Portada » Historia » La Población y la Sociedad Española en el Siglo XIX
La revolución liberal acabó con la sociedad estamental. La sociedad española siguió siendo muy desigual y predominantemente rural durante todo el siglo XIX debido a la débil industrialización y a unas clases medias muy reducidas, que adquirirían mayor entidad con el crecimiento del primer tercio del siglo XX.
A finales del siglo XIX, destaca no solo lo reducido de la clase alta (1%), sino la gran riqueza que acumulaba, frente a la debilidad de las clases medias (18%) y a la gran masa de desposeídos. Constituía, como diría Joaquín Costa, una oligarquía que controlaba el poder y la riqueza, lo que explica fenómenos como el caciquismo.
En la nueva sociedad, la élite social se configuró a partir de la fusión, bien por vía matrimonial o por concesión de nuevos títulos, entre la antigua nobleza y la alta burguesía. Durante la Restauración culminó el ascenso social de la burguesía. La nobleza basaba su riqueza principalmente en la propiedad agraria, ya que no solo había conservado sus propiedades con el nuevo régimen político, sino que las había ampliado comprando tierras desamortizadas.
Las fortunas de la alta burguesía tenían procedencia variada: destacan los industriales catalanes o vascos y los grandes banqueros; pero también latifundistas (tierras adquiridas en las desamortizaciones), bodegueros del sur (Domecq, Larios), indianos (marqués de Comillas), grandes propietarios de fincas urbanas… Muchos de ellos consiguieron títulos de nobleza (durante los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII se duplicaron los títulos nobiliarios: marqués de Urquijo, conde de Romanones, marqués de Comillas…).
Las clases medias eran un grupo cuyo crecimiento estaba ligado al desarrollo económico y al crecimiento de las ciudades. Los grupos más representativos de las clases medias urbanas durante el siglo XIX fueron las profesiones liberales (abogados, médicos o arquitectos), los empleados públicos o funcionarios (pretendiente/cesante) y el ejército (medio de ascenso social). En el medio rural, destacaban los medianos propietarios de tierras, donde se diluyó la pequeña nobleza una vez perdidos sus privilegios.
Las clases bajas eran la mayoría de la población y su nivel de vida se mantenía muy bajo. Su composición fue variando a lo largo del periodo conforme avanzaba la industrialización. Los dos millones de jornaleros resultantes de la reforma liberal de la agricultura se mantuvieron estables en número (una cifra muy alta, ya que en 1860 suponía un tercio del total de la población activa). Su nivel de vida rozaba la subsistencia y empeoró con la desamortización de Madoz.
En las ciudades, el grupo predominante era el de los artesanos (600.000 más medio millón de aprendices según el censo de 1860) y el servicio doméstico (800.000, mayoritariamente mujeres), mientras que los obreros eran reducidos (150.000, de los que un tercio correspondían a Barcelona). Las condiciones de vida de los obreros también eran muy duras, con jornadas de doce a catorce horas y sin ningún tipo de protección social por enfermedad o jubilación. Conforme avanzaba la industrialización, los obreros industriales aumentaron (en 1920 llegaron al millón y medio), al contrario de los artesanos que disminuyeron.