Portada » Filosofía » René Descartes y el Racionalismo: La Búsqueda de la Certeza en la Razón
René Descartes es el fundador de la Filosofía Moderna y principal pensador de la corriente del racionalismo. El racionalismo es una escuela filosófica que considera a la razón, frente a los sentidos, como única fuente de conocimiento verdadero. Para Descartes lo fundamental es buscar un conocimiento cierto y seguro sin ningún tipo de duda. Su prioridad será buscar un modus operandi, que nos ayude a razonar y que sea compatible con la Razón humana, pues si no sería inútil. Esta primera verdad la basará el autor en el descubrimiento del alma como sustancia pensante, (res cogitans), idea que será la base del edificio epistemológico y la piedra angular de su sistema filosófico.
La razón necesita una guía que la dote de objetividad y certeza en su búsqueda de la verdad lógica y ontológica. La propuesta cartesiana se basa en los métodos científicos de Francis Bacon y de Galileo, para elaborar un método filosófico basado en cuatro reglas: la intuición (1ª regla) y la deducción (2ª, 3ª y 4ª reglas). La razón opera de dos maneras: desde la intuición, conociendo las ideas que surgen en la razón de forma clara y cuya verdad es evidente; y desde la deducción, conocimiento de una sucesión de intuiciones de las ideas simples para llegar a verdades complejas. Por ello, el método racional deberá cumplir con cuatro reglas que nos lleven a un conocimiento seguro:
La primera regla presupone una confianza plena en la razón. La evidencia es una intuición intelectual de la que se pueden deducir otras ideas. Sin embargo, encontrar una primera verdad no es sencillo. Por ello, Descartes introduce como elemento previo la duda metódica para comprobar si alguna idea puede presentarse ante su espíritu de forma clara, con evidencia. Este proceso consiste en dudar de todo: primero duda de las ideas del mundo material (percepciones de los sentidos), de las ideas del pensamiento (razonamientos de un genio maligno en nuestra mente) y de la realidad consciente/inconsciente (imposibilidad de distinguir con evidencia nuestra realidad entre la vigilia y el sueño), encuentra una idea indubitable: la propia duda. Puedo dudar de la existencia de todo menos del yo que duda, pues no puedo fingir que no pienso, por lo que mi esencia está constituida por el hecho de pensar. “Pienso, luego existo” (cogito ergo sum), Descartes partirá del cogito, la primera verdad indudable, para construir su metafísica. Descartes ha obtenido con esta idea motriz una evidencia primera en la que sustentar su filosofía y la descompone en partes más simples, descubriendo así la sustancia, aquello que existe sin necesidad de otro. Por eso, además de existir el pensamiento debe existir el creador de ambas realidades. Descartes considera que existen tres tipos de sustancias:
De este modo, Descartes supera el solipsismo en el que podía haberse encerrado al considerar que sólo existiría el sujeto pensante.
Ahora bien, el cogito piensa ideas, que pueden dividirse en tres tipos:
De este modo, sus teorías sobre el cogito y sobre los tipos de ideas que esta posee (adventicias, facticias e innatas), le permite deducir, de forma metódica, la existencia del mundo y de Dios. La realidad del mundo fundamenta su existencia en la deducción natural de que para pensar es preciso ser. Por su parte, la realidad divina fundamenta su existencia en la argumentación lógica de la idea de perfección, que solamente el ser divino ha podido ponerla en la mente de los hombres. La idea de perfección no puede ser una idea adventicia, ni facticia. Por tanto, esa idea de infinito tiene que ser causada por un ser a su vez infinito y perfecto. Por ello, concluye con la afirmación de que Dios existe, siendo el causante de la veracidad de nuestra idea de infinitud.
Expone su antropología y su ética. Para Descartes el ser humano está formado por un alma pensante y un cuerpo material, pero esta visión está sustentada en un dualismo antropológico, es decir, en la evidencia que supone la existencia del alma como sustancia pensante y la existencia de un cuerpo como sustancia extensa, como dos sustancias diferentes que interactúan entre sí. La relación se da a través de la glándula pineal, haciendo posible al alma gobernar el cuerpo. El ser humano es propiamente la sustancia pensante, el cogito. El cuerpo actúa como una máquina y no puede comportarse de forma libre. Sin embargo, el alma actúa de forma libre y debe gobernar a esa máquina. La perfección del alma, se consigue a través del dominio de sus tres funciones: volitiva, emocional y pasional.
En cuanto a su visión ética, Descartes defiende un racionalismo volitivo, emocional y pasional basado en la libertad. Identifica la perfección del alma con su actuar, de ese modo une su antropología con su ética. La libertad se consigue con el dominio de los deseos y pasiones que surgen del cuerpo, cuando el sujeto gobierna en él su cogito, siendo auténticamente libre. La libertad es así concebida como la realización por la voluntad de lo que propone el entendimiento como bueno y verdadero. Como resultado de la duda metódica, y mientras se construye una ética indudable, los humanos deberán actuar de forma moderada, prudente, de ahí su defensa del probabilismo moral.