Portada » Historia » El Surgimiento del Movimiento Obrero: Del Conflicto Social a la Organización Sindical
El proceso de revolución industrial y de implantación del liberalismo político y económico transformaron las relaciones sociales. Al desaparecer la desigualdad jurídica, las diferencias sociales se establecieron esencialmente en el ámbito económico. A partir de ese momento, lo que determinó la posición social fue la pertenencia a una clase social: los que poseían la propiedad y el control de la producción o la de los salarios, que vendían su fuerza de trabajo.
Las condiciones del trabajo resultaron muy difíciles. Las jornadas eran agotadoras (14-16 horas) en ambientes muy duros, y con una estricta disciplina. Los salarios apenas permitían la supervivencia. Para sobrevivir era indispensable que trabajasen también mujeres y niños, con salarios muchos más bajos. En la ciudad, los campesinos proletarizados habían perdido la mayoría de sus referentes. Los horarios y el ritmo de trabajo ya no dependían de la luz solar.
La nueva organización del trabajo y la introducción de máquinas no sólo deterioró las condiciones laborales, sino que provocó una pérdida de puestos de trabajo.
En la primera mitad del siglo XIX se hizo evidente que la sociedad liberal e industrializada había generado nuevas desigualdades. Numerosos intelectuales y artistas tomaron conciencia de la miseria. Nació así la denominada cuestión social, es decir, la preocupación por las consecuencias sociales que provocaba la industrialización.
A principios del siglo XIX, la indignación frente a la miseria de los obreros dio origen a nuevas ideologías políticas, como el socialismo y el anarquismo que denunciaban los abusos del capitalismo liberal.
La primera generación de socialistas, denominados utópicos, era un grupo de pensadores herederos de la tradición ilustrada y de la corriente radical jacobina de la revolución francesa.
En 1848, Karl Marx y Friedrich Engels publicaron el Manifiesto del Partido Comunista.
El anarquismo es la otra gran corriente de pensamiento que se enfrentó al liberalismo. En el siglo XIX el principal inspirador fue el francés Pierre Joseph Proudhon, quien afirmaba que la propiedad era un robo y defendía un sistema social basado en el mutualismo y el cooperativismo.
Posteriormente, el ruso Mijail Bakunin planteó que la revolución y la destrucción del capitalismo estarían protagonizadas por todos los sectores oprimidos y serían el resultado de la lucha espontánea y libre de las masas contra la opresión. Su objetivo no era conquistar el estado sino destruirlo.
Todas las corrientes anarquistas critican la sociedad capitalista y pronuncian un modelo alternativo y se implicaba en las organizaciones obreras y participaban en huelgas y manifestaciones.
A partir de 1820-1830, los trabajadores comprendieron que el nuevo sistema fabril había llegado para quedarse, y que no mejorarían sus condiciones de vida y de trabajo destruyendo las máquinas. Animados por las nuevas ideas socialistas, fueron creando organizaciones.
Durante el proceso de las revoluciones liberales, los obreros habían secundado las propuestas de las corrientes radicales, demócratas y republicanas. Fue en Gran Bretaña donde el movimiento obrero tomó iniciativa de organizarse en un proyecto político propio: el cartismo. La persecución a la que estaban sometidos los dirigentes sindicales de las Trade Unions, les convenció de la necesidad de participar en política para poder cambiar las leyes.
A partir de 1850, el número de trabajadores, organizaciones obreras y pensadores socialistas era ya muy importante. La conciencia de formar parte de una misma clase, les llevaría a la constitución de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). Fue creada en Londres en 1864.
Tras el fracaso de la Primera Internacional, los anarquistas intentaron mantener viva esa experiencia con la formación de una Internacional Antiautoritaria, que tuvo una corta vida.
Esta corriente, conocida como anarcosindicalismo, estableció las bases del sindicalismo anarquista: apoliticismo, defensa de la acción directa de los trabajadores y huelga general.
Desde el último cuarto del siglo XIX, el crecimiento del capitalismo produjo un extraordinario aumento de los trabajadores asalariados. La difusión del socialismo propició la elaboración de nuevas estrategias.