Portada » Lengua y literatura » Guzmán de Alfarache: La novela picaresca por excelencia
Alemán, Mateo (1547-c. 1613), novelista español, es el primer autor de la novela picaresca cuya identidad está claramente establecida.
Nació en Sevilla, y tenía ascendientes judíos tanto por parte paterna como materna. Estudió Medicina en las universidades de Sevilla, Salamanca y Alcalá de Henares. Llevó una vida llena de dificultades que, según la crítica, le permitió forjar el estoicismo picaresco y la psicología sin entrañas de Guzmán de Alfarache. Estuvo preso por deudas en la misma cárcel donde Cervantes escribió El Quijote, y durante las mismas fechas. Posteriormente embarcó para México, donde murió.
La obra más conocida de Mateo Alemán es la novela Guzmán de Alfarache (1599; y la segunda parte 1604), a la que sus contemporáneos llamaron El pícaro, como si los lectores vieran en el personaje la versión más lograda del carácter y el ambiente picarescos. No hay noticia de que ningún libro español haya alcanzado un éxito tan grande en el momento de su publicación, algo que quizá expliquen la animación del relato, la vivacidad y colorido de las escenas, el estilo incisivo, o la fuerza de observación que delata el autor.
El protagonista ofrece una visión de la sociedad fragmentaria y deliberadamente limitada. Una visión realista, pero de una realidad enfocada desde un solo punto de vista. Como todo héroe picaresco, es un perpetuo vagabundo que ha aprendido desde su infancia que el resto de los humanos está siempre al acecho y sufre escarmientos a causa de su inocente buena fe que le sirven para justificar moralmente su desconfianza.
Después de El Lazarillo de Tormes (1554), escrita por un autor desconocido, Guzmán de Alfarache constituye la cumbre de la picaresca. Su presentación implacable de las ruindades de los personajes que la habitan ya no constituye, como en el Lazarillo, un motivo de risa debido a ridiculeces individuales o de clase, sino la manifestación de una honda maldad inseparable de la condición humana. Éste es uno de los rasgos a partir de los que se puede apreciar la gran diferencia que existe entre el optimismo moderado del renacimiento y el aspecto dramático y moralista del barroco influido por la Contrarreforma. Guzmán de Alfarache ha sido ampliamente traducida, y ha influido de forma constante en la novela española e hispanoamericana.
Es una novela picaresca
Guzmán de Alfarache, es un aventurero desprovisto de preocupaciones morales. Representa, dentro de la novela picaresca, la forma idealista satírica. Al lado de cínicas aventuras del protagonista, y en fuerte contraste con su inmortalidad, coloca el autor una serie de vaguezas morales, expuestas en un estilo claro y sencillo.
La obra se desarrolla en la España del siglo XVI, en un ambiente de pobreza, corrupción y violencia.
SÍ, el título es Guzmán de Alfarache y él es el autor principal. El título que aporto es: La vida de Guzmán.
-!Ya lo tengo¡ que tal si esta noche mientras todo el mundo duerme nos metemos en la casa del Jefe y le robamos las joyas que nos ha enseñado está mañana y las vendemos para tener unos escudos de más.
EL GOLPE A LA LUZ DE LA LUNA
Guzmán era hijo de un ladrón , maestro en el arte de apropiarse los bienes ajenos, incluso dándole a la cosa las máximas apariencias legales, y de una bella y “honesta” dama mantenida por un caballero. Al morir este caballero, Guzmán el legitimado por el matrimonio de sus progenitores.
Habia aportado, la dama, al matrimonio, en concepto de dote, diez mil escudos, los cuales había hurtado a su protector, lentamente y guisa de previsión para posibles eventualidades. Con aquella suma se enlaza con el segundo “caballero” . Mas al quedar viuda, cuando Guzmán contaba unos doce años, los bienes se hallaban ya tan mermados, que oliendo el mozo que la pobreza rodaba su casa, adopta por nombre el Guzmán del apellido materno, y el alfarache por el que le correspondía a la posesión en la cual se suponía que fuera engendrado. En estas condiciones abandona su tierra y su madre, saliendo de Sevilla, lugar donde vivía para lanzarse por los caminos del ancho mundo.
Con un arriero, con quien se une por el camino llega a Cazallatras haber topado con un mesonero, quien tras darles de comer sesos y menudos de un mochuelo, le robó la capa.
Pidiendo limosna, sirviendo durante una temporada en otra venta y empeñando todo lo que tenia llega por fin a Madrid, en calzoncillo y en camiseta.
Allí se junta en compañía de otros pícaros y con ellos empieza a tratar el oficio de la “ilorida picaria”, adiestrándose y aficionándose a distintos juegos, hasta que al fin logra colocarse como ayudante de un cocinero.
Trabaja con él una temporada, bien tratado y mejor comido. No obstante, el vicio del juego, que no podía dejar por llevarlo demasiado adherido a su personalidad a causa de haberlo practicado en exceso, le conduce a cometer, repetidamente, hurtos. Descubierto uno de los cuales, su amo le despide.
