Portada » Filosofía » El Impacto del Consumo y la Globalización en la Sociedad Moderna
El neuromarketing estudia cómo las patologías emocionales influyen en el consumo, revelando que las personas pueden disfrutar de un anuncio sin necesariamente apreciar el producto. Este campo aspira a controlar las emociones, aunque aún se desconoce cómo hacerlo.
Las emociones surgen de fantasías antropológicas del pasado, como el miedo y la risa. La comunicación se basa en las sensaciones, y los sentimientos y emociones se estructuran en la pirámide de Maslow. Existen dos perfiles de consumidores: los que consumen mucho, a menudo conservadores y ricos, y los que consumen poco, ecologistas y austeros.
Según Baudrillard, el consumo es un modo activo que fundamenta nuestra cultura. No se trata del objeto en sí, sino del conjunto de objetos y mensajes que manipula la sociedad. El objeto de consumo se convierte en un signo, un significante de algo.
Por lo tanto, lo que se consume no es el objeto sino su significado, lo que simboliza. Este consumo es ilimitado, ya que buscamos constantemente nuevos significados. Es una práctica idealizada, pues no compramos objetos por necesidad sino por su significado.
En los años 70, las películas de catástrofes coincidieron con épocas de crisis y de invasiones alienígenas, aterrorizando a la población. El incidente de Roswell fue un montaje sobre el tema extraterrestre que se convirtió en un museo e incluso en un carnaval.
Walter Benjamin valoró la proyección de Marx sobre el capitalismo, que reveló un problema que Benjamin proyectó en el arte actual. El arte siempre ha sido copiado, desde las técnicas de fundición y acuñación griegas hasta la litografía y la fotografía.
Una obra de arte es única e irrepetible. Por lo tanto, ninguna reproducción, por excelente que sea, puede acercarse a la esencia de la obra original. Una reproducción manual es una imitación, mientras que una reproducción técnica disminuye significativamente el aura de autenticidad.
Benjamin enfatiza la originalidad y critica la pérdida de esencia en las reproducciones múltiples, que alteran la percepción del observador. En la actualidad, la búsqueda de rapidez, facilidad y cantidad repercute en la sociedad, donde el arte pierde valor debido a la aceleración constante.
La globalización permite producir objetos en diferentes países y venderlos en todo el mundo. Este proceso crea dos clases: la clase virtual, que se beneficia del progreso económico, y la clase underclass, que sufre en los países pobres donde se producen los bienes.
La globalización promueve una hipermodernización rápida, aceptada por el mercado y la publicidad, pero no por los símbolos culturales. La publicidad promete un ascenso rápido que no se cumple, lo que lleva a la frustración y a la violencia.
Los pobres siempre han sido considerados un despojo del capitalismo, pero en la actualidad la situación es diferente. Los pobres no tienen trabajo, por lo que no pueden gastar ni llevar una vida feliz. Este círculo vicioso provoca violencia y aburrimiento.
El trabajo es bueno y no trabajar es malo. En la era moderna, los trabajadores se rebelaron contra la falta de recompensa por su esfuerzo. Esto llevó a nuevas actitudes empresariales para aumentar la eficiencia.
El trabajo dominaba la vida, sin posibilidad de elección. Surgieron propuestas de libertad de expresión, separación del esfuerzo y compromiso moral. Para imponer la ética del trabajo, se recompensó a los trabajadores más eficientes.
El consumo consiste en satisfacer nuestros deseos a través del dinero. Estas cosas nos hacen felices.