Portada » Español » El Teatro Español desde 1936: Evolución, Censura y Transformación
El teatro, como espectáculo que es, está siempre condicionado por cuestiones de tipo comercial e ideológico. Las compañías, en general, dependen de los intereses de unos empresarios que, a su vez, se someten a los gustos de un público. Esto ocurre igualmente en la posguerra. Pero, además, en esos momentos los autores cuentan con una censura tremenda que impide estrenar casi cualquier obra que se salga del mero entretenimiento, impidiéndose así toda crítica. La censura no solo afectaba al texto, sino que podía impedir la representación.
El impacto de la guerra civil sobre el teatro fue brutal: muerte de Unamuno, Valle y Lorca; exilio de Alberti, Casona y Max Aub, de directores y actores (Margarita Xirgu); cárcel de Miguel Hernández y Buero Vallejo. A la muerte y exilio de autores y otros profesionales ligados a la escena, hay que añadir la acentuación de las presiones comerciales y sobre todo ideológicas.
a) Durante los años 40 y 50 prosperan los autores de dramas de evasión o diversión intrascendente y conformista. Triunfa el Teatro de Variedades (revista musical, actuaciones de magia, cantantes folclóricos…). Hay también un teatro de exaltación de los valores de los vencedores de la guerra y desprecio de los vencidos (el que había sido gran autor del teatro del primer tercio de siglo, Jacinto Benavente, participa de este teatro con obras como Aves y pájaros (1940), donde las aves son los nacionales y los pájaros, los republicanos).
Tendrá también continuidad la comedia burguesa o alta comedia, el tipo de teatro más representado hasta bien entrados los años 60. Es un teatro heredero del de los años 20. (“Alta comedia benaventina”), en el que se reflejan las costumbres de la burguesía sin crítica ni planteamientos problemáticos. Desde la perspectiva puramente teatral, no aportan grandes innovaciones escénicas: son obras bien hechas, con diálogos sólidos, gradación del interés y sorpresas calculadas; escenarios de interiores, generalmente elegantes y confortables; los personajes son casi siempre de clase media sin problemas económicos; los temas se repiten: el amor, la infidelidad, discusiones de padres e hijos; el sistema de valores premia los valores espirituales, la defensa de la honradez y de la fidelidad. Autores más representativos: José Mª Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena, Alfonso Paso.
En los años 40 se produce también un auge del teatro cómico. En esta faceta aparece la mejor obra de Enrique Jardiel Poncela, Eloisa está debajo de un almendro (1940) y la de Miguel Mihura, Tres sombreros de copa (1932, pero no representada hasta 1953). Ambos defienden un teatro inverosímil, irreal, que niegue todo costumbrismo o realismo (los muertos continúan en escena, los personajes rejuvenecen hasta volverse niños, hay personajes que viajan sin moverse de una cama…); renuevan la concepción de la escenografía, con puestas en escena complicadas y costosas; también renuevan los tipos de personajes, huyendo del personaje psicológico y buscando más la definición a través de los recursos humorísticos; los diálogos son originales, no se busca el chiste fácil, sino el lenguaje humorístico, que en muchas ocasiones surge de su contraste con la acción; una de las grandes innovaciones es la búsqueda de la comicidad por medio del absurdo. Otras obras de Jardiel Poncela son Los ladrones somos gente honrada, Cuatro corazones con freno y marcha atrás o Madre (el drama padre). Mihura obtuvo un gran éxito con títulos como Maribel y la extraña familia, Melocotón en almíbar y también trabajó como guionista (es uno de los firmantes del guion de Bienvenido Mr. Marshall).
Los dramaturgos comprometidos con su entorno que no tienen cabida en el teatro comercial tendrán salida durante los años 50 en el ‘teatro independiente» (teatro no comercial y minoritario). Muchos autores tendrán que renunciar a ver estrenadas sus obras. Y así, junto a un teatro “visible” -el que accede a los escenarios-, se habló de un “teatro soterrado”, que intentaba responder a nuevas exigencias sociales o estéticas y que apenas logró mostrarse por culpa de la censura, tanto política como económica. En cualquier caso, a finales de los 40 se advierte en una línea teatral muy distinta: el nacimiento de un teatro inconformista, que se inserta, al principio en una corriente existencial. Dos fechas resultan claves: 1949 con el estreno de Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo, que retrata treinta años de la vida de un grupo de vecinos que comparten escalera; y 1953, año en que Alfonso Sastre presenta Escuadra hacia la muerte, una obra antimilitarista y existencial que es rápidamente censurada y prohibida por las autoridades.
