Portada » Historia » Historia de España: de la Segunda República a la Reconquista
Las elecciones convocadas por Niceto Alcalá Zamora para noviembre de 1933 dieron como resultado un triunfo de los partidos políticos de centro y de derecha. El partido más votado fue la CEDA de Gil Robles con 115 diputados, seguidos por el Partido Radical de Lerroux (102). La izquierda participó en los comicios fragmentada y los anarquistas promovieron la abstención, por lo que los partidos de izquierda redujeron drásticamente su número de diputados. Alcalá Zamora encargó la tarea de formar gobierno a Lerroux porque la CEDA no había jurado lealtad a la Segunda República. El Partido Radical gobernó gracias al apoyo cedista, pusieron en marcha el desmantelamiento sistemático de las medidas de Manuel Azaña: paralización de la reforma agraria y devolución de las escasas tierras expropiadas, suspensión de la reforma educativa y paralización del debate parlamentario de nuevos estatutos de autonomía, viraje a la derecha volviendo a financiar estatalmente a la Iglesia, amnistía para los militares implicados en la Sanjurjada de 1932 y proyecto de reforma constitucional.
El 4 de octubre, Lerroux cede a las presiones de la CEDA y nombra a tres ministros del partido de Gil Robles. La UGT convoca una huelga general por el temor de los partidos de izquierda a un gobierno autoritario, parecido a la Alemania nazi o la Austria fascista. Las fuerzas más radicales como los anarquistas de Esquerra Republicana ya estaban preparando una revolución popular desde el triunfo de las derechas en las elecciones. Tanto la huelga como la insurrección popular fueron un fracaso en la mayor parte de España. En Cataluña adquirió carácter nacionalista (Lluís Companys) y se proclamó el Estado Catalán, pero la rápida intervención del ejército sofocó el proyecto. Fue en Asturias donde la insurrección triunfó debido a la unión de socialistas, anarquistas y comunistas en la Alianza Obrera. Intentaron iniciar una revolución socialista de los Consejos Obreros. La intervención del Ejército de África, la Legión y los Regulares (dirigidos por Franco) controlaron la insurrección (18 de octubre). El balance fue dramático con más de mil muertos, 30.000 detenciones, varias ejecuciones de líderes obreros y numerosos daños materiales por los bombardeos y los combates entre revolucionarios y militares.
La Revolución de Asturias provocó el endurecimiento de la política del gobierno. Se suspendió el Estatuto de Cataluña, se redactó una nueva ley agraria y se endureció la actuación frente a los desórdenes sociales. Las desavenencias entre Lerroux y Gil Robles fueron en aumento. Cuando este último fue nombrado ministro de la Guerra, colocó a generales antirrepublicanos en puestos de relevancia: Fanjul fue subsecretario del ministro, Franco jefe del Estado Mayor, Mola jefe del Ejército de Marruecos. El ambiente social se encontraba cada vez más polarizado:
El desencadenante de la caída del gobierno de Lerroux fue un caso de corrupción. El escándalo del estraperlo impactó al hijo de Lerroux y a varios políticos del partido. Tras la dimisión del presidente del gobierno, Alcalá Zamora disolvió las Cortes y convocó elecciones para febrero de 1936.
La unión de los partidos de izquierdas en el Frente Popular y la división de las derechas en muchas facciones propició un triunfo de la izquierda en las elecciones de febrero. La derecha y el centro triunfaron en las zonas rurales. El gobierno producto de estas elecciones fue dirigido por Manuel Azaña, aunque no incluyó a ningún ministro socialista o comunista. Se recuperó la política reformista del Bienio Reformista (1931-1933) y se amnistió a parte importante de los encarcelados por la Revolución de Asturias de 1934. Se retomó la reforma agraria de 1932 y se restauró el Estatuto de Autonomía de Cataluña, volviendo Lluís Companys a la presidencia de la Generalitat. El Congreso consideró improcedente la última disolución de Cortes y destituyó a Alcalá Zamora. Manuel Azaña fue elegido nuevo presidente de la República y el nuevo presidente del gobierno fue el republicano Casares Quiroga. La fractura social se incrementaba mientras la extrema izquierda aspiraba a una revolución obrera y la extrema derecha conspiraba preparando un golpe militar. El gobierno intentó neutralizar la violencia y el riesgo de un golpe de Estado dispersando a los generales más peligrosos (Mola, Franco, Goded) y pasando a la reserva a Fanjul. El desencadenante del golpe de Estado fue el asesinato de José Calvo Sotelo, líder del Bloque Nacional, el 14 de julio de 1936. Este asesinato fue una represalia por la muerte, el 12 de julio, de José del Castillo, teniente de la Guardia de Asalto. En la noche del 17 al 18 de julio se materializó la sublevación militar, dando comienzo a la Guerra Civil Española.
