Portada » Ciencias sociales » Límites de la Democracia y su Evolución: Un Análisis Político
La democracia solo tiene sentido en lo político. La democracia no se puede aplicar a todos los ámbitos de la vida. Los liberales siempre dijeron y dicen aún que la soberanía del pueblo tiene límites y que tampoco en la democracia pueden vulnerarse los principios de los derechos fundamentales y de la división de poderes. “El pueblo no tiene el derecho de castigar a un inocente…y no puede delegar en nadie ese derecho. El pueblo no tiene derecho a violar la libre manifestación del pensamiento o la libertad de conciencia, o el procedimiento ni los institutos de protección de la justicia”, dice Benjamin Constant. La ley está por encima de todos, incluido el pueblo. La libertad y los derechos están por encima de la democracia. En cambio, la idea motriz de la democracia es la de igualdad; entendida, al menos desde un punto de vista político, como el derecho de todos los ciudadanos a participar en idénticas condiciones en la formación de la voluntad general. Para el liberalismo, pues, el poder del Estado ha de estar dividido, mientras que para la democracia es único: la voluntad general.
En esta tercera fase se produce un aumento de la volatilidad del voto. Se produce así una variación notable de los resultados electorales de unas elecciones a otras. Además las variaciones electorales dependen de la personalidad de los candidatos. Ahora los votantes votan cada vez más a la persona en vez de al partido o al programa. Esto tiene lugar por dos causas:
El comportamiento electoral de los votantes varía dependiendo de las elecciones de las que se trate. Depende de lo que los electores perciban que está en juego. Todo esto tiene mucho que ver con la TV. Los medios de comunicación son neutrales, no partidistas. Las encuestas de opinión reflejan a la opinión pública. Sin embargo ahora ocurre que los representantes se reúnen con corporaciones, asociaciones, grupos de interés y de presión y consultan lo que hay que hacer. Las posiciones no están rígidamente fijadas.
Se funda en los siguientes argumentos:
La democracia es ingobernable. Su desorden conduce a la tiranía y fomenta la inmoralidad de cada uno. La argumentación que sostiene esta refutación plantea un problema político capital: el de la relación entre el Saber y el Poder.
Afirmar que el pueblo es el titular de la soberanía es adoptar la idea democrática. Sin embargo, tal soberanía es delegada, transferida a los representantes, los cuales son los que la ejercen directamente en nombre del pueblo. En los últimos años, los ciudadanos de las democracias votan a un partido, votan a un programa, más que votar a un hombre. Por ello, los partidos políticos establecen una rígida disciplina de voto para sus diputados. Esto es restaurar el mandato imperativo. Por lo demás, los electores se van haciendo más inteligentes cada vez. Conocen el funcionamiento del sistema electoral y no tienen inconveniente en votar a uno o a otro partido según sus intereses. La volatilidad del voto va conectada con la mayor madurez del electorado.
La esencia de lo político radica en la distinción entre el amigo y el enemigo que realiza el Soberano a la hora de decidir establecer el estado de excepción. Esta enemistad o amistad se entiende que es una amistad o enemistad existencial, no particular, pública. El Soberano es quien decide, quien manda en última instancia en el Estado. Lo político se caracteriza por constituir un pluriverso de unidades políticas en estado de naturaleza y sin una autoridad política por encima de ellas.
Los Estados del mundo político están de alguna manera en guerra entre sí y luchando por la hegemonía. Lo decisivo para formar y pensar el concepto de Estado es su relación de alteridad con otros Estados. Esto se produce en toda sociedad política. El Estado es un conjunto de instituciones que en un territorio y sobre una población emplean el monopolio de la fuerza física legítima para resolver el conflicto.