Ya en la calle, va a la búsqueda de nuevo oficio y concluye sirviendo de recadero con un esportillo. En estas condiciones roba dos mil quineentos reales a un especiero, y para salvarse de la quema que seguramente amenaza, huye a Toledo.
Allí, en aquella capital, entra en contacto con unas damas, las cuales le burlan y le estafan. Maldice, Guzman, a las damas trapisondistas que a tan mal llevar le habian puesto, y decidido a rehacer su fortuna, parte para Almagro con la pretensión de hacerse soldado. Pero su poca edad no le permite ingresar en la milicia. Sin embargo, un capitán le conoce y le cae en gracia el mozuelo, de manera que los lleva consigo a Génova.
En aquella ciudad no encuentra sino un manteamiento y una burla por parte de los pacientes de su padre, a los que fue a buscar para solicitar alguna ayuda. En vista de lo mal que lo trataba la suerte, decide emigrar y emprende el camino de Roma, puesto que se todos los caminos conducen a Roma, no será para mal que la gente cita la frase.
Mendigando llega a la Ciudad Eterna, pero en lugar de cambiar de profesión, a la vista del notable rendimiento que con ella va obteniendo, se decide a explotar el nuevo oficio, aleccionado con las “ordenanzas mendicatorias” que sus compañeros romanos le proporcionan. Detal manera, simulando llagas, lepra y tiña, se mantiene con tan digno oficio, hasta que un día, un bondadoso cardinal se compadece de él y le hace su paje.
Tras el servicio del cardenal, pasa al del embajador de Francia. Asciende, así, de categoría y al propio tiempo que él, también aumentan de tamaño sus travesuras. Y a tal extremo las lleva que al fin no le queda otra solución sino la de marcharse de Roma, partiendo para Siena y Florencia.
Un truhán llamado Sayavedra, el cual había hecho creer a Guzmán en su amistad, en unión de otros de su misma calaña, le roba los baúles que había mandado por delante y se encuentra en Siena sin ahorros y sin más ropa que la que llevaba puesta.
Paso un tiempo y se encuentra con Sayavedra, mas en lugar
de recibir la venganza del burlado Guzmán logra convencerle de que él no fue más que un instrumento de otros, los cuales habían premeditado su robo. Le ruega que le perdone, y Guzmán que en el fondo era de buen natural, no solamente lo perdona sino que además lo toma por criado.
Juntos, marchan a Florencia, y de allí a Bolonia, donde es metido en la cácel por haberse querellado contra el ladrón principal de los que intervinieron en el robo de su equipaje y el cual resulta ser persona de gran influencia en la ciudad.
Una vez obtenida la libertad, consigue buenas cantidades de dinero, jugando con malas artes en su posada y sale para Milán, acompañado, siempre, de Sayavedra.
En Milán, Sayavedra encuentra un compinche, conocido con el nombre de Aguilera, quien trabaja en el escritorio de un rico mercader, y puestos los tres de acuerdo, con un ardid de Guzmán, estafan al citado mercader en forma tan hábil, que el robado se ve obligado a entregarles más de tres mil escudos, por mediación de la justicia.
Huyen a Génova los dos pájaros y, después de vengarse cumplidamente Guzmán de los parientes de su padre por quienes fuera tan mal tratado, en su primera visita a la ciudad, les hace víctimas de un robo, embarcando luego en la galera del capitán Favelo, de quien Guzmán se había hecho gran amigo.
Rumbo a España les lleva Favelo y durante la travesia muere Sayavedra, y su compañero, case rico, se dirige a Madrid, pasando por Zaragoza.
Casado con la hija de otro redomado bribón, Guzmán vive algunos años dando timos casi legales en unión de su digno suegro. Pero el dinero se agota con el excesivo gasto y entonces su mujer les hace la vida imposible, hasta que al fin le deja viudo, con lo cual Guzmán obtiene una gran satisfacción.
Con los pocos escudos que le restan pasa a Alcalá decidido a sentar la cabeza, y para ello encuentra la mejor solución en ordenarse sacerdote.
Con aquella intención cursa siete años, mas cuando está a punto de concluir los estudios, se enamora de la hija de un mesonero llamada Gracia, y se casa con ella. Poco después fallece el suegro, dejándolos arruinados.
Levanta casa, Guzmán, ante aquella descicha, y se instala en Madrid, con su suegra, su cuñada y su hermosa mujer. Allí explica, indecorosamente, las bellezas naturales de ésta, de tal manera que la enfanga hasta lo inconcebible.
Así vive una temporada, hasta que es obligado a huir, por causa de un ministro de la justicia que corteja a Gracia, con poco provecho, y al que todos consideran como una amenaza, y parten para Sevilla.
Allí encuentra él a su madre y se la lleva a vivir con él, pero esto es causa de que su mujer, no pudiendo soportar a la suegra, se fugue a Italia con un capitán de la marina.
Guzmán vuelve entonces a sus antiguas mañas, llegando a robar a una dama a cuyo servicio entra como administrador, por lo cual es condenado a galeras.
Después de sufrir injustos castigos, motivados por los celos y ruines venganzas de otro galeote, consigue verse indultado por haber descubierto y denunciado una conspiración a bordo.