Portada » Filosofía » Empirismo y Racionalismo en la Filosofía Moderna
Descartes, considerado el fundador de la filosofía moderna, centró su **metafísica** en la teoría del conocimiento. Para él, la certeza del conocimiento se basa en la **adecuación** entre el entendimiento y la realidad. La **verdad** se caracteriza por la imposibilidad de dudar, y su misión era explicar cómo podemos estar seguros de la validez del conocimiento.
Descartes propuso la **razón** como un procedimiento matemático universal para alcanzar la certeza. Este método se basa en la **deducción** a partir de elementos simples y claros, como en las matemáticas. La certeza se acompaña de dos características: **claridad** (hacerse presente) y **distinción** (estar perfectamente delimitado).
Descartes consideraba las matemáticas como el modelo de las ciencias, ya que operan con certeza desde elementos simples y desarrollan el saber mediante la deducción. La **intuición** nos pone ante algo inmediato, y el análisis se basa en la **evidencia**, el **análisis** (dividir lo complejo), la **síntesis** (reconstrucción deductiva del saber) y la **enumeración** (deducción paso a paso).
Para alcanzar el conocimiento indudable, Descartes propuso deshacerse de todo conocimiento anterior y dudar de todo, incluyendo los sentidos, los sueños y la posibilidad de un **genio maligno** que nos engañe. El **»pienso, luego existo» (Cogito, ergo sum)** se convirtió en el primer principio de su filosofía y en el criterio de verdad.
Descartes propuso una **moral provisional** basada en el **dualismo cartesiano**, que defiende un determinismo absoluto en el mundo corporal y la libertad del alma. Esta moral consiste en una serie de reglas de conducta básicas, como obedecer las leyes y costumbres, conservar la religión tradicional, atenerse a las opiniones más moderadas, ser firme y resuelto en el obrar, seguir con constancia la opinión adoptada y procurar vencerse a sí mismo más que a la fortuna.
Descartes analizó el pensamiento y lo definió como una actividad en la que manejamos ideas, que pueden ser **adventicias, facticias o innatas**. Intentó desarrollar su sistema a partir de la idea innata de infinitud, utilizando pruebas de la existencia de Dios basadas en la idea de un ser perfecto e infinito.
Descartes argumentó que la existencia de Dios garantiza la validez de las leyes del entendimiento para el mundo. El entendimiento nos permite conocer lo cierto con certeza, que es lo matemáticamente formulable: lo cuantificable y la pura extensión. Del mundo externo solo podemos considerar lo cuantificable, que es la extensión.
Descartes dividió la realidad en tres ámbitos: el **alma** (sustancia pensante), **Dios** (sustancia infinita) y el **mundo** (sustancia extensa). Sus pensamientos son simples e inmóviles, mientras que la sustancia corpórea es el reino de lo cuantitativo y el determinismo. Los atributos constituyen la esencia o naturaleza de una sustancia: la extensión para los cuerpos, el pensamiento para la conciencia y la infinitud para Dios.
Descartes consideraba la física como el estudio de la extensión, que es reductible a la cantidad. La noción de extensión es clara y distinta, lo que permite que su método sea el de la **mathesis universalis** y que la física tenga el estatuto de ciencia, de saber cierto. Los movimientos fundamentales son la figura y el movimiento.
Descartes creía que todo lo concerniente al mundo se puede explicar a partir de los cuerpos, los movimientos de los cuerpos y la causa eficiente. Para que haya cambios en una cosa, otra debe incidir en ella, por lo que el mundo se explica en términos mecánicos. Todos los seres son máquinas, lo que da lugar a una **física mecanicista**. El mundo es una gigantesca máquina regida por leyes mecánicas, lo que implica una **física determinista**.
Hume, uno de los principales empiristas, sostuvo que al no disponer de ninguna impresión de nuestra identidad personal, el **»yo»** resulta incognoscible. Si hubiera una impresión que correspondiera al yo, esa impresión debería ser invariablemente idéntica, ya que se supone que nuestro yo permanece idéntico a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, no existe ninguna impresión constante e invariable. Nuestras percepciones se suceden en el tiempo, por lo que la idea del yo no puede derivarse de ninguna impresión. En consecuencia, no existe tal idea. Hume comparó nuestro yo con un teatro en el que los distintos actores (percepciones) se suceden unos a otros, pero sin un escenario.