Donde se forja un auténtico concepto de ciudadanía, sobre todo a partir de la República. Ser ciudadano (_cives romanus_) era, en Roma, gozar de todos los derechos legítimamente establecidos y estar obligados a las prestaciones igualmente legales. En los primeros tiempos de la República únicamente los patricios (la clase privilegiada) disfrutaban de todos los derechos de la ciudadanía (la _civitas_). Tras una larga lucha, los «plebeyos” vieron reconocidos unos derechos por los que se les protegía de las injusticias. Hacia el año 300 a.n.e. consiguieron la igualdad formal. Los hijos ilegítimos, los esclavos y los extranjeros no eran considerados ciudadanos. Entre los deberes de un ciudadano romano se encontraban la obligación de pagar impuestos y de formar parte del ejército. Durante la época republicana, los ciudadanos romanos podían participar activamente en la toma de decisiones de la ciudad eligiendo a sus distintos representantes en los “comitia” o sistema de elecciones. La llegada del Imperio y la expansión de este se introdujo la “civitas latina” una especie de semiciudadanía romana, que garantizaba a los individuos todos los derechos y libertades privados, pero que les impedía ejercer los derechos públicos de participación en la vida política. Era una ciudadanía de segunda clase que aseguraba, sin embargo, ventajas a los que la poseían. Esto significaba una distinción entre lo que se denominaba derecho romano y derecho latino. La ciudadanía del Imperio Romano es muy parecida a la nuestra contemporánea. En un principio estaba limitada a los habitantes de Roma; posteriores reformas permitieron extenderla a toda Italia y más adelante a todo el Imperio.
El Estado existe por naturaleza. La polis, la sociedad política es autosuficiente. Tiene su origen en la urgencia de vivir, pero su objetivo es la vida buena. El hombre no solo es un animal social, sino un animal político que alcanza su realización plena en la polis. La justicia es el orden de la comunidad política. Solo puede haber justicia en el Estado. La política es el gobierno de hombres libres e iguales sobre hombres libres e iguales. Aristóteles reacciona contra Platón. Es un fallo conceder el poder a los filósofos sin ningún límite. Los ciudadanos no tienen otro dueño que la ley y esta tiene que garantizar la libertad de todos y realizar la justicia. La ley no refleja la Idea, sino que es una construcción política natural, que expresa el orden natural, teniendo en cuenta la realidad del Estado y la historia. La cuestión constitucional es secundaria. El régimen debe ser moderado y es mejor que sea mixto par lograr la eutaxia política. Una combinación entre democracia y oligarquía permite la mejor estabilidad o eutaxia. Lo importante, sin embargo, es que la ley sea el principio político que rija el Estado. Por lo demás, Aristóteles con su realismo desemboca en la postulación de un gobierno mixto, mezcla de oligarquía y democracia. Este régimen mixto se correspondería con una sociedad política que contara con una abundante y poderosa clase media, que sería el elemento de eutaxia política desde la sociedad que garantizaría la estabilidad política. Habría que cambiar pocas leyes.
La democracia nació en Grecia hacia el siglo VI a.c. principalmente en Atenas. En el 510 a.c. Clístenes establece un sistema democrático pleno y sin restricciones. Las reformas democráticas culminan hacia el 462 a.c. La democracia antigua era una democracia directa. Los ciudadanos se representaban a sí mismos. La soberanía residía por partes iguales en el conjunto del cuerpo cívico y cada cual estaba obligado a ejercitar esa soberanía a través de la participación política en los asuntos públicos. Ser ciudadano es ya una función. El que se abstenía de la política era el _idiota_, el que iba a lo suyo, a lo particular. Los ciudadanos sin embargo, no comprendían el total de la población. Había que contar junto a los ciudadanos varones adultos a las mujeres y a los niños, sin derechos políticos. Hay que añadir además a los extranjeros residentes o _metecos_ y a los esclavos. La democracia antigua es una democracia participativa. El Estado o polis lo abarcaba todo. No existía la diferencia entre lo público y lo privado. Había _isonomía_, igualdad ante la ley, _isocratía_, igualdad en el poder e _isegoría_, igualdad en el derecho de tomar la palabra. El ciudadano estaba más bien al servicio de la polis. El ciudadano se realizaba en su plenitud en la participación política en las instituciones de la polis. El ciudadano debe obedecer a la polis, someterse por completo a su autoridad. Es una democracia esclavista, puesto que la sociedad descansa sobre la explotación del trabajo no libre, esclavo. Aristóteles definía la democracia como un gobierno en el que todos pueden ser súbditos y gobernantes sucesivamente así como una forma de vida en la que cada uno podía vivir como quería. También la identificaba con la libertad y con el gobierno de los pobres. “Cuando los hombres gobiernan en virtud de su riqueza, sean pocos o muchos, ahí hay oligarquía, y donde los pobres gobiernan, ahí hay democracia”. De modo que la oligarquía significaba un gobierno no simplemente de pocos, sino de pocos de los “ricos y bien nacidos”; la democracia era el gobierno de los muchos pobres.
