Portada » Historia » El auge de los totalitarismos: Fascismo y Nazismo
Mussolini parecía mostrar cierto respeto hacia el régimen liberal. Organizó un gobierno de coalición y consiguió poderes extraordinarios del parlamento. En 1924 se desató la crisis más grave del fascismo a raíz del asesinato del diputado y dirigente socialista Matteotti, que había reclamado la nulidad de las elecciones por las bandas fascistas.
Mussolini respondió acelerando la implantación de la dictadura.
Mussolini desarrolló las leyes fascistissime que incluían diversas medidas:
La fascistización del Estado condujo a un régimen totalitario de partido único. El partido quedó reducido a ser un mero órgano burocrático encargado de la propaganda y del control ideológico de las masas. Un hecho que consolidó el régimen fue la firma de los Pactos de Letrán. Se reconocía el matrimonio eclesiástico y el catolicismo como religión del Estado, y la religión volvió a enseñarse obligatoriamente en las escuelas.
El Estado fascista tenía un gran interés en adoctrinar a los jóvenes. Por eso dio mucha importancia a la educación: los niños y los jóvenes, entre los cuatro y los 18 años, tenían que formar parte de organizaciones juveniles controladas por el partido.
Mussolini pretendió ejercer un control total sobre la cultura y los medios de comunicación mediante el Ministerio de Propaganda y el de Cultura Popular. El régimen fascista animó a las mujeres a salir del ámbito doméstico, pero la legislación laboral las penalizó en el aspecto salarial.
El fascismo optó por el sistema corporativista. El Estado fascista pretendía organizar la economía y controlar las organizaciones sociales para superar los conflictos sociales. El corporativismo se inició con leyes laborales como la Carta del Trabajo, que sólo permitía los sindicatos fascistas y declaraba ilegal la huelga.
El fascismo aplicó una política económica liberal, favorable a las grandes empresas, que dio paso a una política intervencionista e impulsó un conjunto de iniciativas presentadas como «batallas». Después de la crisis, la intervención del Estado en la economía aumentó y se optó por la autarquía. Se fomentó la concentración de la industria y se creó el Instituto Italiano.
Los socialdemócratas, con el apoyo del ejército y de los cuerpos de voluntarios formados por oficiales y soldados desmovilizados, sofocaron la revuelta con violencia. Se convocaron elecciones a una Asamblea Constituyente que elaboró una constitución que estableció una república federal basada en los principios democráticos. El presidente de la República era elegido cada siete años.
El Partido del Centro, el Partido Democrático y el Partido Socialdemócrata formaron un gobierno de coalición. La primera decisión fue la firma del Tratado de Versalles.
En los primeros años, la República vivió una situación de inestabilidad económica y la hiperinflación arruinó el país. Entre 1924 y 1929, la República se estabilizó. El Plan Dawes de 1924 favoreció la recuperación económica, y el Pacto de Locarno y el ingreso de Alemania en la Sociedad de Naciones normalizaron la situación internacional.
En 1919 se fundó uno de tantos partidos nacionalistas que difundían una propaganda antiliberal y racista. Hitler comenzó propiamente la historia del nacionalsocialismo. Dirigió un comité que elaboró el Programa de los 25 puntos. Se formaron las SA. La ideología del partido nazi era un confuso conjunto de postulados dirigido a todas las clases sociales: defendía un socialismo nacional que superara la lucha de clases en beneficio de los intereses de la nación.
El programa nazi se dividía en dos ideas principales:
Hitler impuso en el NSDAP una estructura elitista y jerarquizada. Hitler refundó el partido y replanteó el programa con el objetivo de ampliar los apoyos sociales: limitó los postulados anticapitalistas, utilizó la profunda corriente antisemita y anticomunista que había en Alemania y la gran impopularidad del Tratado de Versalles.