Hume afirmó que todos los contenidos de nuestra mente se derivan de la **experiencia**, que nos suministra **percepciones**. Las percepciones son todo contenido cognoscitivo o afectivo de nuestra mente, incluyendo sensaciones, emociones, etc. Se dividen en dos tipos:
La experiencia constituye el límite de nuestro conocimiento. Nada en nuestro entendimiento ha estado antes en los sentidos, todas las ideas se obtienen de las impresiones y la certeza proviene de la experiencia más que del entendimiento. Las ideas simples provienen de las impresiones, mientras que las ideas complejas son fruto de la mente y la imaginación.
La mente posee una gran capacidad para unir y combinar ideas, y la costumbre y el hábito nos empujan a hacerlo con determinados principios o leyes generales, como las **leyes de la asociación**:
Las leyes de la asociación nos permiten construir ideas nuevas y establecer relaciones entre ellas. Sin embargo, también tenemos tendencia a inferencias ilegítimas. La imaginación tiende a sobrepasar los límites de la experiencia y afirmar la existencia de fenómenos que no ha percibido.
Hume distinguió dos tipos de ciencias:
Debido a las leyes de la asociación, cuanto mayor sea el número de casos favorables en el pasado, más fuerte será nuestra tendencia o hábito de creer que en el futuro sucederá lo mismo. Sin embargo, nunca podemos estar seguros.
Hume negó la posibilidad de demostrar la existencia de Dios, argumentando que no puede ser conocido ni por experiencia ni demostrado por la razón. No hay impresión de Dios, por lo que no podemos tener conocimiento sensible de él. Además, los argumentos que intentan demostrar su existencia mediante la razón se basan en el principio de causalidad, que para Hume carece de valor trascendente a nuestras percepciones.
El principio de causalidad carece de fundamento y sobrepasa la certeza proporcionada por nuestras impresiones. No hay impresión del principio de causalidad, por lo que no podemos tener una idea de él. La noción de causa y efecto surge de la observación de la sucesión regular de fenómenos en el tiempo y el espacio, lo que desarrolla en nosotros un hábito de esperar la aparición del segundo fenómeno al percibir el primero. La idea de conexión necesaria surge de la imaginación y es fruto de nuestra psicología particular, por lo que carece de fundamento objetivo.
Hume también cuestionó la idea de sustancia. Si la idea de sustancia deriva de la impresión externa, no tiene color, olor, etc. Si deriva de la impresión interna, debería ser una pasión, pero ninguna pasión representa a la sustancia. Al no tener ninguna impresión, no podemos poseer ningún conocimiento de la sustancia. Para Hume, la idea de sustancia no es más que una colección de cualidades particulares unidas por la imaginación.
Nuestra creencia en la existencia de cosas externas se debe a la imaginación. Nuestra mente, al no poder imaginarse la existencia aislada e independiente de las cualidades, deduce la existencia de determinados objetos que unifican las cualidades y les proporcionan continuidad, coherencia y orden. Sin embargo, para Hume, tal suposición es ilegítima porque va más allá de nuestras impresiones. Resulta absurdo preguntarse por las cosas en sí y querer averiguar los originales de los que nuestras percepciones son copias.
Hume rechazó dos doctrinas de su época: el origen divino del poder y la del pacto social. La primera pertenece al mundo de la fantasía sin fundamento, ya que no se puede defender el origen divino del poder cuando han existido tantos gobiernos injustos y crueles. La segunda es rechazada porque los pactos solo tienen sentido dentro de la sociedad.
Para buscar el origen de la sociedad, Hume recurre al instinto y los sentimientos. El instinto sexual y la preocupación por el cuidado de la familia pudieron conducir a la creación de la institución familiar, y a partir de esta, el sentimiento de simpatía y la búsqueda de la utilidad común ayudaron al surgimiento de la sociedad.
Dado que las relaciones sociales generan problemas y conflictos, es necesario establecer un gobierno que oriente la convivencia. El gobierno se originó por un cierto consentimiento gradual, en el que una persona concreta, poco a poco, fue reconocida como jefe por sus convecinos. A partir de esto, se comprobaron la utilidad y las ventajas de la institución, contribuyendo a su refuerzo y perduración.
Hume fue un decidido defensor de la libertad. Los gobiernos deben ser tolerantes y respetar la libertad de pensamiento, opinión y creencias. Reconoce el derecho del pueblo a sublevarse contra un régimen tiránico e insoportable, aunque recomienda moderación y prudencia, ya que a veces la rebelión puede ser peor que soportar ciertas injusticias.