En una democracia liberal el pluralismo político es necesario. La tolerancia será pues un valor fundamental dentro de la democracia. Sin embargo, algunas veces resulta que no todo es tolerable y que la tolerancia excesiva puede llevar al Estado a la destrucción. Esto no es nunca deseable y se imponen entonces límites a la tolerancia en el Estado democrático. Uno de los límites de la tolerancia es la moral pública. Otro límite es el orden público. Otro límite es la eutaxia política, la sobrevivencia del régimen democrático. Otro límite es la sobrevivencia del propio Estado, de la Nación. La tolerancia es una virtud aristocrática y no democrática. Además, la democracia, como la dictadura, tiene sus _arcana imperii_, sus secretos de Estado, que no conviene que sean sabidos de todos por los riesgos políticos que corre el Estado, por el peligro que supone su conocimiento para la eutaxia del Estado. La tolerancia no es una virtud que haya que practicar solamente con los que coinciden con uno mismo porque entonces la tolerancia desaparece y el pluralismo no puede quedar reducido a cuestiones intrascendentes porque el pluralismo entonces desaparecería. Es que ocurre que precisamente la tolerancia lo es del contrario. Aquí se plantea una contradicción: Por un lado, la democracia liberal si es democracia liberal de verdad, debe ser tolerante, por otro lado, no debe serlo con los enemigos de la libertad si quiere sobrevivir. He aquí una de las contradicciones o dilemas de la democracia. La libertad inherente a una democracia implica poder escribir libros contra la democracia, pero no defender la secesión en forma pública organizada. La democracia podrá a lo sumo tolerar que las ideas separatistas se publiquen, a título particular, en libros o en artículos científicos” o de opinión, o en discursos de quien, al hablar, solo se representa a sí mismo; pero es ridículo permitir que a estas especulaciones se les dé beligerancia en el mismo Parlamento contra cuya existencia están atentando.
La política es la dominación del hombre por el hombre. Los presupuestos de lo político son tres:
El mando consiste en ordenar, dar órdenes a los individuos. Si bien puede haber mando sin política, no puede haber política sin mando. Siempre que hay política hay la presencia de un enemigo, así como la relación de mando y de obediencia. Ya Platón fue uno de los primeros filósofos que pensó profundamente sobre la correlación intrínseca entre mando y obediencia y la política, al definir la política como una ciencia directiva o ciencia del mando. La soberanía es la potencia absoluta y perpetua de una república. La soberanía es un concepto extrajurídico, puramente político. En el momento en el que surgen las situaciones-límite o de excepción es cuando la cuestión del mando y de la soberanía se plantea con mayor agudeza, hasta el punto de que no es equivocado decir que las crisis propiamente políticas son, ante todo, crisis de mando. Además, el mando político no puede prescindir de la razón de Estado. El mando siempre es individual. Siempre manda uno. El ejercicio del mando va acompañado por la represión. La política es, inevitablemente, y siempre lo será, una dominación del hombre por el hombre. El mando tiene como propósito el de mantener la cohesión social, la concordia y la paz en el interior de la sociedad política y proteger a los ciudadanos de cualquier amenaza exterior. La causa esencial del descrédito de las nociones de obediencia y mando está en la ideología progresista pseudoética de la emancipación antiautoritaria que se basa en la doctrina de la igualdad considerada como fuente de cualquier progreso, mientras que la desigualdad sería el origen y la causa de todo mal. Cualquier mando político busca la adhesión popular. Un mando que chocase contra la hostilidad de la mayor parte de la población no podría sobrevivir mucho tiempo. No existe nunca obediencia total y absoluta. Tampoco existe desobediencia total y absoluta. En política hay siempre, por una parte, los que mandan, y por otra, los que obedecen, pues de otro modo, la relación de mando y obediencia pierde todo significado.
