Portada » Filosofía » El pensamiento de Nietzsche: Genealogía, Nihilismo y Transvaloración de los Valores
El pensamiento de Nietzsche, aunque poco sistemático, se caracteriza por aspectos destructivos, como su crítica a la forma tradicional de entender la vida, y aspectos constructivos, como su propuesta de una nueva mentalidad para un futuro diferente.
Nietzsche realiza una crítica demoledora de la cultura occidental, abarcando la moral, la filosofía, el lenguaje y la ciencia. Considera esta cultura como dogmática, decadente y enferma, donde la racionalidad se impone sobre el instinto y la vida. Su objetivo es desenmascarar la autosatisfacción de Occidente basada en una ficción.
Nietzsche utiliza el método genealógico para cuestionar las creencias, ideas y valores tradicionales de Occidente. Este método revela cómo dicho sistema ha sido un instrumento de sacerdotes y políticos para la «domesticación» y sometimiento del ser humano.
Las ideas morales tradicionales buscan anular los impulsos corporales, proponiendo una espiritualización contraria al desarrollo natural del individuo. Nietzsche busca superar esta moral tradicional, aprendiendo a educar y sublimar nuestros impulsos corporales para obtener salud y creatividad, logrando una existencia más plena y satisfactoria.
En lugar de buscar la validez científica del conocimiento, Nietzsche se centra en su valor para la vida, considerando los motivos y la voluntad que impulsan dicho conocimiento.
Nietzsche critica la filosofía y la metafísica occidental, argumentando que los griegos crearon un mundo ilusorio para soportar el carácter terrible de la existencia (Dionisios), simbolizado por las artes dinámicas y temporales. Este mundo ilusorio, representado por Apolo (dios de la belleza y las formas perfectas), se corresponde con las artes estáticas y espaciales. Sócrates, al potenciar la razón sobre el instinto, rompió la síntesis perfecta entre lo apolíneo y lo dionisíaco (razón y vida). Identificando razón, virtud y felicidad, el socratismo negó los valores de la vida, transformando la felicidad y la virtud en meras ideas.
Platón acentuó este error al inventar el «mundo verdadero» de las ideas, opuesto al mundo sensible. El cristianismo continuó esta tradición, universalizando la decadencia. Para Nietzsche, el lenguaje y la razón son instrumentos al servicio de la vida, y el «culto a la gramática» originó la metafísica y la ciencia, saberes vacíos que ahogan la vida con abstracciones formales.
Nietzsche critica la religión y la moral antinatural e intelectualista de Sócrates y Platón, que reprimen el cuerpo, las pasiones y los instintos. En el judeocristianismo, los sacerdotes inventan un mundo trascendente que quita valor al mundo material. El débil, incapaz de soportar el cambio, crea este mundo metafísico y convence a los demás a través del miedo.
La moral tradicional, con sus normas y leyes, aliena al hombre al buscar justificaciones externas a la vida, como Dios. Para Nietzsche, el hombre no necesita de Dios para ser libre.
La moral de los esclavos ha generado una ontología estática que considera el Ser como algo fijo e inmutable. Nietzsche defiende el devenir constante del Ser, donde el único mundo existente se crea y se destruye continuamente. Critica la idea de un mundo sensible aparente y un mundo verdadero, argumentando que los sentidos hacen verdadero al mundo material.
Nietzsche no ataca a la ciencia en sí, sino a su método metafísico. En su época, observa una crisis donde surgen espíritus libres que no inventan mundos trascendentes. Los ídolos (ideas tradicionales) llegan a su crespúsculo, dando paso al nihilismo.
El nihilismo, un movimiento histórico de la cultura occidental, representa la pérdida de fe en Dios. Con la muerte de Dios, los valores supremos pierden validez, y la existencia humana se hunde en el vacío. Sin embargo, el nihilismo también tiene una vertiente positiva: si Dios ha muerto, el hombre puede ser creador.
Inspirado en la «voluntad de vivir» de Schopenhauer, Nietzsche propone la «voluntad de poder», un concepto dinámico y cambiante que refleja el devenir de la realidad. El perspectivismo, su teoría de la verdad, afirma que no existe una verdad única, sino múltiples perspectivas. Las perspectivas «verdaderas» potencian la vida, mientras que las «falsas» la debilitan.
La voluntad de poder es un impulso creador de formas que busca la perfección. Nietzsche reconcilia el impulso formal (apolíneo) y el instintivo (dionisíaco), separados por la metafísica occidental. Esta voluntad no aspira solo a «ser», sino a «ser más», expresándose en la actividad creadora del genio artístico.
Inspirado en la concepción cíclica del tiempo presocrática, Nietzsche concibe el tiempo como infinito y las combinaciones de fuerzas como finitas. Por lo tanto, todos los sucesos se repiten eternamente. Uniendo finitud y eternidad, Nietzsche otorga infinito valor a cada instante, superando la escisión cristiana entre tierra y cielo.
La idea del eterno retorno, aunque trágica, anula la esperanza y deja solo la vida con su dolor y alegría. El hombre nihilista se desespera, pero este hombre es un puente hacia el superhombre.
El superhombre, un nuevo modelo humano, supera el pensamiento trágico del eterno retorno y las tres transformaciones del espíritu: camello (obediencia ciega a la moral), león (rebeldía contra la moral) y niño (pureza e inocencia). El superhombre, un «espíritu libre», es fiel al sentido de la tierra y concibe la existencia como un experimento continuo para alcanzar formas elevadas de vida.
El superhombre, moralmente superior, se crea a sí mismo, es dueño de su vida y no cree en la igualdad. Posee voluntad de poder, entendida como energía total, devenir y perspectiva. Es un «filósofo-artista» que transvalora los valores vigentes, estableciendo nuevos valores que potencien la vida.