Portada » Español » Miguel Hernández: Trayectoria Vital y Literaria
Miguel Hernández nació en 1910 en Orihuela, de familia humilde. Trabajó como pastor de cabras, pero pronto desarrolló una vocación poética y escribió «Poemas sueltos». Se unió a una tertulia literaria dirigida por Ramón Sijé, quien se convirtió en su primer maestro literario. En 1931, realizó su primer viaje a Madrid, pero tuvo que regresar a los cuatro meses y medio. Este viaje le permitió renovar sus ideas literarias y dio lugar a la publicación de «Perito en Lunas». Esta obra, caracterizada por un estilo gongorino y un contenido vanguardista, se compone de 42 octavas reales y describe objetos cotidianos y humildes con metáforas herméticas.
En 1934, Hernández realizó su segundo viaje a Madrid, esta vez en mejores condiciones. Gracias a las conexiones de Ramón Sijé, conoció a gente influyente y formalizó su noviazgo con Josefina Manresa, quien más tarde se convertiría en su esposa. Sin embargo, su relación con Josefina se vio interrumpida por su amor por la pintora Maruja Mallo. En 1936, se reconcilió con Josefina y amplió su círculo de amistades, alejándose del magisterio literario de Ramón Sijé. Entró en contacto con figuras como Alberti, Neruda, Cernuda y Aleixandre. La publicación de «La destrucción o el amor» de Aleixandre marcó un punto de inflexión en su poesía.
La obra de Hernández en esta etapa se caracteriza por tres temas esenciales: el amor, la crisis de identidad y la crisis emocional provocada por su educación católica y conservadora. «El rayo que no cesa», fruto de estas experiencias, explora la vida, el amor y la muerte. El amor se presenta como un sentimiento trágico, y la pena surge como consecuencia de la contradicción entre el deseo y la realidad. El rayo, símbolo de la flecha amorosa, se clava en el corazón y produce impulsos de muerte. El vitalismo trágico alimenta la obra. La mayor parte del libro está compuesta por sonetos, que favorecen la concentración expresiva y el control sobre el desbordamiento emocional. El libro incluye dos poemas en tercetos encadenados: «Me llamo Barro, aunque Miguel me llame…» y «La elegía a Ramón Sijé», que cierra la obra.
La Guerra Civil Española sorprendió a Miguel Hernández en Madrid. Regresó a Orihuela en septiembre para incorporarse al frente como voluntario. Esta etapa fue muy dura, marcada por la muerte de muchos compañeros. Se casó con Josefina Manresa. En 1937, fue destinado a Andalucía como altavoz del frente. Participó en el Segundo Congreso de Intelectuales y viajó a la URSS como parte de una delegación española enviada por el Ministerio para asistir al Quinto Congreso del Teatro Soviético. Su primer hijo nació y murió poco después.
El compromiso social y político de Hernández cristalizó en dos obras poéticas: «Viento del pueblo» y «El hombre acecha». «Viento del pueblo» se caracteriza por el presente trágico, el pueblo oprimido y el poeta como viento de salvación. Es una poesía de lucha concebida como un arma de combate, donde la solidaridad se expresa a través del vientre de la mujer. La palabra comunica a vivos y muertos y es la materia prima del poeta. Hernández participó en la guerra y difundió sus poemas en el frente para levantar la moral de los soldados. Recurrió a la oralidad y lo coloquial, empleando el romance y las cuartetas, así como composiciones de origen tradicional. Cultivó una poesía más culta en versos solemnes y largos. Muchos poemas tienen carácter épico y un optimismo alentador y combativo.
«El hombre acecha» muestra una actitud distinta ante la contienda nacional. Sus versos presentan la crueldad de la guerra. Los poemas alejandrinos le dan un tono solemne y funerario. El libro se estructura en torno a tres poemas: «Canción primera», «La carta» y «Canción última».
En 1939, nació su segundo hijo. Al finalizar la guerra, intentó escapar a Portugal, pero fue detenido y encarcelado. Tras unos meses en prisión, fue liberado, pero volvió a ser denunciado y recluido en Orihuela. Comenzó un calvario físico y psicológico. En 1940, fue condenado a muerte y se le imputaron 30 años de prisión. Finalmente, murió de tuberculosis en 1942.
En esta etapa, escribió «Cancionero y romancero de ausencias». Los temas fundamentales son la ausencia y lo perdido, aunque también destaca la esperanza (nuevo hijo). La imagen dominante es la herida. Las formas métricas son concisas y tradicionales, con concentración metafórica y depuración expresiva. También escribió canciones y romances, que en poco más de seis años, en las circunstancias más dramáticas, le transportaron a la cima de la poesía.