Sostiene que la democracia es la forma final del Género humano. Ser demócrata se hace así equivalente en las democracias fundamentalistas, a ser hombre honrado; no ser demócrata se hace equivalente a ser un hombre miserable, un subhombre, un hombre subdesarrollado. Según esto, todo “demócrata auténtico” (fundamentalista) tratará continuamente de extender el sistema democrático a todas las sociedades que actualmente habitan el globo terráqueo. Se trata de que el Globo terráqueo civilizado esté organizado en Naciones con tal de que hayan asumido la forma de la democracia parlamentaria homologada. Se concebirá así el proyecto de extensión de la democracia a todo el mundo como una cruzada. Y de dónde mana el “impulso misionero” que lleva a los políticos demócratas a predicar la cruzada de la democracia parlamentaria? Del mercado pletórico podemos extraer las razones de esta cruzada democrática. Si reconocemos la involucración entre la democracia de mercado formada por ciudadanos libres (en la elección) y el mercado pletórico formado por compradores libres (de bienes), la explicación del “impulso misionero” de las democracias se hace muy sencilla: lo que las democracias de mercado buscan, y lo buscan porque lo necesitan objetivamente (y no ya subjetivamente) al tratar de extender la democracia, y no solo extender los valores de la democracia, sino, principalmente los valores de la Bolsa, es extender sus mercados, es decir, fabricar “nuevos consumidores” para que pueda funcionar la producción industrial masiva de bienes, más o menos individualizados (siempre desde criterios abstractos de clase). Según estas premisas puede afirmarse que las democracias de mercado subsistirán en tanto en cuanto subsistan los mercados pletóricos de bienes.
El fundamento de la sociedad democrática es la sociedad de mercado de los consumidores. Es el mercado de bienes el que configura la sociedad democrática. El mercado configura a los individuos como sujetos consumidores y como sujetos electores de sus amigos y enemigos y aliados. La sociedad capitalista de mercado libre es el requisito _sine qua non_ para que haya democracia. Cada elector es un consumidor responsable, esto es, un individuo personal ciudadano sujeto de derechos y deberes capaz de elegir entre varias ofertas como consumidor en el mercado capitalista. En este mercado esta demanda determina la oferta y por tanto la producción. La sociedad democrática se funda en una sociedad gobernada económicamente por la economía de mercado, por el mercado. Un mercado pletórico de bienes implica una multiplicidad indefinida de bienes fabricados y clasificados en especies, géneros, órdenes, clases diferentes, cada uno de los cuales ha de estar representado por unidades numéricas distributivas de carácter indefinido. El ciudadano que políticamente elige diputados, representantes en el Parlamento entre varias alternativas u opciones políticas es el mismo elector de bienes de consumo en el mercado. La sociedad democrática es el fruto maduro de la evolución de la sociedad capitalista. El fundamento de la democracia está en la constitución de una sociedad en la que sea posible la libertad de elección de los múltiples individuos consumidores ante una multiplicidad de bienes ofrecidos en el mercado. Es el mercado de consumo el que hace posible que existan los individuos capaces de votar democráticamente. La televisión, el mercado y la democracia son isomorfos, tienen la misma estructura. La televisión introduce en la sociedad democrática una nueva y eficaz forma de conformación de sujetos electores de bienes al ofrecer la posibilidad de ejercitar la elección de programas mediante el telemando y el _zapeo_, y con ello al contribuir a la existencia sostenible de los contenidos ofrecidos. Los contenidos ofrecidos por la televisión pueden también considerarse como conformadores básicos del propio sujeto elector, a partir del cual se genera continuamente la sociedad democrática. La televisión no necesita de la democracia. Pero ya es mucho más difícil pensar en una sociedad democrática actual sin televisión. La televisión juega un papel decisivo en todos los procesos electorales, porque solo gracias a la televisión el cuerpo electoral puede tener delante (formalmente y en directo) a los candidatos.
