Portada » Filosofía » Fundamentos del Pensamiento Kantiano
El racionalismo es una doctrina filosófica que confía en la razón e infravalora el conocimiento sensible. Considera que el conocimiento es ilimitado y que la mente posee ideas innatas. Así, propone un método matemático deductivo y basado en la duda.
El empirismo, cuyo máximo exponente es Hume, es una teoría filosófica que considera importante el papel de la razón, pero destaca por encima de ella la experiencia sensorial. Rechaza el innatismo y considera que la experiencia es el origen y el límite del conocimiento, lo que se conoce como criterio empirista del conocimiento. De acuerdo con esta idea, propone un modelo inductivo, propio de la ciencia.
Kant denomina ilusión trascendental a la tendencia inevitable de la razón humana a buscar lo incondicionado, la esencia de las cosas. Kant diferencia entre aquello que se da en un espacio y un tiempo determinados, que es captado por los sentidos (fenómenos), y la cosa en sí, en su naturaleza real, independientemente de cómo se nos muestre (noúmenos).
Para Kant, los imperativos o mandatos son principios prácticos objetivos que provienen de la utilización de la razón para dirigir nuestra conducta.
Este autor distingue entre dos tipos de imperativo:
La libertad constituye la piedra angular del concepto kantiano del ser humano, tanto en su vertiente moral como política.
Por una parte, la libertad es la capacidad de los seres racionales para determinarse a obrar según leyes de otra índole que las naturales, es decir, según leyes dadas de su propia razón.
En términos políticos, la libertad nos posibilita hacer uso público de la razón, es decir, expresar nuestras opiniones públicamente para modificar las leyes que se consideren injustas. Este concepto de libertad jurídica, fundamento de la constitución republicana, no implica desobediencia civil.
El giro copernicano es la revolución filosófica propuesta por Kant para entender cómo es posible el conocimiento sintético a priori, y que da lugar al idealismo trascendental. Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento basándose en una analogía con la revolución copernicana.
En astronomía, Copérnico comprendió que para entender el movimiento de los objetos celestes era necesario situar al Sol en el centro del universo y suponer que la Tierra gira a su alrededor. En filosofía, el problema consiste en explicar el conocimiento sintético a priori. La filosofía anterior a Kant proponía que en la experiencia de conocimiento el sujeto es pasivo, un mero receptor de información que le aporta el objeto observado. Kant propone darle la vuelta a la relación y aceptar que en la experiencia de conocimiento el sujeto es activo y modifica la información imponiendo condiciones.
El contrato social es una hipótesis que considera que la sociedad es el resultado de un pacto o convención entre individuos como medio para la consecución de sus propios intereses. No es un hecho histórico, sino que expresa razones que justifican la necesidad de un estado civil a partir de un estado de naturaleza.
En su estado de naturaleza, Kant considera que el ser humano es insociable y violento. Hace referencia a la insociable sociabilidad, tendencia antagónica en la que se debate el ser humano: el egoísmo natural y la lucha frente a la necesidad de cooperación con el otro.
Kant determina la necesidad de que exista un poder que garantice el cumplimiento de la ley, un soberano. No obstante, limita su poder cuando reconoce a la ciudadanía el derecho a dar su conocimiento para la aprobación de las leyes. El individuo es colegislador. Asimismo, este modelo de estado está sujeto a la soberanía popular. El ejercicio de la soberanía es ejercido por el pueblo mediante representantes.
Por último, Kant restringe el derecho de ciudadanía a los hombres con patrimonio, aunque mujeres y hombres sin propiedades deben tenerse en cuenta a la hora de legislar. Con todo esto llegamos al estado civil, propuesto por el autor: la constitución republicana.