El compromiso social y político de Miguel Hernández fue aumentando durante la década de los 30. Nacido en una familia humilde, recibió una educación católica. Ramón Sijé fue su orientador literario, quien le llevó a una obra orientada en la fe religiosa. En esta primera época, se caracterizó por una actitud conservadora y conformista, expresando la manera de llegar a Dios a través del trabajo y criticando las acciones revolucionarias campesinas y obreras. Esta tendencia se refleja en su poesía en «Perito en lunas» y «Poemas sueltos».
Con la llegada de la República, esta tendencia conservadora comenzó a cambiar. Hernández empezó a pensar en los más débiles y a buscar una mejor calidad de vida. Este es el compromiso social que mantuvo hasta su muerte, cultivando una poesía sencilla. A partir de este momento, su compromiso se refleja en «El rayo que no cesa». Se apartó de las creencias religiosas y la influencia de Alberti y Neruda jugó un papel importante en su evolución política. Pasó de una actitud que buscaba defender y dignificar al hombre del campo, a un compromiso político en el que no buscaba el poder político, sino conseguir la dignidad de los más débiles. El origen humilde y campesino también jugó un papel importante en su compromiso.
Declarada la guerra, se decantó por el bando republicano, que identificaba con los pobres. Consideraba que su única arma era la poesía, cultivando una poesía de propaganda que paseó por las trincheras. Su compromiso tuvo dos detonantes: el personal, la relación con Neruda y Alberti, y el histórico, el comienzo de la Guerra Civil. Las dos obras más significativas de esta etapa son «Vientos del pueblo» y «El hombre acecha», una a principios y otra a finales de la guerra, por lo que son muy distintas.
«Vientos del pueblo» tiene un estilo transparente, claro y directo, donde la metáfora se simplifica. Dentro de la atmósfera de triunfalismo épico, encontramos distintos tonos: exaltación heroica de los que luchan por la justicia y la libertad, lamento de las víctimas, reivindicación social e imprecación a los enemigos. El tono también está acompañado de lirismo, y el romance es octosílabo. A medida que avanza la guerra y la derrota es inminente, en «El hombre acecha» aparece una visión pesimista del hombre en un verso largo, por oposición al octosílabo. La garra es el símbolo negativo, y el libro cierra con una petición de esperanza: «Canción última». Es de arte menor.
Por último, en la cuarta etapa de su producción poética, «Cancionero y romancero de ausencias», insiste en la derrota de los ideales a causa de la brutalidad, pero se opta por el futuro. En definitiva, Hernández encarna la figura del poeta de la libertad.
En sus comienzos, Miguel Hernández estuvo bajo la influencia de Ramón Sijé, quien le inició en la lectura de clásicos como Virgilio y otros como Garcilaso, Fray Luis, Quevedo, Calderón, Lope de Vega y Luis de Góngora. Sin embargo, en sus primeros poemas se nota la influencia de románticos como Bécquer y modernistas como Rubén Darío. Su primer viaje a Madrid le sirvió para renovar su lenguaje, técnica y estilo, utilizando la metáfora. A partir de la conmemoración del tricentenario de la muerte de Góngora, entró en contacto con su obra y leyó la poesía de los poetas del 27. Fue entonces cuando siguió la metáfora gongorina para conseguir el hermetismo de la poesía pura. Fruto de esta obsesión es «Perito en lunas», donde se perciben tres influencias fundamentales: el gongorismo, el hermetismo intenso y lúdico, y el vanguardismo tardío.
En 1934 y 1935, Hernández repitió sus viajes a Madrid, donde logró entrar en contacto con Neruda y Aleixandre. Fruto de la amistad con ambos, llegó la poesía amorosa, que se manifiesta en «El rayo que no cesa», con el amor como tema central. Las influencias que se pueden percibir son:
Con el estallido de la Guerra Civil, la poesía de Hernández dio un giro radical. En «Viento del pueblo», se hace eco de las inquietudes populares con un marcado tono épico-lírico. Busca una poesía neopopular, más directa, de ahí el empleo del romance y del octosílabo. También cultiva el tono épico y el desarrollo amplio como el de la poesía impura.
«El hombre acecha» usa el pesimismo y la introspección, el verso de arte menor y la rima asonante, que dejan paso al empleo del endecasílabo y el alejandrino y a la rima consonante.
En «Cancionero y romancero de ausencias», las desgracias personales y la enfermedad mueven al poeta a una poesía más desnuda, con imágenes surrealistas. Se imponen las formas poéticas tradicionales breves como la canción y el romance. Se inicia el romanticismo y domina el neopopularismo. Este libro es la síntesis final en la que se funde la poesía popular con la poesía íntima y depurada.