Portada » Filosofía » Historia de la Ética: De Grecia a la Modernidad
La ética en Grecia surgió como producto de la razón, un proceso conocido como el «paso del mito al logos». Este cambio representó el abandono de las explicaciones mitológicas de la realidad y el inicio de la comprensión del mundo y el ser humano a través de la razón (siglos VI-VII a.C.).
Antes de este período, los griegos aprendían la moral a través de los mitos presentes en las obras de Homero y Hesíodo (Ilíada, Odisea, Teogonía, Los trabajos y los días). Estos textos transmitían una moral aristocrática, donde se distinguían nobles, esclavos y pobres. Por ejemplo, Aquiles afirmaba que prefería morir joven con éxito que vivir una larga vida sin logros, reflejando la importancia de los valores según la clase social.
Los sofistas eran extranjeros de origen griego que se dedicaban a la educación. Colaboraron con Pericles en el establecimiento de la democracia ateniense. Consideraban que cada cultura y sociedad era única, y enseñaban a comprender y participar en la política utilizando la retórica y la metáfora.
Sócrates, maestro de Platón, defendió la democracia durante toda su vida. A pesar de ser considerado el hombre más sabio de Grecia, fue condenado a muerte por la misma democracia que defendía. La ética socrática se basa en los siguientes principios:
Platón (427-347 a.C.), discípulo de Sócrates, creía que vivimos engañados por nuestros sentidos y buscaba definir una vida auténtica basada en la verdad. Utilizaba la alegoría de la caverna para ilustrar esta idea, donde los prisioneros confunden las sombras con la realidad. Para Platón, elegir una vida basada en la ilusión era inaceptable.
La felicidad es el objetivo último del ser humano y reside en el alma. Para alcanzarla, debemos cultivar la virtud, que se divide en dos tipos:
Las escuelas helenísticas defendían la idea de que la felicidad se encontraba en apartarse de la sociedad o minimizar la participación en ella. Las principales escuelas fueron:
Con la llegada del cristianismo, Dios se convirtió en el punto de partida y llegada de la ética. Para los cristianos, el mundo debe su existencia a Dios y habrá un juicio final que determinará el destino eterno. Tomás de Aquino consideraba que el mandamiento más importante era amar a Dios sobre todas las cosas.
Con el fin de la Edad Media, el ser humano se convirtió en el centro del pensamiento, desplazando a Dios. El descubrimiento de América, las guerras religiosas y la invención de la imprenta dejaron al hombre solo ante el universo y su futuro. La Iglesia dejó de ser la encargada de resolver los problemas sociales.
Tomás Moro, en su obra Utopía, criticó la pobreza y la corrupción de la sociedad europea del siglo XVI. Partía de la idea de que el hombre es bueno por naturaleza y que la cultura y la economía lo corrompen. Proponía una sociedad perfecta ubicada en el Nuevo Mundo, donde se compartía todo y no existían los juegos de azar.
Maquiavelo sostenía que «el fin justifica los medios». Para él, el hombre es malo por naturaleza y está movido por sus pasiones. A pesar del egoísmo, reconoce que la sociedad es necesaria para la supervivencia, pero no la considera un espacio moral, sino un instrumento para los intereses de los poderosos.
Hobbes, en su obra Leviatán (1650), consideraba que la sociedad es artificial y que el egoísmo y el instinto de supervivencia nos rigen. Sin embargo, la razón nos permite cumplir pactos y vivir en sociedad.
John Locke argumentaba que el hombre no es malo por naturaleza y que posee derechos naturales (libertad, vida, propiedad privada). Sin embargo, estos derechos no están garantizados, por lo que el Estado debe encargarse de protegerlos.
Rousseau defendía la democracia radical y creía que el hombre es bueno por naturaleza. Consideraba que el capitalismo, basado en la propiedad privada, era la causa de la avaricia y la competencia. La solución era un gobierno y una ley establecidos por el pueblo para obedecerse a sí mismo.
David Hume proponía un regreso a las ideas sofistas y sostenía que la moral no se basa en la razón, sino en los sentimientos. La validez de los juicios morales reside en el sentimiento que despiertan, lo que nos lleva a evaluarlos como buenos o malos.
Kant (1729-1804) buscó una ética universal que superara el escepticismo. Distinguió entre ética material y formal, considerando que las éticas existentes eran materiales porque establecían un fin específico. Su ética formal se basa en el deber y la buena voluntad, sin importar las consecuencias.