Portada » Latín » La oratoria y la sátira en la Antigua Roma: desde Cicerón hasta Juvenal
El nacimiento de la oratoria romana está íntimamente ligado al sistema político. Los debates parlamentarios, los procesos judiciales y las asambleas populares requerían hombres elocuentes. La oratoria floreció en un ambiente de libertad de expresión. Catón el Viejo, figura destacada del siglo II a. C., fue uno de los primeros oradores romanos. Posteriormente, los hermanos Tiberio y Cayo Graco utilizaron la oratoria para intentar cambiar la forma de gobierno.
La oratoria política y judicial alcanzó su punto máximo con Cicerón. Vivió en una época de grandes convulsiones: la lucha entre Mario y Sila, la rebelión de Espartaco, la conjuración de Catilina y la guerra entre César y Pompeyo. Su técnica consistía en ordenar y adornar el discurso. Sus discursos se dividen en judiciales (pronunciados ante un tribunal) y políticos (pronunciados en el Senado). Entre los más importantes destacan: Las Verrinas, Las Catilinarias, Pro Archia Poeta, Pro Milone, Pro Marcello y Pro Ligario, y Las Filípicas.
Con Augusto, desaparecieron las condiciones que propiciaron el auge de la oratoria. La elocuencia se convirtió en declamatio, confinada a las escuelas. A finales del siglo I d. C., surgió una reacción contra el estilo afectado, buscando retornar al clasicismo de Cicerón.
Quintiliano, el educador más importante de Roma, dejó la obra Institutio Oratoria. Este tratado ofrece un programa completo para la formación del orador, desde la infancia hasta la cima de su carrera. Su teoría y métodos de enseñanza tienen a Cicerón como modelo supremo.
Los romanos desarrollaron la sátira a su máximo esplendor. Su objetivo principal era impartir lecciones morales y guiar la vida de los hombres, censurando los vicios sociales. La sátira latina tiene un doble origen. Dentro de la sátira literaria, se distinguen dos tipos:
También existe la sátira menipea, que mezcla prosa y verso. Lucilio, su creador en Roma (siglo II a. C.), combinó la burla con la lección moral.
Juvenal, posiblemente hijo de un liberto adinerado, experimentó la dura vida de los clientes. Vivió durante el reinado de Domiciano. Tras la muerte de este, con Nerva y sus sucesores, se inició una época de restauración. En ese momento, Juvenal publicó sus sátiras. Escribió dieciséis, divididas en cinco libros. Critica a todos, incluyendo a Tiberio, Claudio y Domiciano, con acidez y agresividad. Sus sátiras sociales son igualmente demoledoras.
Los primeros epigramas eran composiciones breves para inscripciones, con carácter votivo o funerario. El epigrama literario amplió su temática, expresando sentimientos eróticos, satíricos, festivos y funerarios.
El epigrama alcanzó su forma definitiva con Marcial. Escribía para ganarse la vida. Su primera colección, Liber Spectaculorum, celebra la inauguración del Coliseo. Su obra más importante consta de 1500 epigramas, agrupados en 12 libros.
Considerada literatura menor, la fábula encontró en Fedro su mejor representante romano. Niega el heroísmo, comparando a los hombres con animales. Las fábulas buscan enseñar y estimular virtudes. Fedro escribió 103 fábulas, divididas en 5 libros. Su obra, aunque precisa, a veces es lingüísticamente incorrecta. Animales domésticos y salvajes protagonizan sus relatos. La moraleja final destaca las ventajas del débil sobre el fuerte, del pobre sobre el rico. Aviano imitó a Fedro a finales del siglo V.