Portada » Filosofía » Teoría del Conocimiento de Aristóteles: Los 6 Tipos de Saber
El hombre siente, ante todo, por los sentidos. Como los órganos de los sentidos son modos especiales de sentir las cosas, cada órgano es un modo especial de sentir, pero el sentir mismo tiene una raíz más íntima. Por eso decía Aristóteles que el hombre poseía un sentido común. La idea de una cosa es esquema o figura de ella, lo expresó en la impresión que nos produce. Aristóteles distinguió entre esquema e idea cuando quisieron apuntar a la esencia de las cosas. La impresión se prolonga, en una especie de movimiento consecutivo. La imagen no es tanto una fotografía de las cosas que el hombre conserva en su alma, cuanto a la permanencia de su impresión. Al mostrarse algo, especialmente en los sentidos, los griegos llamaron “fenómeno”. La imagen es lo sentido en la fantasía.
Gracias al recuerdo se afina el sentir: quien posee un certero sentido, decimos que es experto y diestro, posee experiencia. Solo entonces es cuando una impresión puede aún conservar más que los rasgos comunes a muchas otras. La idea que era solo imagen, da lugar a un tipo común a muchos individuos. Y quien posee ese sentido de lo común es perito. Para Aristóteles la pericia no consiste en hacer las cosas sino en saber hacer las cosas.
El hombre tiene también un saber montado en la razón de ser y en lo universal. Un saber que se refiere a las acciones de su propia vida. En el saber de la phrónesis, la prudencia, en una disposición…
Cuando algo es verdad en mi sentir parece ser lo que es. Este “parece” es siempre un me parece. Para comprender qué es el saber real hay que ver qué es esta opinión. Opinar es decir algo en mi sentir. Al hablar decimos las cosas, pero decimos esto y no otra cosa, porque una especie de voz interior nuestra nos dice lo que son las cosas. Sabemos algo plenamente cuando, además de saber “qué” es sabemos “por qué” es. La idea o aspecto de algo no es sino la manifestación de lo que es, de lo que ya era antes de que se demostrara. Al saber así las cosas sabemos la necesidad de que sean como son y por tanto porque no son de otro modo. Saber no es discernir ni definir: saber es entender, demostrar. Algo es entendido en la medida en que el discurso lo manifiesta como necesariamente verdadero: lo demás es incierto.
El razonamiento no es suficiente para el conocimiento ya que si ha de hacernos entender las cosas no ha de limitarse a discurrir sobre sus momentos. Ha de presentarnos su interna necesidad viniendo por lo tanto necesariamente los unos de los otros. Conocer una cosa no es solo probar que necesariamente hemos de admitir que le corresponden tales o cuales momentos, demostrar por qué le corresponden necesariamente y mostrar cómo los unos conducen inexorablemente a los otros, se trata de la lógica de los principios. Se descubren en aquel contacto íntimo con las cosas que Aristóteles llama nous (mente). Los principios se expresan así en verdades primarias, primeras en todo conocimiento. Los axiomas como no necesitan nada más para ser verdaderas, no pueden ser falsas y son necesariamente conocidas. Los principios son así principios de que algo sea, en verdad, lo que es.
Hay que entender cómo lo que verdaderamente es, es aquí y ahora eso y no otra cosa. Pero en “ser de veras” conviene todo, más aún lo que llamamos “todo” no es sino el conjunto de todas las cosas en cuanto son “de veras” y por tanto el todo. El ser de las cosas es su ser especular. Saber una cosa por sus principios será saberla “especulativamente”, es ver reflejado en su idea el todo de que de veras es, ver cómo lo que es de veras ha llegado a ser eso. Saber algo es sistemáticamente, en comunidad con todo. Ciencia es entonces sistema.