Portada » Historia » El siglo XIX en España: Liberalismo, Guerras Carlistas y Restauración
Durante el reinado de Isabel II en España, se consolidó la transición al liberalismo.
Esto implicó cambios en la estructura del Estado hacia una monarquía constitucional y parlamentaria marcada por documentos como el Estatuto Real de 1834 y las Constituciones progresista de 1837 y moderada de 1845, en la economía hacia la propiedad privada capitalista, y en la sociedad hacia la igualdad legal y la preeminencia de la burguésía agraria. Esta transición fue compleja y se caracterizó por la alianza entre
burgueses y nobles. Los militares jugaron un papel destacado en la política, siendo líderes de partidos y defendiendo el trono de Isabel II contra los carlistas, conocidos como «espadones», que incluyeron a figuras como Espartero, Narváez, O’Donnell, Serrano y Prim.
El carlismo, ideología opuesta al liberalismo, provocó tres guerras civiles en el siglo XIX. La Primera Guerra Carlista (1833-1840) surge con el inicio del reinado de Isabel II, liderada por Carlos María Isidro, quien no reconocía su legitimidad como heredera. Su origen se remonta a la Regencia de Urgel y la revuelta de los Malcontentos de 1827. Defendían el absolutismo monárquico y un catolicismo excluyente, y su lema «Dios, Patria y Fueros» reflejaba su idealización del mundo rural frente al avance urbano e industrial. La protección de los fueros territoriales y la religión contra las políticas liberales los convirtió en conservadores, respaldados por el clero y el campesinado, y contaron con apoyo internacional de Austria, Rusia, Prusia y el Papado.
Entre 1833 y 1868, España experimentó la consolidación del liberalismo, enfrentando desafíos como la guerra carlista, divisiones entre liberales moderados y progresistas, y medidas legales conflictivas. La reina Isabel II mostró preferencia por los moderados, mientras los militares ganaron protagonismo en la política. El pueblo, excluido de la vida política, protestó por problemas económicos y sociales. El reinado terminó con la Revolución Gloriosa (1868), producto del Pacto de Ostende entre progresistas y demócratas, equiparable a las revoluciones de 1848 en Europa.
La economía española sufríó en el Siglo XIX grandes cambios, pero sin alcanzar los niveles de otros países, excepto el País Vasco y Cataluña, donde se produjo una Revolución Industrial. España siguió siendo un país agrario, con gran desequilibrio entre zonas de agricultura tradicional, otras de agricultura intensiva y zonas industriales. En el A. Régimen muchas tierras eran inalienables, propiedades amortizadas que pertenecían a la Iglesia y a los municipios y que no se podían vender, igual que ocurría con los mayorazgos. A partir de 1836 se adoptaron tres medidas: La supresión de los mayorazgos (1836) transformó los bienes vinculados a ellos en propiedades libres en poder del titular de la familia, quien podría hacer lo que quisiera, venderlas, donarlas, etc. La abolición del régimen señorial (1837): presentó una doble vertiente, por un lado, se anularon los derechos señoriales de carácter jurisdiccional; y por otro, se transformaban las tierras de los señoríos en propiedades plenas y libres. Las desamortizaciones: el Estado expropió las tierras eclesiásticas y municipales para venderlas a particulares en pública subasta. En compensación, el Estado se hacía cargo de los gastos del culto y del clero.
La importancia de las medidas desamortizadoras es una cuestión discutida por los historiadores, no solo porque aportó dinero al Estado, o por la superficie desamortizada, sino porque fue una medida que afectó a otros aspectos de la vida social y económica del país. La desamortización fue una gran oportunidad perdida para repartir la tierra a los campesinos y transformar las bases de la agricultura española. La necesidad de obtener dinero planteó la desamortización de forma beneficiosa para quienes tenían medios para comprar, pero perjudicó a los campesinos que no tenían dinero parabadquirir las tierras y además quedaban privados de los beneficios de los bienes de propios y comunes, empeoraron las condiciones de vida de pequeños campesinos y ganaderos que perdieron sus derechos sobre las fincas comunales privatizadas. El resultado no estuvo a la altura de las expectativas liberales. El clero se vio muy afectado en sus propiedades patrimoniales; los municipios sobrevivieron a la medida y las conservaron en gran parte.