El régimen franquista adaptó sus políticas económicas al contexto internacional. La primera etapa estuvo caracterizada por la quiebra económica posterior a la Guerra Civil y la lenta recuperación provocada por la autarquía económica derivada del aislamiento internacional (exclusión del Plan Marshall). Este periodo de autarquía aplicó medidas proteccionistas e intervencionistas: nacionalización de sectores estratégicos, creación de RENFE, creación del INI (Instituto Nacional de Industria). El racionamiento de bienes de primera necesidad finalizó en mayo de 1952. A finales de los años 50, varios ministros con amplios conocimientos del sector privado (tecnócratas) promovieron la liberalización de la economía basada en: el Plan de Estabilización (1959-1964) con el que se saneó la economía, abandono de las políticas proteccionistas y atracción de inversiones extranjeras. De 1964 a 1975 se llevan a cabo los Planes de Desarrollo con el objetivo de fomentar el desarrollo industrial, reduciendo su desigual distribución en el territorio español. La creación de polos industriales de desarrollo (Valladolid, Zaragoza, Huelva o Vigo) pretendía frenar la emigración interior. Los resultados fueron poco significativos, modificando sensiblemente la renta per cápita de esas regiones pero creando empresas poco viables y dependientes de las subvenciones. La crisis del petróleo iniciada en 1973 supuso el fin de esta etapa de crecimiento económico. La coincidencia de esta situación económica con la crisis final del franquismo dificultó la toma de decisiones y medidas económicas. El balance del desarrollismo puede sintetizarse en los siguientes aspectos: crecimiento económico que duplicó la renta per cápita española, modernización de todos los sectores económicos, crecimiento industrial, persistencia de las desigualdades sociales y territoriales, también demográficas por el éxodo rural, llegada de capitales extranjeros tanto por las inversiones de empresas como por el turismo y las divisas.
Los rápidos cambios económicos supusieron una modernización de la sociedad española. El éxodo rural vació el interior rural peninsular y provocó un importante crecimiento urbano en las regiones industrializadas (Madrid, Barcelona, Bilbao). Además de estas migraciones interiores, cerca de 2 millones de trabajadores emigraron a Europa (Francia, Alemania, Suiza). El crecimiento económico llegó con el crecimiento demográfico «baby boo»). En cuanto a la estructura por clases sociales, aumentaron las clases medias, aumentó el poder adquisitivo de las familias y se introdujo la sociedad de consumo. La necesidad de cualificación profesional llevó al Estado a mejorar la educación pública. Además, hubo un cambio en los valores de la juventud, incentivados por el turismo y los emigrantes. Esta acumulación de cambios económicos y sociales fue creando un apoyo a los grupos de oposición al régimen y acercando a España a unas formas de vida más parecidas a las del resto de Europa.
En el I milenio a.C., antes de la conquista de los romanos, en la península ibérica convivían diversos pueblos: los Tartessos (valle del Guadalquivir y del Guadiana), los Íberos (costas del Mediterráneo), los Celtas y Celtíberos (centro, norte y oeste peninsular), además de los colonizadores del Mediterráneo oriental y norte de África como los Fenicios, Griegos y Cartagineses. La conquista romana (218-19 a.C.) se desarrolló en tres fases: la conquista del Levante y del Guadalquivir (218-197 a.C.), la conquista de la Meseta y la Lusitania (197-29 a.C.) y la conquista de la Cordillera Cantábrica (Augusto, 29-19 a.C.). La romanización supuso la imposición de la cultura romana: el latín, el derecho romano y el cristianismo. Se desarrollaron las ciudades y se crearon importantes infraestructuras como acueductos, puentes, templos y teatros.
Los visigodos, un pueblo germánico, se establecieron en la península ibérica en el siglo V d.C. Tras ser derrotados por los francos en Vouillé (507), trasladaron la capital del reino visigodo a Toledo (509-711). Emprendieron medidas unificadoras como la expansión territorial, la unificación religiosa con la conversión al catolicismo y la unificación legislativa con el Libro de los Jueces (código de leyes común). Su monarquía era electiva y sus principales instituciones políticas eran el Consejo Real, el Oficium Palatinum y los Concilios. Adoptaron la tradición latina, cristiana e imperial romana, pero sobre una sociedad ruralizada. El escritor más destacado fue San Isidoro de Sevilla.