Como el hombre es creado por Dios a su imagen y semejanza, dotado de inteligencia y voluntad libre es una persona y como tal sujeto capaz de derechos y deberes fundamentales, inherentes a su persona e intransferibles, anteriores y superiores a la sociedad y al Estado. Son derechos que el hombre tiene por el hecho de ser hombre y no por concesión de las instituciones políticas. Es por tanto, la misma naturaleza humana quien determina sus derechos naturales innatos. Estos derechos no se pierden por ningún tipo de pecado. Son derechos pues inalienables.
El poder político procede de Dios, no por un acto especial de otorgamiento sino por el mismo acto de creación de la naturaleza humana. El poder civil viene de Dios inmediatamente a la República o pueblo y mediatamente al Rey o gobernante, a través del consentimiento expreso o tácito del pueblo. La autoridad o poder es inseparable del pueblo, permanece en él como un dominio radical y a él ha de volver cuando el gobernante se hace ilegítimo y por tanto se convierte en tirano. De aquí el derecho de rebelión contra el tirano.
El descubrimiento de América plantea el problema de las relaciones internacionales con los pueblos bárbaros. Esto llevó a Francisco de Vitoria a la formulación de la doctrina de la “_communitas orbis_”, esta doctrina establece el derecho de todos los hombres a circular libremente por todo el mundo y a comerciar y a comunicarse entre sí. Esta doctrina es el origen de la doctrina jurídica internacional, del derecho internacional. El orbe es una comunidad de pueblos soberanos e independientes como partes del mismo. El bien particular de cada Estado está subordinado al bien común universal. Esta “_communitas orbis_” ha de hacer posible la subsistencia y salvaguardia de los derechos de todos los Estados y pueblos, así como hace factible sus relaciones, que han de regirse por el derecho natural internacional y por el derecho de gentes, que es positivo, histórico y consuetudinario y además, antecedente del derecho internacional moderno.
La sociedad no puede autodirigirse. El autogobierno de la sociedad política es imposible por utópico. El gobierno es la dirección de la sociedad por una parte de la sociedad. Hay que distinguir entre sociedad natural y sociedad política. En una sociedad humana natural, prepolítica, podemos reconocer pautas de conducta heterogéneas, pero convergentes, mutuamente adaptadas. En las sociedades naturales la divergencia es individual y el control es un control social coactivo muy duro. En las sociedades políticas la divergencia es una divergencia esencial de grupos en torno a los objetivos de las partes sociales. El control aquí ha de ser político y hay unos órganos especializados en ese control diferenciados del resto de la sociedad. La sociedad política o el Estado, es la misma lucha de clases divergente. Es un equilibrio inestable de las clases. El Estado quien crea la propiedad privada y la determina y no a la inversa. El Estado lo que hace es mantener y organizar las divergencias objetivas en el seno de la sociedad política. El núcleo de la sociedad política es la eutaxia. La eutaxia significa el buen gobierno, la buena dirección, la estabilidad política que se expresa en la duración de los regímenes políticos. Cuanto más dure un régimen político, tanta más eutaxia tendrá el Estado. Cuando un Estado es eutáxico, dura mucho en el tiempo. La praxis política ha de orientarse hacia la eutaxia. El cuerpo de las sociedades políticas consta de tres capas:
El curso de las sociedades políticas es la evolución, la dinámica histórica de las sociedades políticas. Es la perspectiva diacrónica aplicada a las sociedades políticas. La estructura del curso de las sociedades políticas se expresa en las siguientes tres fases: