Portada » Historia » La Primera República Española: Un Recorrido por su Historia
Las Cortes se abrieron en junio y proclamaron la República Democrática Federal. El presidente dimitió a los pocos días y dejó el gobierno en manos de Pi y Margal. Su propósito era emprender grandes reformas, pero los pocos meses que duró la república no permitieron que su plan se llevara a cabo.
Prácticamente no llegó a ser debatido y, por lo tanto, no fue aprobado. Se basaba en la democracia, amplios derechos y libertades. Como jefe de estado, se propuso un presidente de la república, cortes bicamerales, libertad de culto y separación de iglesia y estado.
La nación se dividía en 17 estados. El poder se estructuraba en tres niveles:
El proyecto no contemplaba un poder centralizado.
La República sufrió varios problemas:
La proclamación de la república provocó que algunos partidos se armaran, formaran un ejército y dominaran territorios. En las zonas sublevadas se creó un embrión de Estado donde las diputaciones se organizaron impulsando la lengua propia y las instituciones regionales. Las tropas gubernamentales impidieron la expansión a las ciudades, pero no acabaron con la insurrección hasta 1876.
Las autoridades y funcionarios eran partidarios de la monarquía, actuando al margen de la República. El proyecto intentó integrar a Cuba.
Fue el conflicto más grave del periodo.
Fenómeno complejo que mezclaba aspiraciones autonomistas (República federal de intransigentes) con aspiraciones de revolución social inspiradas en ideas internacionalistas. En muchos lugares se proclamaron cantones independientes con su propia legislación.
En las zonas más republicanas, la población se alzó en cantones independentistas. A lo largo de 1873 se proclamaron los cantones de Cartagena, Sevilla, Granada, Alicante, etc. Los protagonistas eran artesanos, pequeños comerciantes y algunos asalariados, dirigidos por federalistas intransigentes.
El presidente Pi y Margal se opuso a sofocar las revueltas con armas. Le sustituyó Nicolás Salmerón, quien inició una acción militar directa contra los cantones. Esta acción acabó rápidamente con las insurrecciones, pero dio un gran poder a los generales, convirtiendo al ejército en el único garante del orden en España.
En septiembre, Nicolás Salmerón dimitió por no poder firmar las sentencias de muerte impuestas a los cantonales sublevados. Le sucedió Emilio Castelar, representante del republicanismo unitario, más conservador. La república se desplazó hacia la derecha.
Castelar intentó aplicar una política de autoridad y fuerza, sobre todo en Cartagena. Logró todos los poderes para reorganizar el ejército y gobernar sin parlamento. Castelar no tenía mayoría en las Cortes y, temiendo ser derrotado por los federales, suspendió las sesiones parlamentarias y gobernó autoritariamente, apoyado por sectores conservadores y dando grandes poderes a los jefes militares.
En diciembre, un grupo de diputados planteó una moción de censura contra Castelar. El 3 de enero se abrieron las Cortes y el gobierno de Castelar fue derrotado. Parecía que se formaría un gobierno de izquierda, pero el capitán general de Castilla la Nueva, Manuel Pavía, exigió la disolución de las Cortes. Los diputados se negaron, pero Pavía invadió el parlamento con la Guardia Civil, obligando a los diputados a abandonar la cámara. El 4 de enero apenas hubo resistencia política ni popular.
En los meses siguientes, el poder pasó a una coalición de unionistas y progresistas encabezados por Serrano, que intentó restaurar el régimen. Sin embargo, la mayoría de políticos buscaba la vuelta de los Borbones con Alfonso XII.
En 1874, el 29 de diciembre, el general Arsenio Martínez Campos proclamó rey de España a Alfonso XII en Sagunto. Isabel II había abdicado en su hijo y Cánovas del Castillo se convirtió en el dirigente e ideólogo de la causa alfonsina.
El 1 de diciembre, Alfonso XII firmó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, que sintetizaba el programa de la monarquía. Comenzaba así la preparación de la Restauración.