Portada » Español » Modernismo y Generación del 98: Literatura Española
A finales del siglo XIX, en plena crisis, surgen dos movimientos opuestos al Realismo, pero que comparten rasgos comunes: voluntad de renovación del lenguaje, insatisfacción con el mundo que les rodea, inquietud intelectual y actitud crítica.
Con dos fuentes principales, el Parnasianismo (Gautier) y el Simbolismo (Baudelaire), el Modernismo aborda temas como asuntos del pasado y la intimidad del poeta. Se caracteriza por un léxico rico, simbolismo, aliteraciones, cultismos, y preferencia por versos alejandrinos, dodecasílabos y eneasílabos, sin abandonar la tradición.
La decadencia de España lleva a los autores de la Generación del 98 a analizar el problema de España y a tomar una actitud crítica, influenciados por Nietzsche, Schopenhauer y Kierkegaard. Sus temas principales son España, las preocupaciones existenciales, la historia y la intrahistoria. Emplean un estilo cuidado, dan importancia a la subjetividad y exaltan los paisajes, especialmente Castilla. Reaniman el ensayo.
A comienzos del siglo XX, coexisten dos manifestaciones teatrales: el teatro comercial, que satisfacía los deseos del público, y el teatro renovador, con intención artística, pero que chocaba con los gustos del espectador.
A partir de 1910, surgen en Europa y América nuevas concepciones artísticas. Los movimientos vanguardistas se extienden por Italia, Francia, Inglaterra, Portugal, España e Hispanoamérica. Suponen una ruptura con la tradición y afectan a diversas artes. Los autores fueron radicales, y la novela y el teatro cedieron terreno a la poesía.
La poesía hispanoamericana posterior al siglo XX gira en torno a tres grandes líneas: la influencia modernista, la vanguardia y el compromiso político.
La novela regionalista, cercana al costumbrismo realista, aborda el conflicto entre civilización y barbarie, exalta las culturas americanas y muestra los espacios naturales y rurales. La Revolución mexicana inspira novelas como Los de abajo, de Mariano Azuela.
El boom de la novela hispanoamericana consolida lo fantástico y lo real hasta conformar el realismo mágico. Se utilizan técnicas como el contrapunto, diferentes personas narrativas, distintos puntos de vista y el monólogo interior.
Nada, de Carmen Laforet (Premio Nadal 1944), junto con obras como La familia de Pascual Duarte (Cela) y La sombra del ciprés es alargada (Delibes), cambia el panorama narrativo de la posguerra española. De tono existencial, refleja la desolación de la época con una perspectiva pesimista. Las relaciones entre los protagonistas se enmarcan en el tremendismo literario.
Andrea, la protagonista y narradora, se traslada a Barcelona para estudiar Filosofía y Letras y se aloja con unos familiares. Allí, contempla la desolación moral y material que la rodea, tanto en el ambiente familiar como en el universitario.
La obra se divide en tres partes: la vida en la calle Aribau, el mundo universitario y su amistad con Ena, y la solución final con su marcha de Barcelona.
Andrea, como narradora testigo, presenta la realidad a través de dos espacios: el interior, que representa la opresión, y la ciudad, que connota libertad. Otros personajes son Román, Juan, Gloria, Pons, Iturdiaga, Jaime y Ena.
Ena, amiga de Andrea, contrasta con la mediocridad de los demás personajes. Su oferta a Andrea de ir a Madrid crea un halo de esperanza.
El estilo es sencillo, natural y sobrio, con diálogos coloquiales. Predomina la descripción impresionista y expresionista. El libro transmite frustración, vacío e individualismo, una imagen sombría de Barcelona, donde Andrea madura y aprende.
El misterio de la cripta embrujada (1979), de Eduardo Mendoza, pertenece a la «Generación del 68». Mezcla intriga, aventuras, ironía y humor, con rasgos cervantinos y picarescos. Pertenece al subgénero policiaco y presenta ambientes marginales con personajes amorales.
Un comisario recurre a un internado en un manicomio para resolver la desaparición de dos niñas. El protagonista, con ayuda de otros personajes, resuelve el caso y regresa al manicomio.
Los temas principales son el abuso de poder, la avaricia, los negocios sucios, la presencia de la iglesia, la alta sociedad barcelonesa, el amor, la amistad y las diferencias sociales.
El protagonista, sin nombre, relata la historia en primera persona. Otros personajes son el comisario Flores, Mercedes Negrer, Cándida, Plutonio y el padre de Isabel Peraplana.
La trama es lineal, con algunas analepsis. El tiempo interno abarca dos o tres días. Los sucesos se desarrollan en Barcelona y la Pobla de l’Escorpí, así como en diversos interiores.
El humor y la ironía se consiguen con las situaciones y el lenguaje, especialmente el del protagonista, lleno de cultismos.
La obra critica la sociedad barcelonesa de finales de los setenta. Mendoza utiliza las nuevas técnicas narrativas de la novela de la Transición: vuelta a la narratividad, subjetividad, cuidado del estilo y el lenguaje.
Se trata de un artículo de opinión con predominio de la argumentación, aunque incluye elementos expositivos y narrativos. La tesis se presenta explícitamente y se defiende con argumentos, siguiendo una estructura inductiva.
El estilo es cuidado, pero informal, adaptándose a todos los receptores. Destaca la subjetividad, con una clara función apelativa y expresiva. También se observa la función poética y la representativa.
Predomina el pretérito perfecto simple y el presente. El modo indicativo es el más utilizado. Se emplea la primera persona del singular y del plural.
Predominan las oraciones compuestas, coordinadas y subordinadas. Se utilizan marcadores discursivos para organizar las ideas.
Predomina la connotación con léxico valorativo. Se mezcla un registro medio con expresiones coloquiales. Se emplean campos semánticos y asociativos, sinonimia, topónimos y algunos recursos estilísticos.
La coherencia se logra mediante campos semánticos y asociativos. La cohesión se consigue con anáforas, catáforas, marcadores discursivos, nexos, deixis personal y temporal.
Artículo de opinión periodístico con predominio de la argumentación.