educar a las jóvenes era de suma importancia ya que consideraba que era el mejor método para que ellas pudieran luchar también por su independencia y libertad.
Sócrates, nacido en Atenas en el 470 a. C., vivió tanto el auge como la decadencia de su ciudad, y fue condenado a muerte en 399 a. C. por sus enseñanzas, acusado de corromper a la juventud. Aunque no dejó escritos, lo conocemos principalmente a través de Platón. A diferencia de los sofistas, Sócrates no cobraba por sus lecciones y centraba su enseñanza en la virtud, no en el éxito. Buscaba una verdad universal, especialmente sobre el bien, usando el diálogo como método. Su método se basaba en la mayéutica (ayudar a los demás a descubrir la verdad en sí mismos) y la ironía (señalar errores). Para Sócrates, el alma es lo más importante y debe ser cuidada, ya que ahí reside la razón y la virtud. Defendía que la virtud es conocimiento y que solo quien conoce el bien puede obrar correctamente (intelectualismo moral). Además, conectaba la virtud con la felicidad: una persona virtuosa es feliz, mientras que una malvada es desgraciada.