Portada » Filosofía » Filosofía Moral: De Sócrates a Kant
Cirene, discípulo de Sócrates, es el fundador de la escuela cirenaica. Identifica el placer corporal como la felicidad. Es mejor el placer físico que el intelectual. El placer es un movimiento dulce acompañado de sensación. El dolor es un movimiento áspero. Los cirenaicos defienden que:
Decían que el placer es ilimitado. Intentó explicar el carácter deleitoso del bien identificándolo con el placer corporal disfrutado en cada momento.
Ahora los contenidos materiales que sirven como canon ético y para la felicidad son los fenómenos psicológicos de la conciencia. Muchas teorías éticas ponen como criterio de bondad el bienestar espiritual y psicológico (la tranquilidad del alma, el autocontrol, la actividad mental) o incluso el bienestar social (buena posición, prestigio social, reconocimiento público).
Es la realidad física la materia que sirve de canon de la moralidad. Algunas teorías éticas han colocado el criterio de la bondad y el fin de la vida humana en realidades palpables de carácter físico o fisiológico: la salud, el dinero. Según estas teorías, el objeto de la voluntad que actúa como principio práctico para la acción del hombre es siempre una o varias realidades, cuya existencia se muestra a las facultades ordinarias de la sensibilidad de todo el mundo. El bien corporal que ha recibido mayor refrendo popular como objeto material del comportamiento ético es la salud. Una larga tradición materialista primogénica que arranca de la medicina hipocrática y llega hasta nuestros días coloca en la salud biológica la fuente del bien, la felicidad y la virtud. Esto lo afirmaba la escuela médica hipocrática, que consideraba la salud como el primero de los bienes, como lo que para los hombres posee más alto valor.
En la mayoría de los Estados democráticos, la protección judicial de los derechos humanos se lleva a cabo a través de los tribunales ordinarios y del Tribunal Constitucional, un tribunal político y jurídico a la vez que nos ofrece una serie de garantías específicas, como son: el recurso de amparo constitucional, el control de la constitucionalidad de las leyes. Los tribunales ordinarios no se encargan de una materia específica, sino que tienen competencias en materia civil, administrativa y penal. Son aquellos tribunales a los que primero debe acudir una persona cuando considere que alguno de sus derechos no ha sido respetado. La protección jurisdiccional de los derechos humanos de la persona corre a cargo del poder judicial. El Tribunal Constitucional ofrece la posibilidad de que se presente el recurso de amparo. Consiste en la posibilidad de recabar, en materia de derechos fundamentales, la tutela del Tribunal Constitucional.
Están limitados externamente por el derecho ajeno, por la moral vigente, el orden público y el bien común del Estado. Por poner ejemplos, ahí van algunos derechos y algunas limitaciones que inevitablemente se presentan.
El utilitarismo es mucho más que la versión moderna y contemporánea del hedonismo. La felicidad se define en términos de búsqueda del placer y rechazo del dolor. Busca superar el individualismo armonizándolo con el interés colectivo mediante el principio altruista de que hay que conseguir «el mayor bien para el mayor número». Nos invita a considerar como objetivo y fin de las decisiones y preferencias morales el bienestar de los individuos, de manera que el valor que se debe elegir promueva el mayor bienestar posible para la mayoría de los seres humanos. Una acción será correcta si produce el bienestar de la mayoría de la población. Y lo que debemos elegir será aquello que tienda a evitar el sufrimiento y aportar el mayor bien posible. Las preferencias deben ser útiles a la sociedad y a los individuos que la integran. Pero si las normas tienden a minimizar el bienestar de la mayoría, habrá que reflexionar sobre las consecuencias: no siempre es útil para la sociedad acatar de un modo inflexible las normas impuestas. Nos propone sopesar las consecuencias de la aplicación de las reglas y propone como criterio de decisión el alivio del sufrimiento.
Para Epicuro, la base del filosofar es el placer. El placer es el principio y el fin de una vida feliz. Epicuro afirma:
La felicidad viene dada por la ausencia de dolor físico y de perturbación en el alma. La felicidad es fácil de alcanzar. Basta con recuperar el equilibrio físico y curar el alma de cualquier turbación provocada por las vanas opiniones. Además, los placeres no son ilimitados. La mente pondrá límites a la carne, que es irracional. El hombre inteligente calculará sus placeres y deseos para conseguir la felicidad.
Son los que hacen referencia inmediata a la supervivencia y causan dolor si no son saciados de inmediato. Saciar estos deseos suele ser fácil a todo el mundo. Calmar el hambre, la sed y el frío son, al ser eliminados, producen un placer catastemático.
