Portada » Historia » Evolución de los Sistemas Monetarios: Del Patrón Oro a la Unión Monetaria Europea
Este sistema imperó durante el último cuarto del siglo XIX y hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial, coincidiendo con el periodo de dominio del Imperio Británico en el comercio internacional. Al tiempo que se ponían en práctica las ideas librecambistas, el patrón oro se perfiló como el mecanismo más apto para mantener el equilibrio interior y exterior. Exigía dos requisitos para su funcionamiento:
Este segundo requisito gozaba de la gran ventaja de poseer un mecanismo intrínseco que reconducía al equilibrio las balanzas de pagos si un desequilibrio las hubiera apartado de él. La explicación monetaria del ajuste se basa en: el déficit de la balanza de pagos de un país provocaba una salida de oro del mismo, que se traducía en una contracción del dinero en circulación que, de acuerdo con la teoría cuantitativa, produciría una disminución de los precios que induciría una tendencia a exportar más e importar menos, consiguiendo así el reequilibrio automático de las cuentas exteriores.
En un país con superávit en la balanza de pagos ocurre lo contrario.
Durante la Primera Guerra Mundial, los países abandonaron el patrón oro y financiaron parte de sus masivos gastos militares imprimiendo dinero. Como resultado, los precios subieron en todas partes al concluir la guerra en 1918. Varios países experimentaron una inflación desbocada cuando sus gobiernos intentaron ayudar al proceso de reconstrucción a través del gasto público, ya que financiaron sus compras simplemente imprimiendo el dinero que necesitaban. El resultado fue un fuerte aumento de las ofertas monetarias y de los precios.
A principios de los años 20, algunos países suspiraban por la relativa estabilidad financiera de la era del patrón oro. En 1922, un grupo de países acordaron la vuelta al patrón oro y a la cooperación entre los bancos centrales para alcanzar los objetivos internos y externos. Gran Bretaña volvió al patrón oro, estableciendo una equivalencia igual a la de antes de la guerra. Para que el precio de la libra en oro volviera a su nivel anterior, el Banco de Inglaterra se vio obligado a aplicar políticas monetarias restrictivas, que contribuyeron a crear un fuerte desempleo. El debilitamiento económico de Gran Bretaña resultó un problema para la estabilidad del restaurado patrón oro. Este país se vio obligado a abandonar el patrón oro en 1931, cuando los tenedores internacionales de libras perdieron la confianza en el compromiso de mantener el valor de la moneda y comenzaron a convertir sus depósitos de libras en oro. Estados Unidos lo haría en 1933 y hacia 1936 el sistema desapareció, permitiendo que las monedas flotaran en los mercados de divisas.
Un mercado común requiere una cierta estabilidad en los tipos de cambio de las monedas. En este sentido, podría decirse que los problemas se iniciaron con la quiebra del mecanismo de Bretton Woods a partir de 1971, con el aumento de los márgenes de fluctuación y la inconvertibilidad del dólar en oro, y definitivamente en 1973 con el paso a un sistema de tipos de cambio flotantes.
La inestabilidad monetaria ponía en peligro los avances conseguidos en Europa. Por ello, los seis miembros de la CEE acordaron, en 1972 en los Acuerdos de Basilea, mantener entre sus monedas un margen de fluctuación del +/- 1.125%, comprometiéndose los bancos centrales a intervenir en los mercados de cambios para defender esos márgenes, lo que se denominó la serpiente monetaria. Para reforzar esta cooperación, se creó en 1973 el Fondo Europeo de Cooperación Monetaria (FECOM). Tal serpiente monetaria ofreció escasos resultados.
Se creó en 1979 para reducir la volatilidad de los cambios y preparar el camino hacia una unión monetaria. Este sistema consistía en fijar unos tipos de cambio centrales y en admitir oscilaciones del +/- 2.25% a las monedas participantes en el mecanismo de cambios. Se permitía una banda de fluctuación de hasta +/- 6% para dar facilidades a la entrada en el sistema de aquellos países con falta de confianza. Para mantener la cotización de las monedas dentro de las bandas pactadas, existían unas reglas de intervención que los gobiernos debían aplicar. La forma más general de hacer esto último era que el banco central de la moneda débil vendía en su mercado la fuerte y el banco central de la moneda fuerte compraba en su mercado la débil.
El SME funcionó relativamente bien hasta mediados de 1992. En septiembre de ese año, el sistema sufrió un gran descalabro: la libra y la lira se salieron del sistema, otras monedas registraron una serie de devaluaciones, y en agosto de 1993 las doce monedas decidieron ensanchar los márgenes de fluctuación hasta el +/- 15%. Para muchos, esto significaba el fin del sistema.
En mayo de 1998 se realiza el examen de convergencia y once países cumplen los criterios para pasar a la unión económica y monetaria, quedando fijados irrevocablemente los tipos de cambio de sus monedas. En 1999 se da la Unión Monetaria. Se da el fin del SME y se crea el SME-bis entre el euro y las monedas de los países de la UE que no están en la Unión Monetaria.