La Gran Depresión de 1929 fue un golpe devastador para la democracia e impulsó el nazismo al poder. Los partidos de la coalición de Weimar perdieron prestigio y apoyo social porque muchos pensaban que eran incapaces de hacer frente a la crisis. La derecha tradicional estableció un pacto con los nazis: el Frente de Harzburg. La decisión de estos sectores de poner fin a la política democrática, los sindicatos, y los socialistas y comunistas, mediante un sistema autoritario capaz de afrontar la crisis, facilitó considerablemente la llegada de Hitler al poder.
El año 1932 fue el momento más intenso de la crisis política. La dimisión del canciller inauguró una serie de gobiernos autoritarios, que actuaron al margen del Parlamento. Hindenburg nombró canciller a Von Papen y se convocaron nuevas elecciones en julio. Von Papen invitó a Hitler a formar parte del gobierno, pero este se negó y respondió que sólo integraría un gobierno si él mismo era el canciller. Von Papen y Hindenburg pensaron que, al elevar al poder al líder nazi, este moderaría su discurso y quedaría sometido a las directrices de la derecha tradicional. Pero se equivocaron gravemente y nada sucedió como pensaron.
La conquista del poder absoluto por el nazismo fue más rápida que en la Italia fascista. Una vez en el gobierno, Hitler mantuvo el radicalismo y se apresuró a acaparar todos los resortes del poder, ignorando a los socios de coalición. La campaña electoral se desarrolló en un clima de violencia extremo. En 1933 se celebraron las elecciones. El NSDAP no consiguió la mayoría absoluta de la cámara, pero los nazis se apoyaron en los partidos de derechas. El nuevo parlamento aprobó una ley que otorgaba al canciller plenos poderes durante cuatro años. Hitler se había convertido en dictador y utilizó esta ley para eliminar los restantes partidos políticos, excepto el NSDAP. Alemania se convirtió en una dictadura de partido único.
Hitler se dedicó a construir el nuevo Estado y necesitaba el apoyo del ejército y la oligarquía económica, por eso decidió eliminar los elementos radicales de las SA. Con la muerte de Hindenburg, Hitler dio el último paso: asoció la cancillería a la presidencia del Reich. Las SS y la Gestapo, dirigidas por Himmler, se convirtieron en garantes de la política del Tercer Reich.
El régimen nazi desató una campaña masiva de adoctrinamiento y control ideológico. Chicos y chicas, desde los diez años, entraban a formar parte de las Juventudes Hitlerianas, en las que les inculcaban la camaradería, la obediencia y el sentido del deber. Los profesores tenían que pertenecer obligatoriamente a la Asociación de Profesores Nazis. También se suprimió la libertad de expresión y se censuraron todas las actividades literarias y artísticas. La propaganda nazi utilizó con eficacia los medios de comunicación y la cultura.
Uno de los objetivos prioritarios del Estado nazi fue asegurar la cohesión social. Con esta finalidad, consideraban necesario suprimir todas las impurezas que no se ajustaban al estereotipo ario. Se introdujo un programa de eutanasia. El mayor número de víctimas fueron judías. Se impulsó una amplia legislación que eliminó los derechos políticos y sociales de los judíos. Se promulgaron las Leyes de Nuremberg. El antisemitismo se hizo más violento. Se dio vía libre a la persecución de los judíos. Hitler ordenó la «solución final», es decir, el programa de eliminación total de la población judía de Europa, que se llevó a cabo mediante una red de campos de concentración y exterminio.
El gobierno nazi intervino en la economía. Los sindicatos y los obreros fueron obligados a integrarse en el sindicato nazi del Frente Alemán del Trabajo. Se impulsó el comercio exterior mediante el control de las importaciones y el incremento de los intercambios, sobre todo con la Europa central y oriental. Con el Plan Cuatrienal, se puso en marcha una decidida política de autarquía económica y de rearme intensivo. Se impuso el racionamiento. El aumento de la producción y el pleno empleo hicieron olvidar a los alemanes los sacrificios impuestos a los obreros. Las clases medias y los campesinos se convirtieron en el auténtico apoyo social del régimen.