Así, frente a un teatro de espaldas a la realidad, ambos llevan a sus obras los problemas e inquietudes del momento, poniendo de relieve las desigualdades sociales y la falta de humanidad. Alfonso Sastre es el más comprometido del grupo, pero el dramaturgo de mayor peso de la posguerra es ANTONIO BUERO VALLEJO.
La producción de Buero está marcada por el compromiso adoptado ante los temas humanos más universales, ya sean de ámbito existencial (sentido de la vida, la condición humana, ilusiones, fracaso, soledad…) o social (denuncia de miserias e injusticias sociales, búsqueda de la libertad…) Su mirada refleja una realidad que ofrece al espectador para provocar en él una reflexión y una reacción. El género adoptado por Buero es la tragedia, y la misión del dramaturgo mostrar las realidades ocultas e iluminar las oscurecidas. Este teatro es doblemente problemático para el espectador, porque le enseña los problemas, pero le plantea también el problema de cómo resolverlos, porque no le ofrece soluciones. De ahí se deriva el sentido ético y político de su teatro. En la estética de Buero el diálogo ocupa un papel importante, pero no exclusivo; no descuida los aspectos espectaculares (sus acotaciones describen minuciosamente los espacios escénicos) ya que favorecen la técnica teatral, los efectos de inmersión, con los que trata de hacer partícipe al espectador de lo que ve en escena. Su trayectoria puede resumirse como sigue:
Los temas: la verdad, la justicia, la opresión, la represión policial… Escenarios múltiples, intensificación de elementos simbolistas: ceguera, sordera, locura…
b) Mediada la década de los 50, apunta un teatro realista y social, con propósitos de testimonio y denuncia hasta donde tolera la censura. La temática de estas obras aborda problemas relacionados con la injusticia social y la alienación del hombre. Y, ante ello, la actitud del autor será de testimonio o de protesta. En cuanto a la estética y la técnica, tales obras se inscriben en el realismo, aunque con diversos matices. Esta línea de teatro comprometido, añadirá a los nombres de Buero o Sastre los de Rodríguez Méndez, Los inocentes de la Moncloa (1960), Carlos Muñiz, El tintero (1961), Lauro Olmo, La camisa (1962), Martín Recuerda, Las salvajes en Puente San Gil (1963). En resumen, los protagonistas de las obras son personajes populares o humildes, pertenecientes a la clase obrera o a la burguesía desclasada, a los que se presenta como víctimas de la sociedad: burocracia, autoridad ciega, inmovilismo…Los argumentos y temas se basan en la realidad cotidiana: paro, emigración, lucha por la vida, crítica de las injusticias sociales (explotación, miseria, alienación del hombre, hipocresía social y moral de los representantes de la sociedad establecida)… El lenguaje y las técnicas son realistas, y se procura reproducir el habla común de las clases humildes.
c) A medida que avanzan los años 60 y entramos en los 70, mientras el teatro europeo se vuelca en explorar las vías iniciadas por el teatro del absurdo (Beckett, Ionesco, Pinter, Genet…), en España se notará el cansancio del realismo social y se producirán intentos de un nuevo teatro, un teatro experimental, aunque con frecuente carga crítica.
Su temática gira en torno a la dictadura, a la falta de libertad, la injusticia, la alienación… Pero lo nuevo es el tratamiento dramático, con enfoques simbólicos o alegóricos que hay que descifrar. Se recurre a la farsa a lo grotesco; se da entrada a lo alucinante, a lo onírico (todo ello realzado por la escenografía). El lenguaje emplea un tono poético o ceremonial y se da mucha importancia a los recursos extraverbales: sonoros, visuales, corporales, inspirándose de la comedia musical, la revista, el circo. El autor más revelador de esta corriente es Fernando Arrabal, quien optó por continuar su obra en el extranjero, donde alcanzó el más alto reconocimiento. Hoy sí es un gran autor reconocido en nuestro país. Su obra, vanguardista, está emparentada con el Surrealismo (Postismo): es un teatro onírico, cruel a veces, a través del cual Arrabal critica cualquier régimen político (para él, anarquista, todo poder y todo orden es criticable) y ataca todos los tabúes y convencionalismos. Es un teatro irracional como respuesta a la sinrazón del mundo. Pic-nic, El triciclo.
