Portada » Español » La poesía y la novela en la literatura española del siglo XX
comienza su actividad en el modernismo para encaminarse posteriormente hacia una depuración formal en busca de la palabra sencialla y verdadera. Antonio Machado estaba considerado uno de los poetas más importantes del siglo XX. Su obra poética está compuesta por tres poemarios:
En ambos predomina lo modernista, pero se observa también la influencia de la poesía popular, de Bécquer y de Rosalía de Castro. Su preocupación por el yo y lo subjetivo le lleva hacia la poesía de lo íntimo y el lenguaje del alma: el paso del tiempo, la muerte, el amor o Dios. El tono de esta etapa va de la tristeza y de la angustia, pasando por la melancolía.
Esta obra supone la madurez y la depuración de su lenguaje poético. Él adquiere una visión más profunda de los problemas de España y se muestra crítico con la sociedad española. El tema de España se expresa a través de la contemplación del paisaje castellano, cuya belleza contrasta con la falta de valores morales de sus habitantes. Sobre él proyecta sus sentimientos y reflexiones sobre la realidad nacional.
En esta obra, el autor expresa su preocupación por temas filosóficos en poemas breves e inspirados en la poesía popular.
Machado escribe una poesía basada en el símbolo para expresar sus obsesiones o estados de ánimo:
En la obra lírica de Manuel Machado alternan dos vertientes poéticas distintas: el modernismo y el andalucismo. Entre los poemas de inspiración modernista, destacan las recreaciones de cuadros y de episodios del romancero. En ellos se aprecia la influencia de Rubén Darío y del parnasianismo francés. El interés de Manuel Machado por el folclore andaluz era por aprovechar ritmos y estructuras de los distintos palos de cante flamenco (soleas, alegrías, etc.). Su libro Cante hondo (1912) constituye, así, un antecedente del neopopularismo de Federico García Lorca. Manuel Machado nació en Sevilla en 1874, era conocido por Demófilo y fue uno de los primeros estudiosos de la música popular andaluza.
Los máximos representantes son los autores de la Generación del 98, que se plantean su preocupación por España y la reflexión sobre el hombre y su destino. Se distingen dos grandes líneas narrativas:
Mantiene una estructura clásica, con una presentación realista de la sociedad, un esquema narrativo tradicional y una técnica heredada de las novelas del s. XIX, aunque introduce algunas innovaciones como la incorporación del subjetivismo y la preocupación por el lenguaje. Destaca Pío Baroja.
Profundiza en la concepción y el tratamiento de personajes, narrador, tiempo y espacio. Estos narradores apartan la perspectiva única del narrador omnisciente, se incluyen elementos poéticos y se sustituyen las largas descripciones por otras de carácter impresionista elaboradas con pequeños detalles. Aquí se sitúa la prosa modernista de Valle-Inclán y la novela intelectual de Azorín o Unamuno.
Encuentra en la literatura el cauce de expresión de sus ideas filosóficas y de los conflictos existenciales, encarnados en personajes reales. La obra de Unamuno gira en torno a dos temas fundamentales:
Sus principales obras son Niebla, en la que aborda el problema de la realidad a través de un paralelismo entre Dios-hombre; y San Manuel Bueno, mártir, que plantea el problema de la fe.
Las novelas de Pío Baroja reflejan su individualismo y su visión pesimista y desesperanzada del hombre y del mundo. Baroja vuelca su crítica social en novelas protagonizadas por personajes de las clases más bajas, que luchan sin éxito por dar sentido a su vida. La táctica realista se enriquece con una narración de ritmo rápido, llena de diálogos y una acción interrumpida por la que desfilan numerosos personajes en distintos escenarios. Su producción literaria tiene más de 70 títulos, muchos de ellos agrupados en trilogías.