Portada » Historia » La España del siglo XVIII: Reformismo Borbónico e Ilustración
Los Borbones, en contraste con la política exterior de los Austrias, se centraron en fortalecer el absolutismo real y promover el progreso económico dentro de España. Felipe V, el primer monarca Borbón, apartó a la aristocracia del poder y se rodeó de funcionarios profesionales, buscando gobernar con criterios de eficacia y pragmatismo.
Para modernizar el país, los Borbones introdujeron una serie de reformas:
Los Borbones se propusieron recuperar el control económico de América, implementando las siguientes medidas:
Estas políticas, si bien intensificaron el comercio, perjudicaron a los comerciantes criollos y a las industrias locales americanas, incapaces de competir con los productos europeos. Además, el monopolio español se vio afectado por el contrabando y las cesiones territoriales del Tratado de Utrecht. La exclusión de los criollos de la administración colonial generó un sentimiento de alejamiento de la metrópoli que culminaría en el proceso independentista del siglo XIX.
A finales del siglo XVIII, Cataluña experimentó un notable desarrollo industrial, impulsado por la producción de indianas (telas de algodón). Empresarios catalanes invirtieron en este sector, aprovechando la creciente demanda en América y las medidas liberalizadoras del comercio colonial de 1765 y 1778. Sin embargo, esta dependencia del comercio colonial hizo que la industria catalana entrara en crisis con las guerras de finales de siglo.
Durante el siglo XVIII, las ideas de la Ilustración, como el humanismo, el racionalismo y la secularización cultural, se difundieron por Europa y llegaron a España. El reinado de Carlos III (1759-1788) marcó el apogeo de la Ilustración en España. Ilustrados como Jovellanos, Campomanes, Aranda y Cabarrús ocuparon cargos importantes en el gobierno e impulsaron reformas en diversos ámbitos.
Ante la resistencia de la universidad a las nuevas ideas, se crearon centros de enseñanza independientes como el Real Gabinete de Máquinas y la Escuela de Mineralogía de Madrid. Se fundaron las Reales Academias de la Lengua, de la Historia, de Jurisprudencia y de Bellas Artes, así como museos y centros de investigación como el Observatorio Astronómico y el Jardín Botánico. En este contexto destacaron figuras como los naturalistas Antonio Cavanilles y José Celestino Mutis, el economista Campmany, el arquitecto Juan de Villanueva y el pintor Francisco de Goya.
El despotismo ilustrado fue la teoría política dominante en Europa durante el siglo XVIII. Esta doctrina defendía la unión de los principios de la Ilustración con la monarquía absoluta. El rey, como máxima autoridad, debía ejercer su poder en beneficio de sus súbditos, bajo la premisa de «todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Los gobiernos ilustrados impulsaron reformas económicas y sociales, pero no políticas.
Carlos III fue el principal representante del despotismo ilustrado en España. Durante su reinado se llevaron a cabo reformas en agricultura (supresión de la Mesta, reparto de tierras), comercio (medidas liberalizadoras), industria, infraestructuras y educación.
El fortalecimiento del absolutismo llevó a Carlos III a enfrentarse con la Iglesia, especialmente con los jesuitas. Acusados de provocar el motín de Esquilache (1766), los jesuitas fueron expulsados de España en 1767. Esta medida se enmarcaba dentro de la política regalista de los Borbones, que buscaba limitar el poder de la Iglesia en materia económica, fiscal y cultural. Se limitó la jurisdicción eclesiástica, se controló el nombramiento de prelados y se redujeron los privilegios fiscales de la Iglesia. También se prohibió la Inquisición y se restringió su control sobre la cultura y la educación.
El reinado de Carlos IV (1788-1808) supuso un retroceso en el impulso reformista de la Ilustración. El temor al contagio de los ideales de la Revolución Francesa (1789) llevó a la Corona a adoptar una actitud más conservadora, frenando las reformas y la difusión de las ideas ilustradas.