Portada » Lengua y literatura » Miguel Hernández: Trayectoria poética desde la juventud hasta la madurez
La trayectoria poética de Miguel Hernández se inicia en su juventud, marcada por la lectura de autores clásicos como Garcilaso, San Juan de la Cruz y Góngora. En esta etapa, imita los versos sonoros y ritmos variados de estos poetas, pero carece de originalidad y referencias autobiográficas.
Tras un viaje a Madrid, Hernández constata que su poesía está lejos de las tendencias vanguardistas. Decide renovar su lenguaje, técnica y estilo, incorporando la metáfora como elemento fundamental. En»Perito en luna», utiliza el endecasílabo, la octava real y la metáfora para convertir en materia poética su entorno.
En»El rayo que no ces», Hernández asimila la influencia de Garcilaso y Quevedo, dominando el soneto para expresar sus profundos sentimientos de amor. El amor es un rayo que habita en el poeta, un deseo insatisfecho que provoca pena y tristeza.
Durante la Guerra Civil, Hernández se convierte en el poeta paradigmático de la lucha por la libertad. En»Viento del puebl», se hace eco de las inquietudes populares y carga sus versos de imágenes duras y elementos metálicos.
Tras la guerra, Hernández deambula por las cárceles. En»Cancionero y romancero de ausencia», recoge episodios de su vida de forma intimista y resignada. La metáfora alcanza su máxima perfección, evitando recursos superfluos y centrándose en lo esencial. Es una poesía desnuda, plasmada en poemas breves y versos cortos, con recursos tradicionales como paralelismos y estribillos.
La trayectoria poética de Miguel Hernández abarca desde la imitación clásica hasta la expresión madura y esencial. En su juventud, se empapa de poesía clásica, pero posteriormente se acerca a las vanguardias y a la poesía social. En sus últimos años, llega a la madurez poética, evitando todo elemento superfluo que reste intensidad a su intención.