A partir del final del reinado de Isabel II se produjo una gran crisis provocada por diversos factores, por una parte se agravaron los problemas económicos y sociales, como políticos que desencadenaron en un gran descontento por parte de progresistas y demócratas, además del descrédito total de la reina, lo que provocaron que se generara una gran oposición a esta. La oposición se organizó desde el Pacto de Ostende en 1866, que agrupaba a progresistas y demócratas, comprometidos de convocar una asamblea constituyente que desencadenaría en la Constitución del 69 que permitíó numerosos avancescomo el sufragio universal masculino y lo que permitíó la consolidación de la revolución y el asentamiento del Sexenio Democrático. Este estuvo dividido por varias fases: La del GobiernoProvisional, la Monarquía y la definitiva República.
La Revolución Gloriosa da comienzo en Septiembre de 1868 con el pronunciamiento militar de Topete en Cádiz al grito de “Viva España con Honra”, a partir de este se agruparon cargos importantes como Prim y Serrano lo que permitíó que asienten la Revolución. Las tropas de Serrano derrotaron a las tropas isabelinas en la Batalla del Puente de Alcolea, lo que desembocó en que la reina Isabel abandonara el país. Dió paso a la creación de las juntas de orientación republicana y que surgieran los Voluntarios de la Libertad, grupos de ciudadanos armados.
El sexenio revolucionario fue una época conocida por la inestabilidad política, la cual se vió reflejada en la implantación de diferentes modelos políticos; como el gobierno provisional, la monarquía de Amadeo, la república o el gobierno autoritario de Serrano en tan solo 6 años y esta etapa finalizó tras el retorno de los borbones tras la publicación del Manifiesto de Sandhurst, donde Alfonso se postuló como rey y regresó tras la abdicación de Isabel II, ya que está aún poseía los derechos dinásticos. La creación del sistema de restauración fue diseñado por Cánovas con la influencia del sistema británico y el turno pacífico de partidos entre los conservadores, liderados por Cánovas y antiguos moderados, y liberales, liderados por Sagasta y antiguos progresistas, un sistema cuyas bases quedarán establecidas en la nueva Constitución de 1876, una de las más duraderas de nuestra historia.
Tras el pronunciamiento del general Martínez Campos el 29 de Diciembre de 1874 en Sagunto se pone fin al Sexenio revolucionario o democrático, un periodo bastante inestable, para dar comienzo a la Restauración. Esto supuso el restablecimiento de la monarquía siguiendo la tradición dinástica de los borbones, de la mano de Cánovas del Castillo, líder del partido borbónico , quien logró la abdicación de Isabel II en su hijo Alfonso XII.
Esta etapa estuvo dividida en diferentes periodos: el Siglo XIX, con Alfonso XII y la regente María Cristina, y el Siglo XX con el reinado de Alfonso XIII. Este periodo lo podemos definir Restauración o sistema canovista, respaldado legalmente con la proclamación de la Constitución de 1876, la de mayor duración dentro del constitucionalismo español. El 1 de Diciembre de 1874, Alfonso de Borbón firma el Manifiesto de Sandhurst, inspirado por Cánovas del Castillo, donde explica que España ha sido y debe ser monarquía ,por lo que Alfonso XII llega a España en 1875. Martínez Campos se salta la idea de Cánovas de proclamarlo en las Cortes llevando a cabo el pronunciamiento de Sagunto.
La Restauración se caracteriza por ser un régimen no democrático, el cual excluye a los partidos no dinásticos como los republicanos, los obreros o los regionalistas y nacionalistas. Durante esta etapa tuvo gran influencia en el asentamiento del bipartidismo en el futuro político español. Este sistema supone el triunfo de la burguésía conservadora implantando el liberalismo doctrinario, y su sistema benefició a caciques, banqueros y empresarios. Se presenta una clara diferencia entre la España de derecho (sistema Canovista) y la de hecho, la de la España real excluida del sistema. Tras el “desastre del 98” se produjo una importante crisis en todos los sentidos, pero sobre todo de identidad que se puede demostrar con la Generación del 98 y los autores como Azorín, Pío Baroja o Miguel de Unamuno. Tras esto aparecíó el movimiento regeneracionista cuyo fin era la regeneración total del país mediante la reforma de las estructuras sociales, políticas y económicas; uno de sus mayores representantes fue Joaquín Costa y con influencia en los futuros gobiernos en el reinado de Alfonso XIII.