Portada » Historia » Historia del Estatuto de Autonomía del País Vasco
Cuando se instauró la República en abril de 1931, los nacionalistas vieron la oportunidad de conseguir su propio Estatuto de Autonomía. No todo fue fácil, debido a que los nacionalistas no estuvieron presentes en el Pacto de San Sebastián (1930) y los carlistas eran contrarios al régimen.
Habría que esperar a la promulgación de la constitución, que dejaba abierto el camino a la España de las autonomías para que este proceso se acelerara, aunque no estuvo exento de dificultades. Para los socialistas y republicanos el Estatuto era un tema secundario y la derecha no tenía interés en él; el verdadero espíritu autonomista sólo existía en el nacionalismo.
Un movimiento creado por los ayuntamientos en favor a la república, iniciaba un proceso autonómico liderado por el alcalde de Getxo José Antonio Aguirre, el cual organizó una reunión en Estella (14 de junio de 1931), donde fue redactado el Estatuto. Este texto no fue aceptado ya que pedía que el gobierno del País Vasco se guardara el poder de negociar acuerdos con el Vaticano, algo que fue tomado como anticonstitucional.
En 1932 se pone en marcha el 2° proyecto en el que quedaba claro el espíritu laico de la constitución. El nuevo texto era más democrático aunque recortaba los poderes de la autonomía y no fue aceptado por Navarra, así que esta se quedó fuera. El ascenso al gobierno del centro-derecha en noviembre de 1933 paralizará su aprobación.
Sólo la llegada del Frente Popular y la postura contraria al alzamiento militar franquista de los nacionalistas vizcaínos y guipuzcoanos, permitirá a estos reanudar el camino que les conduciría a la autonomía, aprobando el primer Estatuto (1936) en el Congreso de los Diputados español. Una comisión parlamentaria presidida por Indalecio Prieto tendría como misión dictaminar sobre un texto bastante diferente al elaborado tres años antes, reducido y mutilado por el recorte de facultades autonómicas. El estallido de la guerra, facilitó su rápida aprobación por unas Cortes reunidas el 1 de octubre bajo la presidencia de Martínez Barrio.
Estatuto, aprobado con la guerra ya iniciada, reconoce por primera vez la capacidad del País Vasco para autogobernarse, en determinadas facetas, siempre delimitadas por el Estatuto y bajo la constitución republicana.
El proceso había sido arduo pero tuvo una vida efímera, ya que nueve meses después, una vez tomada Bízkaia (junio de 1937), será derogado junto con el Concierto Económico; quedando definitivamente enterrado durante cuarenta años.
Será la constitución de 1978 la que reabriría el camino de las autonomías que culminaría con la aprobación del Estatuto de Gernika de 1979 vigente en nuestros días.
En el último tercio del siglo XIX y los primeros años del XX, se inicia en España un proceso de industrialización moderna que tendría como escenario Cataluña (industria textil) y el País Vasco. Hablar de industria vasca es hablar de Bizkaia y más concretamente de la ría del Nervión. El hierro monopolizó el desarrollo económico de la provincia y la siderurgia fue la clave del desarrollo.
Aunque la política económica del sexenio revolucionario (1868-1874) había seguido los principios librecambistas del arancel de Figuerola de 1869 que favoreció la explotación minera, con la llegada de los conservadores en la Restauración, se establece un sistema fuertemente proteccionista que va a proteger a los industriales españoles en general y vascos en particular, de la competencia de la industria europea que llevaba más de medio siglo funcionando.
Cuando en la década de los 80 la industria vasca se reestructura en función del mercado español, la burguesía encabezada por Victor Chávarri exige una legislación proteccionista que salvaguardara el mercado nacional, objetivo que se hace realidad con la Ley Arancelaria de 1891 que se verá reforzada en los años siguientes.
A la fundación de las primeras acedas modernas, le siguió la creación de astilleros; nació también una metalurgia moderna y de construcciones mecánicas que atenderán a la demanda de material ferroviario, naval y comunicaciones y que se irán desarrollando al calor de las expectativas de la nueva política arancelaria, experimentando un gran desarrollo con la definitiva consolidación del mercado español como su mercado consumidor. Algunas de estas empresas Talleres de Deusto, Aurrera, Talleres de Zorroza están nombradas en este fragmento.
De ahí, que ante la firma de un tratado con Alemania que consideran perjudicial para sus intereses, los empresarios vascos representados por Federico Echevarría, afirman que «se va a echar abajo y deshacer toda una gran labor del régimen arancelario vigente» denuncian las trágicas consecuencias que se pueden derivar: «quedaría sentado un precedente fatal que acabaría con toda la iniciativa industrial en lo futuro».
«recibirían heridas de muerte tanto las fábricas instaladas…como las grandes reformas y ampliaciones hechas en las anteriormente instaladas».
Por ello se califica el tratado de «absurdo y funesto» no solo para Bizkaia sino para todo el país y se insta al gobierno a «que no derrumbe tan atropellada y despiadadamente el actual régimen Protector y que deseche …ese absurdo tratado».
De la mano del proteccionismo económico la industria vasca experimentó un periodo de crecimiento. En 1902 nacía Altos Hornos de Vizcaya, que iba a ser durante décadas la empresa emblemática de la industria vizcaína dominante en el protegido mercado interior. Se constituyen decenas de sociedades. El capitalismo vasco inicia una serie de inversiones en diferentes sectores económicos por toda la península consolidando su papel hegemónico en la industria nacional y en el liderazgo del empresariado vasco. El potencial desarrollado requería la creación de algunos servicios (bancos, bolsa) de forma que la pujante burguesía contó con la banca más próspera del país.
El dilema librecambismo-proteccionismo se resolvió cuando Cánovas puso fin a la política económica del ministro Laureano Figuerola y estableció el arancel proteccionista en 1891 ayudado por ello, Bizkaia dejó de ser una provincia rural para convertirse en referente de la España moderna y capitalista de la periferia.
Un periódico socialista, se hace eco (es el portavoz) de las carencias, quejas y peticiones de una clase obrera (trabajadores de la cuenca minera de las Encartaciones de Bizkaia) que se siente explotada por sus superiores.
El texto es un claro ejemplo de la toma de conciencia de una clase obrera que reclama sus derechos y hace una serie de reivindicaciones para mejorar las durísimas condiciones de vida en las que se desenvuelven las primeras generaciones de trabajadores, en este caso mineros.
Es evidente que los trabajadores tienen un largo camino por recorrer, pero con el amparo del PSOE y de la UGT las continuas reivindicaciones del proletariado irán mejorando las durísimas condiciones de vida y trabajo a lo largo del siglo XX.
Por otro lado, aunque el socialismo vasco tuvo sus bases en la población inmigrante, también contó con vascos autóctonos como Tomas Meabe, director del semanario de La Lucha de clases.