Portada » Filosofía » La Metafísica: Argumentos, Críticas y su Relevancia Filosófica
Se basa en el ser o la esencia de Dios. El primer argumento de este tipo se lo debemos a San Anselmo de Canterbury (S. XI), aunque también Descartes y Hegel lo desarrollaron.
Toma como punto de partida que Dios es un ser perfecto, tanto que no le puede faltar ninguna cualidad que lo haga más perfecto. Por eso, tiene que existir, pues en caso contrario le faltaría la cualidad de la existencia y no sería, por eso, absolutamente perfecto.
Otro de los problemas relacionados con Dios fue el de la existencia del mal. ¿Cómo es posible que, siendo Dios bondad infinita, exista mal en el mundo?
Para responder a la pregunta, Leibniz negó la objetividad del mal. Lo que percibimos como malo se debe solo a una valoración deficiente por nuestra parte. Todo mal es subjetivo, es decir, lo malo para quien lo percibe, pero necesario para la obtención de un bien mayor. Por eso Leibniz defendió que vivimos en el mejor mundo posible, aquel en el que existe menor cantidad de mal y mayor cantidad de bien.
Entre los infinitos mundos que podría crear, este en qué vivimos es el que, comparativamente, induce menor cantidad de mal. La metafísica de Leibniz fue calificada por eso, y no sin razón, de «optimista».
Pretende argumentar la existencia de Dios partiendo de la existencia del mundo y de los sucesos que ocurren en él. Se basa en el principio de causalidad para llegar a concluir que tiene que haber una causa primera, incausada y perfecta, que se identifica con Dios. Aristóteles ya había usado este tipo de argumentación, y posteriormente, Tomás de Aquino (s. XIII), René Descartes (s. XVII) y Leibniz (s. XVII), la repitieron con ciertas modificaciones.
Esta es la cuestión metafísica ontológica fundamental. Todo lo existente coincide en que es, en que forma parte de lo que hay. El hecho de ser es la característica más general y radical que tienen todas las cosas, que se denominan “entes”. En este sentido, todas las cosas son entes, ya sean reales, imaginarias, absurdas, perceptibles, racionales…
Pero es muy diferente decir, por ejemplo “esta piedra es un ente”, que afirmar “Ana es un ente”. Por eso se dijo que el concepto de ser no es unívoco, sino análogo: solo de un modo aproximado y abstracto podemos afirmar que el ser pertenece igual a la piedra y a Ana.
Este es el sentido de la diferencia ontológica de la que habla Heidegger. Según él, los filósofos se preocuparon más de los entes que del propio ser. Investigaron los entes, pero se olvidaron del ser, que es el verdadero problema radical de la metafísica en general y de la ontología en particular.
Marx y Friedrich Engels consideraron a la metafísica como una ideología, entendiendo esta palabra como conjunto de ideas engañosas con las que se manipula a la gente. La metafísica tradicional es una interpretación de la realidad, un intento de producir una imagen del ser humano. Pero Marx mantiene que tal imagen del mundo se elaboró en cada momento histórico, de acuerdo con los intereses de cada clase dominante. Así la metafísica tradicional no sería más que un producto ideológico, que sirve para legitimar y mantener los privilegios de las minorías más poderosas. La propuesta marxista es eliminar las falsas interpretaciones del mundo y poner énfasis en transformarlo, mediante la revolución proletaria, en un lugar más igualitario, donde ya no existirá el enfrentamiento entre clases sociales. Marx está suponiendo que hay una auténtica metafísica, a la que él se opone a la tradicional y prefiere considerar que sus interpretaciones de la realidad son pura ciencia.
Nos vamos a referir a dos autores que se remiten a la génesis de la metafísica para criticarla. Nietzsche denuncia que la metafísica es contraria a la vida. Para él, la vida es cambio, devenir incesante; superación y autoafirmación de nuevas formas que desbancan a las anteriores. Ante la imposibilidad de captar con nuestras capacidades racionales ese permanente cambio que es la vida, los seres humanos nos refugiamos en los conceptos metafísicos (ser, verdad, sustancia, causa, Dios, etc.), que son estables, permanentes, inmutables y eternos. Esta es la génesis de la metafísica: inventamos otro mundo con la pretensión de que es el verdadero. Ahora bien, se trata de un mundo ficticio, falso, que no sirve para orientar a las personas en las circunstancias en que tienen que vivir.
Michel Foucault (s. XX) afirma que desde sus orígenes la metafísica impuso cierto orden en el mundo, también introduciendo límites.