Portada » Filosofía » Empirismo de David Hume: Una guía completa
El Empirismo, encabezado por figuras como Hobbes, Locke, Berkeley y Hume, sostiene que todo conocimiento proviene de la experiencia, rechazando la idea de ideas innatas. Este enfoque crítico hacia la Metafísica y su dependencia en la experiencia para el conocimiento lleva a una pasión compartida por la política entre los empiristas, que vivieron en un período de convulsiones políticas en Gran Bretaña. Este interés en la política refleja un antecedente del ideal ilustrado y enfatiza la importancia de la ética y la política en el desarrollo humano.
El empirismo de Hume se caracteriza por un fuerte interés en el conocimiento, centrándose en la teoría del mismo y su relación con el desarrollo de la ciencia moderna. A diferencia del racionalismo, que confiaba en la razón, el empirismo sostiene que el conocimiento se obtiene a través de la experiencia. Esto implica la negación de las ideas innatas y la afirmación de que todo conocimiento proviene de la experiencia. Por lo tanto, la metafísica es rechazada como conocimiento, ya que no puede ser verificada mediante la experiencia.
El empirismo de David Hume destaca por su crítica a la metafísica racionalista y su enfoque en la experiencia como base del conocimiento. Su obra clave incluye «Tratado acerca de la naturaleza humana» e «Investigación sobre el conocimiento humano». Hume aboga por una filosofía que combine precisión con accesibilidad, promoviendo una ciencia de la naturaleza humana basada en la observación de hechos y análisis psicológico. Su objetivo es formular principios que expliquen el comportamiento humano de manera útil y accesible.
Hume distingue entre dos elementos del conocimiento: impresiones e ideas.
Ambas pueden ser simples o complejas. Las impresiones pueden ser de sensación o de reflexión. Hume sostiene que todas las ideas simples se derivan de impresiones simples. Utiliza ejemplos para ilustrar este proceso, pero critica la metafísica al cuestionar la correspondencia de ciertas ideas con impresiones originales, como la idea del yo, del mundo o de Dios.
Hume postula que la mente humana se rige por leyes de asociación que conectan ideas:
Estas leyes explican cómo las ideas se relacionan entre sí, influenciando el pensamiento y la memoria. Utiliza ejemplos para ilustrar cómo estas leyes operan en la mente. Sin embargo, plantea el problema de entender el significado de ideas como la causa, cuyo origen y validez deben ser analizados más profundamente.
Hume distingue dos clases de conocimiento:
El primero se refiere a las relaciones existentes entre conceptos y se ejemplifica en la lógica y las matemáticas. Estas proposiciones son analíticas y necesarias pero no informan sobre hechos de experiencia. El segundo tipo de conocimiento se basa en hechos observables y experienciales, como saber que se está escribiendo o que el agua hervirá. Estas proposiciones informan sobre acontecimientos pero son probables y su justificación proviene de la experiencia.
El empirismo radical de Hume se basa en la distinción entre impresiones e ideas, afirmando que solo podemos tener conocimiento verdadero si nuestras ideas están basadas en impresiones. Esto lleva a limitar nuestro conocimiento a nuestras experiencias sensoriales actuales y recuerdos de experiencias pasadas, negando la posibilidad de conocer hechos futuros directamente. Sin embargo, Hume observa que confiamos en la regularidad de ciertos eventos futuros basados en inferencias causales.
Hume señala que nuestro entendimiento de los hechos se basa en inferencias causales, donde la causa precedente genera expectativas sobre el efecto posterior. Sin embargo, estas inferencias carecen de una base empírica para eventos futuros, ya que solo podemos basarnos en la sucesión constante de eventos pasados.
Hume examina la noción de causa como una conexión necesaria entre eventos. Sin embargo, argumenta que esta idea de conexión necesaria no está fundamentada en impresiones sensoriales, sino en la observación de sucesión constante en el pasado. Por lo tanto, nuestra certeza sobre el futuro se basa en el hábito de asociar eventos, más que en un conocimiento verdadero de una conexión necesaria.
Hume concluye que la supuesta conexión necesaria entre causa y efecto es una suposición no fundamentada en experiencias sensoriales. Nuestro «conocimiento» de eventos futuros se reduce, entonces, a creencias arraigadas en hábitos y costumbres, más que en una comprensión verdadera de la relación causa-efecto.
Hume cuestiona los límites de nuestra inferencia causal y la existencia de realidades más allá de nuestras impresiones e ideas, abordando tres aspectos principales:
Hume rechaza la validez de inferir la existencia de un mundo externo a partir de nuestras impresiones, argumentando que tal inferencia no se basa en una cadena de impresiones, sino en una supuesta realidad más allá de ellas, lo que considera injustificable.
Al igual que con la realidad exterior, Hume critica la inferencia de la existencia de Dios basada en el principio de causalidad, señalando que no hay una conexión empírica directa entre nuestras impresiones y la existencia de un ser divino.
Hume niega la existencia de un yo como sustancia distinta de nuestras impresiones e ideas, argumentando que no hay una impresión constante que pueda fundamentar tal noción. Aunque reconoce la conciencia de la identidad personal, la atribuye a la memoria, no a una entidad sustancial permanente.
En última instancia, Hume adopta una postura escéptica resignada ante estas cuestiones, reconociendo las limitaciones de su propio enfoque empírico para abordar la naturaleza de la realidad más allá de nuestras experiencias sensoriales.
El fenomenismo y escepticismo de Hume surgen como consecuencia de sus principios empiristas, que reducen el conocimiento a las impresiones y asociaciones de percepciones. En este enfoque, la realidad se limita a las percepciones, sin encontrar un fundamento real para la conexión entre ellas más allá de su sucesión y contigüidad. Este fenomenismo implica un escepticismo, ya que Hume reconoce la imposibilidad de conciliar la existencia de percepciones distintas con la falta de percepción de una conexión real entre ellas. Ante esta dificultad, Hume adopta una postura escéptica, reconociendo sus limitaciones para comprender la naturaleza de la conexión entre las percepciones.