Portada » Filosofía » La filosofía de Nietzsche: Crítica a la metafísica y el superhombre
La filosofía de Nietzsche supone una ruptura con la filosofía anterior, afirmando que las personas son vida y no pensamiento. Para Nietzsche, la realidad es contradictoria, sometida a un cambio regulado por la lucha de los contrarios, abocada a un ciclo de repetición eterno. La conciencia trata de fijar el movimiento, anulando lo real y sustituyéndolo por conceptos, cambiando la vida por una representación de la vida. Sin embargo, la representación es falsa porque es eso, una representación. De este modo, se sustituye la vida por una imagen falsa, lo verdadero por lo falso. La intención de Nietzsche es recuperar la verdad, manifestar la prioridad de la vida sobre la conciencia.
Nietzsche se opone al dogmatismo que nace de Sócrates, Platón y la filosofía cristiana, interpretando la historia de la filosofía como el pensamiento sometido a un alejamiento de la vida a partir de la reflexión socrática, que rechaza a Dionisio por Apolo.
Nietzsche comienza criticando la metafísica. Sostiene que, según la concepción del dualismo ontológico, la realidad está dividida en dos ámbitos. Nietzsche presenta tres objeciones ante este esquema ontológico:
Nietzsche acusa a la moral platónica y cristiana de ser antinatural y de ir en contra de los instintos vitales, colocando su centro de gravedad en el más allá, en el mundo sobrenatural del cristianismo. Una moral trascendente que gira en torno a Dios, imponiendo al hombre que rechace su naturaleza y que luche contra sus impulsos vitales. Además, esta moral es un síntoma de la decadencia cultural occidental.
Nietzsche sostiene que la metafísica hace corresponder a una realidad inmutable un conocimiento y una verdad inmutables. El conocimiento conceptual, para Nietzsche, no sirve para conocer la realidad tal y como es; solo tiene un valor representativo. Siendo lo real el devenir, el cambio no puede ser representado por un concepto que representa la esencia, algo que no cambia. El concepto no es más que un modo general y abstracto de captar la realidad y de alejarnos de lo singular y concreto. La realidad no nos ofrece el conocimiento de la realidad, nos lo oculta.
Analizando la trayectoria del pensamiento y la cultura occidental, Nietzsche constata la muerte de Dios. Dios había sido el guía del hombre occidental, pero este ha matado a Dios sin darse cuenta, expulsándole de sus pensamientos y su cultura. Al darse cuenta de esto, el hombre quedó desorientado y pierde el sentido. En realidad, esta muerte es la del monoteísmo cristiano y de la metafísica dogmática. La culpa la tiene el hombre que, al darse cuenta de eso, sustituye a Dios y esa verdad por varios dioses y verdades, intentando salvar los valores de esa imagen. Sin Dios, los valores asociados a él no pueden subsistir, pues no encuentran justificación y, al no tener fundamento, son blancos de las críticas, siendo negados como valores. Así, el ateísmo conduce al nihilismo, que es el proceso que sigue la conciencia del hombre occidental y se expresa en tres momentos:
El hombre provoca la muerte de Dios sin darse cuenta y después toma conciencia de esta muerte y se reafirma en ella. Finalmente, como consecuencia de todo esto, el hombre se descubre a sí mismo como responsable de la muerte de Dios y descubre, a la vez, el poder de la voluntad, dándose cuenta de que la voluntad es el máximo valor.
Nietzsche considera la voluntad como la verdadera esencia de la realidad. Esta no es más que la expresión de la voluntad, de modo que ha de ser cambiante como esta. A una nueva concepción de la realidad le pertenece una nueva concepción de la verdad. No reside en el juicio ni en la adecuación del impuesto con el objeto; todos los juicios son falsos. Siendo los conceptos la base de todos los juicios, estos no pueden captar la realidad. La verdad debe ser un resultado de la intuición de lo real, de la captación directa de la realidad; no podrá ser inmutable ni única. De este modo, el lenguaje deberá ser construido de nuevo, tarea prioritaria de Nietzsche, que ve en la metáfora elementos útiles para forjar el nuevo sentido de las palabras. Mientras el lenguaje conceptual trata de reflejar la realidad, el lenguaje metafórico respeta la pluriformidad y el movimiento de la realidad. Además, el lenguaje metafórico es el lenguaje del arte, una expresión de la libertad de la voluntad.
Todo esto trae una nueva forma de entender al hombre, que debe ser sustituido por el superhombre, uno que haga de la afirmación de nuevos valores el eje de su vida. El hombre crea al superhombre al matar a Dios. Mientras el hombre actual es un ser doméstico, el superhombre es un ser libre, superior y autónomo. Para llegar a este estado, el hombre actual debe experimentar una metamorfosis espiritual: de camello sumiso ha de convertirse en un león, que simboliza la negación de todos los valores; y de león, en niño, que es el auténtico símbolo del superhombre que ha conquistado la auténtica libertad. El superhombre solo será posible con una nueva moral. Las nociones de bien y mal son desbordadas por la nueva realidad, y los antiguos valores racionales y suprasensibles son sustituidos por valores vitales y sensibles. El superhombre defiende la desigualdad, la jerarquía, el experimento y el riesgo, frente a la igualdad y la inseguridad, que serían valores de la moral de rebaño, moral de esclavos representada por el cristianismo. Finalmente, la moral tradicional supone la renuncia en busca de unos valores que no se encuentran en esta vida, sino en el mundo verdadero del más allá. Esta moral atenta contra los instintos vitales al proponer una evasión del hombre concreto. La nueva moral se basa en valores estéticos y sensibles, dejando de lado las preocupaciones metafísicas propias de la moral tradicional cristiana. También defiende una posición extremadamente individualista frente al gregarismo de las morales tradicionales.