No podemos dejar de citar otros autores importantes de esta tendencia, algunos de ellos aún en activo, como Jesús Campos, Domingo Miras y Jerónimo López Mozo.
Destaquemos, por otro lado, el papel ejercido por los grupos de teatro independiente, es decir los que actuaban al margen de las cadenas comerciales. Se crean y desarrollan en ambientes universitarios y ampliaron los espacios de representación, llevando el teatro a salas, plazas, calles y colegios mayores. Grupos como Los Goliardos, Tábano, TEI en Madrid; Els Joglars, Els Comediants o La Fura dels Baus (este último de los años 80 pero con espíritu similar) en Cataluña., llevaron a cabo una síntesis entre las tendencias experimentales más renovadoras europeas y las dirigieron a amplios sectores del público. Algunos han desaparecido, otros como Els Joglars o La Fura dels Baus han perdido buena parte de su fuerza crítica y se han integrado en propuestas más comerciales. Los rasgos más sobresalientes del teatro independiente de los 60 y 70 fueron:
d) Finalmente, la implantación de la democracia (1975) elimina buena parte de los obstáculos mencionados y se va experimentando un florecimiento de la literatura dramática. Ante todo, se suprime la censura y la política teatral abre nuevos horizontes. Se potencia el teatro público y así, por ejemplo se crea en 1978 el Centro Dramático Nacional, dependiente del Ministerio de Cultura. También se crea la Compañía Nacional de Teatro Clásico, destinada a mantener vivo el repertorio de nuestros autores del Siglo de Oro.
La característica que mejor define estos últimos años es el eclecticismo teatral, tan propio del fenómeno general llamado “postmodernismo”. La pluralidad de tendencias, incluso contradictorias, que acceden y ocasionalmente triunfan parece un signo de nuestro presente. Entre los representantes más cualificados del teatro de los 80 destacamos a Alfonso Sastre con La taberna fantástica, José Luis Alonso de Santos con Bajarse al moro (1985), Paloma Pedrero, Ana Diosdado, Fermín Cabal, y José Sanchis Sinisterra con ¡Ay Carmela! (1987).
Se recuperan temas no tratados hasta ahora por culpa de la censura, como la Guerra Civil. En este sentido, constituye un éxito absoluto no solo la mencionada ¡Ay, Carmela!, sino también la obra Las bicicletas son para el verano (1982), de Fernando Fernán Gómez. Además se estrenan o reestrenan con todos los honores las obras de autores como Lorca y Valle-Inclán, recuperándose así para el público el teatro más renovador anterior a 1936.
Por otra parte, el hueco dejado por los grupos independientes de los 70 y primeros 80 ha venido a llenarlo el teatro alternativo (hoy llamado también Teatro Off) que, en Madrid y Barcelona, se desarrolla en pequeñas salas desde los años ochenta hasta la actualidad. Si bien en los años 90 este tipo de teatro optó más bien por formas de vanguardia, desde 2000 hasta hoy podría decirse que la escena alternativa se ha abierto de nuevo al público sin necesidad de que este sea un iniciado en la experimentación teatral. Tampoco se puede decir que haya una temática común en todas las compañías del teatro Off, pero en general sí hay tanto una voluntad crítica con el presente y nuestra sociedad como una indagación en las formas teatrales y expresivas, la búsqueda de la novedad y un cuestionamiento de las fórmulas más tradicionales sin que, como decíamos, eso suponga hacer un teatro oscuro o de difícil comprensión para los que no estén habituados a él.
Algunos de los principales dramaturgos de los últimos veinte años proceden precisamente de ese teatro alternativo u Off: José Sanchis Sinisterra, Juan Mayorga (ampliamente representado dentro y fuera de España), Angélica Lidell… Otros nombres importantes son Juan Carlos Rubio, Yolanda García Serrano, Ignacio del Moral… Autores estos que combinan la escritura dramática con la cinematográfica y televisiva.