Portada » Historia » La Consolidación del Franquismo (1957-1973): Del Desarrollismo a la Crisis
En el periodo comprendido entre 1939 y 1957, España evolucionó de un aislamiento internacional hacia una integración en el bloque occidental y hacia cierta liberalización del régimen y consolidación de los principios católicos. Además, se logró llegar a un acuerdo sobre la continuidad de las instituciones monárquicas.
En 1957 comenzó una etapa conocida como neoconservadurismo, en la que Franco realizó un cambio en la composición del gobierno con la inserción de los tecnócratas (funcionarios de carrera, muchos del Opus Dei, caracterizados por no tener un proyecto político específico, pero que fueron acusados por Falange de tenerlo). Estos fueron responsables de la nueva política económica y entre los que sobresalieron: Navarro Rubio (en Hacienda), Ullastres y López Bravo (en Comercio) y López Rodó (en Planificación económica).
Una de las tareas de este nuevo gobierno fue la de consolidar jurídicamente el régimen con la aprobación de dos nuevas leyes fundamentales:
Tras la aprobación de esta última, el régimen procedió a la sistematización de sus leyes. Así, en abril de 1967, la mayoría de las leyes fueron refundidas, evitándose el término «constitución» para eludir la tradición liberal.
Durante este período, destacaron dos problemas a los que el régimen tuvo que hacer frente:
En los años 60, se diagnosticó a Franco la enfermedad del Parkinson, lo que sacó a la luz la cuestión sucesoria. Se introdujo en 1962 la figura del vicepresidente. El primero fue el general falangista Muñoz Grandes, que fue sustituido en 1969 por el conservador Carrero Blanco. Además, en 1969 se designó a Don Juan Carlos de Borbón como sucesor con el título de rey.
En el grupo de los reformistas destacaron Castiella (ministro de Relaciones Exteriores) y Manuel Fraga (ministro de Información y Turismo).
Castiella persiguió tres objetivos:
Fraga publicó una ley de prensa en 1967 que suavizaba la censura.
En cuestiones económicas, hasta 1957, España mantuvo una autarquía. Sin embargo, los tecnócratas llevaron a cabo una serie de cambios económicos que propiciaron el llamado “milagro español”, consistente en el paso a un régimen capitalista. Las consecuencias de este cambio fueron:
A pesar de los progresos económicos, los empresarios consideraban que los sindicatos verticales no funcionaban, estimando que era necesaria una nueva organización sindical. Solís, ministro del Movimiento, llevó a cabo una serie de reformas: concedió el derecho de huelga laboral y separó a los sindicatos de empresarios y obreros. Estas votaciones debían realizarse a partir de una lista vetada por el gobierno con mayoría de falangistas, lo cual fue criticado en 1967 y 1969 por dos periódicos: El Alcázar y el Diario de Madrid, ambos del Opus Dei. Solís acusó a los tecnócratas de formar un grupo de presión política, lo que supuso una disputa periodística entre los diarios antes mencionados y el periódico Pueblo (gobernado por Falange). Finalmente, el conflicto se solucionó cuando Franco destituyó a Solís y a López Rodó, lo que, unido a la aparición del escándalo Matesa en 1969 (en el que estaban implicados algunos tecnócratas), fomentó la necesidad de hacer un nuevo cambio en el gobierno.
El progreso económico supuso también una transformación de la sociedad y de la cultura. Al crecer las ciudades, el sector primario sufrió bajas a favor del terciario. La educación se convirtió en un aspecto importante, estableciéndose la Ley General de Educación Básica (EGB), que proporcionaba educación básica, obligatoria y gratuita hasta los 14 años. Esto supuso un aumento en el número de estudiantes que lograron terminar el Bachillerato y un incremento de la demanda en las universidades. Se dio un aumento cuantitativo del nivel educativo, especialmente acusado en el caso de las mujeres, las cuales poco a poco fueron incorporándose en el trabajo fuera de casa.
A pesar de los avances socio-económicos, la oposición creció. En la segunda mitad de los años 60, se produjo la Revolución Hippie y los acontecimientos de Mayo del 68 en la Sorbona de París. En España, gran parte de los jóvenes ya no sólo participaban de la oposición universitaria contra el régimen, sino que formaban parte de esta revolución cultural. Hubo una reacción contra la moral tradicional y el concepto tradicional de familia. Las universidades se convirtieron en “laboratorios” culturales. A esta oposición universitaria se unió una creciente oposición de clérigos nacionalistas y de aquellos que formaban parte de Misión Obrera, todos ellos colectivos que absorbieron ideas de la teología de la liberación, apoyando huelgas y movimientos sociales. El régimen ya no sólo tenía que reprimir a guerrilleros comunistas, sino también a clérigos, burgueses y estudiantes, constituyendo esta la oposición intelectual al régimen.
Esta etapa supuso una transición de la autarquía al modelo capitalista. Las nuevas medidas socio-económicas aumentaron el bienestar en España e introdujeron al país en la llamada sociedad de consumo. Se dio también una leve apertura del régimen, que, unida al crecimiento del sistema universitario, dio pie a un nuevo despertar intelectual en España.