Estos deseos surgen no como reacción al dolor, sino como variación del placer, no producen dolor si no son satisfechos. Se limitan a producirnos placeres cinéticos o variaciones del placer, entre ellos se incluyen los placeres relativos al trato sexual. Respecto al placer sexual, hace una distinción entre el amor apasionado por una persona (eros) y la simple relación sexual desapasionada. El amor ha de ser rechazado por las angustias y zozobras que proporciona. No apasionado, será un medio para descargar tensiones y satisfacer los deseos de la carne. Un acto de prudencia podía ser aceptar la promiscuidad; de esa forma, evitábamos caer en un único amor, que conduce a la tortura y al desasosiego del alma. Aparece su concepción del matrimonio: debe ser rechazado por ser fuente de graves turbaciones. Parece que lo admitía, siempre y cuando no hubiera en él ninguna pasión y pudiera ofrecer al sabio la suficiente tranquilidad y seguridad. Lo importante para el sabio es no depender de nada ni de nadie, no enamorarse.
El sabio se retirará de la política. No sucumbirá a tales vanidades, puesto que conducen a la infelicidad y a una vida desdichada. Hay que saber no destacar. Hay que vivir oculto. Epicuro tiene una perspectiva individualista y psicológica. Por ello, este individualismo lo vuelve apolítico.
El positivismo moral sostiene que los comportamientos humanos no tienen en ellos nada específicamente ético. Se niega todo fundamento ético al comportamiento humano. Hay tres familias de teorías éticas positivistas morales:
El amoralismo rechaza toda moral. El amoralista dice que él es neutral respecto a todo código moral. No hay moral porque tanto la Naturaleza como la Cultura son amorales. El comportamiento amoral está más allá del bien y del mal. El motivo originario de las conductas humanas es la voluntad de poder.
El relativismo cultural sostiene que es bueno, justo y correcto lo que cada sociedad o cultura considera tal. La única postura ética es no tener ninguna postura ética. Todas las normas morales o culturales son buenas en sí y absolutamente, porque son inconmensurables científicamente, porque no existe ningún método científico válido para efectuar una valoración cualitativa de los distintos códigos morales vigentes en distintas sociedades. Cada cultura impone sus propias reglas morales básicas y autojustifica su validez con independencia y al margen.
El análisis positivista del lenguaje moral, también conocido como emotivismo, sostiene que las normas, conductas y valores éticos no tienen ningún significado objetivo o racional. Como las proposiciones de carácter moral y los juicios éticos son puramente subjetivos e incontrastables, solo manifiestan los sentimientos que suscitan en el sujeto que aprueba o condena los actos, normas o valores de los que se habla. Los conceptos éticos son pseudoconceptos. Un juicio moral no puede ser verdadero ni falso, válido ni inválido, porque carece de sentido, no puede ser objeto de discusión ni argumentación, no cabe más que estar de acuerdo o en desacuerdo.
Las ideas de Dios, libertad e inmortalidad tienen «objetos», pero son objetos fenoménicos cuya existencia es garantizada solo por la aprehensión de la ley moral. Desde el imperativo categórico y desde la ética kantiana, podemos deducir los tres postulados de la razón práctica. Los tres postulados de la razón práctica son los siguientes:
El postulado de la libertad ha quedado expuesto a propósito de la autonomía de la voluntad. La idea de Dios no tiene objetividad teórica. Cuando Kant califica de postulado de la razón práctica a la tesis de que «Dios existe», está implicando que la ley moral le da objetividad práctica. Su argumento consiste en que el bien supremo no es realizable si Dios no existe… la existencia de Dios está ligado al argumento de la inmortalidad del hombre.
El imperativo categórico está edificado sobre la autonomía de la voluntad. La autonomía de la voluntad significa que la razón es legisladora y súbdita de sí misma. La libertad consiste en regirse uno a sí mismo moralmente por el imperativo categórico. Solo se es libre si se es autónomo moralmente. El ser racional actúa determinado por las leyes que su propia voluntad impone. Kant califica de heteronomía la suposición de que es la voluntad de un ser racional la que está sometida a leyes o principios morales y no el resultado de su propia legislación en cuanto voluntad racional. La ética kantiana es autónoma, se autofunda en sí misma. La buena voluntad solo se determina a sí misma, es autónoma, no depende de las circunstancias externas ni de las consecuencias de sus acciones. El fundamento último de la buena voluntad ética es la libertad. La virtud no tiene nada que ver con la felicidad. La verdadera virtud no consiste en obrar por interés, sino por deber.