Portada » Geografía » Dinámica Demográfica en España: Movimientos Naturales y Migratorios
El estudio de los movimientos naturales de la población, como la fecundidad, la natalidad, la mortalidad general e infantil, y la esperanza de vida, es fundamental para comprender la dinámica demográfica. España se encuentra en la última fase de estos movimientos, conocida como régimen demográfico moderno. Todas las comunidades autónomas presentan bajas tasas de natalidad, mortalidad y crecimiento natural, aunque existen contrastes debido a la estructura de edad variable.
Las comunidades autónomas con mayor dinamismo demográfico generalmente tienen tasas de natalidad más altas, tasas de mortalidad más bajas y un crecimiento natural más alto que la media nacional. Tienden a tener una estructura demográfica más joven, influenciada por comportamientos natalistas tradicionales, migración interna histórica o fuerte inmigración extranjera desde la década de 1990.
Excepciones a este patrón incluyen las Canarias, con una estructura favorable por edad, y Navarra, con una alta tasa de natalidad compensando una estructura desfavorable por edad. Las comunidades en declive demográfico, como Galicia, Asturias y Cantabria, tienen tasas de natalidad y crecimiento natural más bajas debido a la emigración pasada y a la crisis industrial, lo que resulta en una población más vieja y menos inmigración actual.
Las personas se desplazan por diversas razones, principalmente en busca de mejores oportunidades económicas, como empleo y calidad de vida. Históricamente, España ha vivido tanto migraciones internas como externas, pero en la década de 1990 se convirtió en un destino atractivo para inmigrantes en busca de trabajo y un futuro mejor.
La crisis del petróleo de 1973 marcó el fin de las grandes migraciones laborales entre provincias que caracterizaron décadas anteriores, aunque los movimientos de población del campo a la ciudad continuaron, aunque con menos intensidad.
Desde 1985 y especialmente en los años 90, se volvieron a observar cifras elevadas de movimientos migratorios internos, pero ahora en un nuevo modelo. Actualmente, la mayoría de los flujos migratorios son de corta distancia y están vinculados a la expansión urbana. El crecimiento de las grandes ciudades se extiende a los municipios vecinos. Estos municipios cercanos a las grandes ciudades son los que experimentan un mayor crecimiento demográfico. Este proceso es posible gracias a la mejora de la infraestructura de transporte, la búsqueda de viviendas más asequibles y cambios culturales y ambientales.
Específicamente, los tipos de migraciones internas incluyen:
Cada uno de estos tipos de migración tiene sus propias consecuencias, incluidos desequilibrios demográficos, envejecimiento de las áreas urbanas de origen, crecimiento de las periferias receptoras y problemas de infraestructura.
Las principales motivaciones para los desplazamientos son el trabajo y la educación. Estas migraciones se redujeron considerablemente desde 1975 hasta 2008 debido a la crisis del petróleo de 1973 y a la mejora del nivel de vida en España. Sin embargo, la crisis económica desde 2008 aumentó la emigración exterior por la falta de empleo en España. Inicialmente, los emigrantes eran jóvenes cualificados en profesiones con demanda en el extranjero, pero con el avance de la crisis, también emigraron trabajadores de más de 45 años en situación de desempleo prolongado, muchos dirigiéndose a América Latina. Las consecuencias económicas son positivas por la reducción de la demanda de trabajo y prestaciones por desempleo, pero negativas por la pérdida de población joven y calificada.
En las últimas décadas del siglo XX, España experimentó un cambio significativo en su perfil migratorio, pasando de ser un país tradicionalmente emigrante a convertirse en receptor de inmigración. Esta transformación se vio especialmente marcada entre 1995 y 2007, un período de prosperidad económica en España. La necesidad de mano de obra en trabajos de baja cualificación, que no era cubierta por la población española, y medidas como la regularización de personas sin permiso de residencia en 2002 y 2005, así como la reunificación familiar, explican este aumento.
Sin embargo, este crecimiento se vio afectado a partir de 2008 por la crisis económica, que provocó una disminución en las llegadas de inmigrantes y favoreció el retorno de aquellos que ya no encontraban oportunidades laborales en España. Las fuentes de inmigración son diversas, destacando la llegada de ciudadanos de Europa del Este, Latinoamérica, Asia y el continuo flujo desde el norte de África.
Los inmigrantes ocupan una amplia variedad de trabajos, dependiendo en gran medida de su nacionalidad. Por ejemplo, ciudadanos europeos del centro y oeste suelen ocupar empleos bien remunerados, mientras que los hispanoamericanos tienden a trabajar en el sector servicios debido al idioma compartido. Por otro lado, inmigrantes de África y Asia a menudo se encuentran en trabajos de baja cualificación, como la construcción y la agricultura. La contribución de los inmigrantes al crecimiento económico de España antes de la crisis fue significativa, ya que aportaron mano de obra activa y contribuyeron al aumento del PIB. Sin embargo, también enviaron remesas a sus países de origen, lo que a veces ejerció presión a la baja sobre los salarios en España.
Desde el punto de vista demográfico, la llegada de inmigrantes ayudó a frenar el envejecimiento de la población, ya que predominan los adultos jóvenes y sus tasas de natalidad son superiores a las de la población española. Esto es importante para el sistema de pensiones y seguridad social, ya que la llegada masiva de inmigrantes ha disminuido la proporción de población dependiente y ha aumentado el número de contribuyentes. Sin embargo, desde 2008, la salida de inmigrantes ha reducido el volumen de población española y la tasa de natalidad en algunas comunidades.
En cuanto a la integración social, la política migratoria española busca ser beneficiosa para todas las partes.