El periodo de Al-Andalus se inició con la conquista musulmana en el siglo VIII d.C. Tras la batalla de Guadalete (711), donde el rey Rodrigo fue derrotado, se estableció el Emirato dependiente de Damasco. En el 756, Abderramán I se proclamó emir independiente, dando paso al Emirato Independiente (756-929). Con Abderramán III, se proclamó el Califato Omeya de Córdoba (929-1031), época de gran esplendor cultural y económico. Tras la caída del Califato, surgieron los Reinos de Taifas (1031-1212), caracterizados por su debilidad militar y el pago de parias a los reinos cristianos. La llegada de los almohades supuso una reunificación del territorio, pero fueron derrotados en la batalla de Navas de Tolosa (1212). El último reducto musulmán, el Reino Nazarí de Granada, sobrevivió hasta 1492, cuando fue conquistado por los Reyes Católicos.
La llegada de los musulmanes a la península generó una integración en el circuito comercial, económico y cultural islámico. Se revitalizó la economía con la artesanía especializada, la agricultura (nuevos cultivos y técnicas de regadío), el comercio y la vuelta al uso de la moneda. La sociedad andalusí estaba dividida en musulmanes (aristocracia, campesinos y clases trabajadoras urbanas) y no musulmanes (judíos y cristianos mozárabes). En la cultura de Al-Andalus se mezclaron aspectos musulmanes, hispanos y orientales. Se impuso el árabe como idioma oficial, aunque se siguió usando el latín. Destacaron en filosofía, medicina, astronomía, literatura, matemáticas y arte, con ejemplos como la Mezquita de Córdoba o la Alhambra de Granada. Los judíos sefardíes dejaron un importante legado cultural y científico, destacando en la literatura, la filosofía y la medicina. El médico Maimónides es un claro ejemplo de ello.
La Reconquista, proceso de expansión territorial de los reinos cristianos hacia el sur peninsular, se divide en tres etapas:
La repoblación, proceso de ocupación y colonización cristiana de las tierras conquistadas a los musulmanes, se realizó mediante cuatro modelos: la presura (ocupación de tierras sin dueño), el concejil (creación de concejos con fueros y cartas puebla), las encomiendas (tierras entregadas a las Órdenes Militares) y los repartimientos (donaciones de tierras a nobles). La organización política de los reinos cristianos era el modelo feudal: una monarquía (el rey, asesorado por la curia regia, convocaba las Cortes), un régimen señorial (señoríos solariegos y jurisdiccionales) y una sociedad estamental dividida en privilegiados (nobleza y clero) y no privilegiados (estado llano). También existían minorías religiosas como los judíos sefardíes y los mudéjares (musulmanes que permanecieron en territorio cristiano).
Los siglos XIV y XV se caracterizaron por la crisis demográfica (peste negra), la crisis económica (malas cosechas y aumento de la presión fiscal) y la crisis política (revueltas nobiliarias y campesinas). En la Corona de Castilla, se controló el Estrecho de Gibraltar y se compitió con Portugal por la expansión atlántica (conquista de Canarias). En el siglo XIV, el fratricidio de Montiel (1369) dio inicio a la dinastía Trastámara. Derrota ante Portugal en Aljubarrota (1385) y pogromo de Sevilla (1391). Revueltas nobiliarias en el siglo XV (ejecución de don Álvaro de Luna, Farsa de Ávila) y campesinas (Irmandiños). La Corona de Aragón se expandió por el Mediterráneo (Sicilia, Cerdeña, Nápoles, Atenas y Neopatria). Acceso de la dinastía Trastámara al trono por el Compromiso de Caspe de 1412. En el siglo XV, rebeliones como la de la Busca y la Biga (facciones de la burguesía barcelonesa, 1450-1472), la guerra civil catalana (1462-1472) y el levantamiento de los payeses de remensa (1462-1486, Sentencia Arbitral de Guadalupe). El Reino de Navarra sufrió la injerencia de los reinos vecinos, conflictos internos (agramonteses y beamonteses) y la guerra civil entre Juan II de Aragón y su hijo, el príncipe de Viana.